Sir Gareth se puso en pie con
esfuerzo ayudándose del estribo de su caballo. Estaba herido en el pecho.
Frente a él, sobre la hierba empapada de sangre, yacían los cadáveres de su
escudero y de los tres salteadores que los habían atacado. En el fondo del valle
distinguía ya las casas de la aldea. Allí le curarían la herida y podría mandar
a alguien para que se hiciera cargo del escudero. Envainó la espada. Se quitó
la capa y cubrió con ella al hombre que había embarcado con él en Portsmouth
cuatro años antes, que lo había acompañado durante la sangrienta campaña de
Francia, y que cabalgaba a su lado de regreso después de haber desembarcado en
tierra inglesa días atrás. Le dio la espalda. Intentó montar a caballo, pero el
dolor se lo impidió y tuvo que apoyarse en el lomo del animal. Pasados unos
segundos, echó a andar hacia el valle tirando de las riendas. Se internó en un
bosque atravesado por un sendero, se detuvo bajo los árboles y observó la
herida entre los intersticios de la cota de malla. Levantó la vista hacia el
cielo cubierto. Tenía que llegar a la aldea antes de que estallara la tormenta.
Oyó pisadas que se aproximaban y se volvió con la mano en la empuñadura. Una
mujer apartó unas ramas al borde del sendero, avanzó unos pasos y se reclinó, a
punto de desfallecer, sobre el tronco caído de un árbol. Era joven, tendría su
misma edad, y parecía una dama, a pesar de sus ropas rasgadas y de su cabello
desgreñado. Sir Gareth se acercó hasta ella. La dama trató de retroceder, pero
fue incapaz y se dejó caer contra el árbol. Sir Gareth tuvo que sujetarla por
los hombros para evitar que se viniera abajo.
–¿Qué os ha sucedido? –preguntó.
La dama tomó aliento.
–Viajábamos hacia el norte
–respondió, evitando mirarlo a la cara–. Hace unas horas, unos salteadores nos
salieron al paso y mataron a mi marido y a nuestros sirvientes.
A Sir Gareth le sorprendió que la
dama fuera la única superviviente, y que no hubieran dado ya con su pista.
–No temáis, hay una aldea cerca
–dijo.
Caminaron hacia la linde del
bosque. Sir Gareth pudo ver entre los árboles las figuras distantes de un grupo
de campesinos que se alejaban en dirección al valle. Aceleró la marcha, pero la
dama trastabilló y acabó cayendo. Sir Gareth retrocedió. Se agachó con
dificultad y notó una punzada en el pecho mientras la ayudaba a levantarse. Al
sentir su olor y su respiración entrecortada, imaginó lo que habrían hecho con
ella los bandidos de no haber logrado huir. Sujetó las riendas y acercó el
caballo para que montara. La dama se detuvo con un gesto aterrorizado cuando oyeron ruido de cascos más allá de la curva que acababan de dejar atrás. Sir Gareth se
volvió y desenvainó la espada. Después de aguardar un momento, vio a dos
jinetes que cabalgaban por el interior del bosque hacia donde se
encontraban ellos. Sus ropas estaban arrugadas y cubiertas de polvo, pero
también eran gente de calidad. Debían de haber recorrido un largo trecho para
llegar hasta allí. A pesar de su aspecto fatigado, Sir Gareth podía leer la
determinación en sus ojos, que parecieron encenderse en cuanto identificaron a
la dama. Ésta se llevó la mano a la boca y ahogó un grito al reconocerlos. El
caballero que iba en cabeza le hizo una señal a su compañero y desmontaron,
luego se dirigió a Sir Gareth.
–Entregadnos a esa mujer
–exclamó.
Era un hombre maduro de semblante
cansado y reflexivo. Sir Gareth creyó reconocer su voz y tuvo la impresión de
haberlo visto antes. El porte de aquellos caballeros no coincidía con lo que la
dama le había dicho de sus atacantes. Se situó frente a ella y trató de
disimular la herida desplazándose levemente bajo la sombra de un árbol. Estaba
preparado para asestar el primer golpe.
–Ha sufrido un asalto –repuso–.
Seguirá conmigo hasta la aldea.
El caballero más joven llevó la
mano a la espada, pero su compañero se interpuso antes de que pudiera
desenvainar y retuvo su antebrazo. Había visto la duda en la mirada de Sir
Gareth, y parecía decidido a resolver la situación sin que fuera necesario un
enfrentamiento.
–Soy Sir Lionel de Maris y éste
es mi hijo, Sir Hector. Nuestro castillo está al sur, a dos días de camino de
aquí.
Sir Gareth bajó la espada al
reconocer a un viejo conocido de su padre al que había visto muchos años atrás,
cuando era niño, aunque su interlocutor no daba muestras de recordarlo a él.
–Esa mujer ha matado a mi otro
hijo, su marido –siguió el caballero.
–¡No le creáis! –exclamó la
dama–. ¡Está mintiendo!
–Es ella quien miente. Llevaba
varias semanas viendo a su amante cuando mi hijo los sorprendió y lo mató. Pero
antes de que pudiera volverse, ella lo apuñaló por la espalda y luego huyó con
la complicidad de su doncella. Hicimos hablar a la doncella, fue ella quien nos
contó lo sucedido.
–¡No es cierto! –insistió la
dama.
–Salimos en su búsqueda y al fin
la hemos encontrado. Ahora la llevaremos con nosotros, para que se le aplique
la ley y sea condenada a la hoguera por la muerte de su marido.
La dama rompió a llorar con
desesperación. Sir Gareth se hizo a un lado. El joven se adelantó y sujetó
a la dama por los brazos.
–¡Ayudadme! –imploró ella.
Sir Gareth envainó la
espada. El otro caballero puso una cuerda en torno a las muñecas de la dama,
y entre los dos la ataron mientras trataba de liberarse.
–¡Por el amor de Dios, no dejéis
que me lleven! –gritó.
El joven asió el extremo de la
cuerda y lo enlazó en la cincha de la silla de su caballo. La dama se desplomó
sollozando. Los caballeros montaron y elevaron una mano en señal de despedida.
Sir Gareth les respondió con el mismo gesto y ellos cabalgaron de vuelta al
interior del bosque. La cuerda se tensó, la dama tuvo que ponerse en pie
atropelladamente para no ser arrastrada por el caballo. Trató de detener la
marcha tirando hacia atrás pero se vio forzada a avanzar a trompicones. Sir
Gareth recuperó su montura mientras la pequeña comitiva se alejaba.
–¡Os lo suplico! ¡Ayudadme!
¡Ayudadme! –oyó, antes de perderlos de vista entre el la espesura.
12 comentarios:
¿Sería verdad?, nos dejas con la intriga...
Me ha gustado.
Un saludo,
Muy bueno. En la baja Edad media la vida no valía una mierda y la integridad, la dignidad o la felicidad de una mujer aun menos.
Son difíciles de escrbir estas historias tan bien ambientadas en otro tiempo. Muy buena la escena.
Todavía hay culturas en las que la justicia y el papel de la mujer no ha combiado tanto desde entonces.
Abrazos.
me gusta ese Cristo...
Yo creo que sir Gareth, a pesar de ser joven, ha vivido mucho. Quizá haya algo en él del Novoa que se muerde las ganas de meterle un tiro a Zahera en "A este lado de la carretera", del Wilson en apuros con Jean en California y hasta del niño al que se le rompe el espejo. La vida le ha enseñado a golpes (de mandoble, en este caso). Y por eso también creo que no confía ni en los aires caballerescos de los dos jinetes, ni tampoco en la dama desvalida. De lo único que tiene certeza es de que el hombre que le acompañó por medio mundo conocido acaba de morir después de tan largo trecho, y merece cristiana sepultura. No más desenvainar y blandir el acero por causas dudosas. ¿Caballeros? ¿Doncellas?... ¡¿Cruzadas?! "Otro día tomaré partido. Hoy no. Hoy estoy jodido porque mi escudero y amigo ha muerto. Descanse en paz de este mundo engañoso y mezquino".
Babe, si el relato no lo hubiera escrito yo, diría que el caballero de mayor edad es de fiar. Pero la intención era que fuese todo ambiguo, claro.
Gracias, anónimo.
Gracias, Patapalo. En principio había pensado situarlo en algún lugar remoto de la Turquía actual, pero hay algo de horripilante en la Edad Media que atrae.
¿Te gusta, Lansky?
Pablo, efectivamente, el caballero está cansado, muy cansado, y todo aquello en lo que había creído se tambalea. Además, no sólo ha viajado y vivido la guerra al otro lado del mar, sino que le queda todavía un largo camino de regreso…
Sería un arranque perfecto para una de esas pelis de los años 30 de Michael Curtiz, por ejemplo, aunque no veo a Olivia de Havilland capaz de matar (al menos, a esas alturas de siglo, cuando era tan casta y pura) ni a Errol Flynn dejando a su suerte a una dama.
Me ha gustado!
Saludos
Cierto, en una de Errol Flynn y Olivia de Havilland (o de Robert Taylor y Kay Kendall) la situación se resolvería de manera contundente y caballerosa con el rescate de la dama; pero en la década de los setenta, en los tiempos de "El último valle" (situada en la Guerra de los Treinta Años, santo cielo), los caballeros podían terminar matándose allí mismo, y la secuencia terminaría con los tres cuerpos en medio del bosque, los caballos pastando a su alrededor, la dama alejándose y la lluvia cayendo sobre todos ellos...
Saludos.
Me ha parecido, como dice Pablo de Castro, que sir Gareth ha llegado a un punto en que ha dejado de estar seguro de los principios sobre los que ha montado su vida. ¿Para qué actuar si no puede saberse lo que es correcto, si todo es engañoso? Aunque viva en la Edad Media, resulta un hombre "moderno", víctima de una crisis existencialista. En todo caso, un magnífico relato, que deja al lector con esa regusto un tanto amargo que tan bien logras.
Gracias, Miroslav. Supongo que si hoy la Edad Media resulta tan atrayente (al menos para mí) es en parte por lo que tiene de tierra de nadie al borde del abismo en la que proyectar crisis existenciales, cuestionamientos vitales, derrumbamientos de principios y demás paranoias propias del hombre moderno y al mismo tiempo, a su manera, de las gentes de entonces.
Triste final para esa Dama , una historia de la Edad Media , que podría ser del siglo XXI , mujer mata a su marido , o no, y es ajusticiada y vengada por los hombres de la familia , podría ocurrir ahora en muchos lugares del mundo , y no muy lejanos . Nos dejas sin saber si es culpable o no , sir Gareth al final no es mas que un testigo , lo mísmo da caballero , cansado , no es su lucha , no es el momento ? Poco me importa Sir Gareth , me importa el destino de la Dama ..
Me ha gustado , siguiente capítulo ?
Un abrazo ;)
Desgraciadamente podría suceder (y está sucediendo) en nuestros días. No sería mala idea escribir una continuación desde el punto de vista de la víctima, aunque por otro lado quizá terminara siendo un relato aún más triste que éste.
Veo que tienes nuevas fotografías en el blog, ahora paso por allí.
Saludos.
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