lunes, 9 de abril de 2012

PORTEROS DE NOCHE

Por lo general, la jornada del portero de noche en un hotel de dos estrellas es bastante tranquila, pero en ocasiones hay momentos de tensión debidos a percances repentinos. Hace un par de días, a eso de las dos de la madrugada, un cliente irlandés que había venido con su mujer y su hija sufrió un infarto y tuvieron que llevarlo al hospital, donde habrá de quedarse una semana antes de regresar a su país. La noche siguiente, al llegar al hotel me encontré una botella de vino, en agradecimiento por mi amabilidad durante la crisis.

Ayer hablaba de lo ocurrido con Max, mi compañero, y conveníamos en que hay que disfrutar de cada minuto porque ese minuto puede ser el último. Max recordó algo que había sucedido veinte años atrás, cuando él llevaba seis o siete en Francia. Acababa de coger el traspaso de un bar en la rue Saint-Denis y vivía en un hotel muy barato donde alquilaban habitaciones por mes, situado junto a la Plaza de la Bastilla. Era un edificio viejo, húmedo y ruinoso, dividido en tres grandes bloques de cinco plantas sin ascensor. La habitación de Max estaba en la última planta del tercer bloque, al que se accedía atravesando el portal del primero, un patio interior, el portal del segundo y otro patio interior que daba al tercero.

Por el bar de Max paraba a menudo Mohamed, otro argelino de edad indefinida, desastrado y conflictivo, que se había instalado en un estudio del barrio hacía poco sin que nadie supiera muy bien de dónde venía ni a qué se dedicaba. Aunque en el bar nunca dejaba a deber y se entendía bien con Max y con los clientes habituales, no tardaron en oír que Mohamed no pagaba el alquiler ni los gastos de la comunidad, se peleaba con las pandillas de los edificios contiguos y apenas saludaba ni hablaba con nadie. Una noche, después de golpear a un controlador del metro al salir de la estación, la policía lo detuvo y lo puso a disposición del juez. Éste terminó decretando su expulsión y regreso inmediato a Argelia, pero en cuanto lo subieron al avión junto con tres compatriotas Mohamed se desasió de los agentes y comenzó a insultar a los pasajeros, a escupir a las azafatas y a gritar que sólo iría a su país cuando él lo decidiera. El piloto se negó a llevarlos y todos fueron devueltos a comisaría.

Mohamed salió dos días después a media mañana y se acercó directamente hasta el bar de Max para comer algo. Luego estuvo un rato bebiendo, y al caer la tarde era incapaz de levantarse de la silla. Max le aconsejó que volviera a casa, pero Mohamed repuso que no pondría un pie en el estudio y que además el administrador debía de haber cambiado ya la cerradura. Esa noche Max cerraba tarde, así que le ofreció a Mohamed las llaves de su habitación en la Plaza de la Bastilla y lo invitó a dormir allí. Tras unos minutos de atropelladas palabras de agradecimiento, Mohamed salió con las llaves en el bolsillo y caminó tambaleándose hacia la boca del metro mientras Max, algo inquieto, lo veía alejarse entre la gente.

A media noche, Max observó cómo los clientes dejaban de hablar poco a poco y prestaban atención al informativo que estaban pasando en televisión. A petición de uno de ellos subió el volumen: al parecer, un par de horas antes se había declarado un gran incendio en un hotel de la Plaza de la Bastilla, que resultó ser donde se alojaba él, y los tres bloques de viviendas habían ardido hasta los cimientos. Max cerró el bar apresuradamente, cogió un taxi, y veinte minutos después llegaba a una plaza atestada de curiosos entre los que se abrían paso los agentes de policía, los cámaras de televisión, el personal sanitario y los bomberos. Éstos le explicaron que, dada su ubicación, todavía no habían logrado acceder al último bloque cuando el edificio se vino abajo, así que no hallaron rastro de Mohamed. Era uno de los peores incendios de los últimos años, con un número elevado de víctimas mortales. Durante los meses siguientes, Max tuvo que pelear con el sentimiento de culpa y la impresión de que Mohamed había muerto en su lugar. Al cabo de un tiempo, en el solar donde quedaban los cimientos del edificio construirían un gran hotel de cuatro estrellas.

–La muerte lo estaba esperando allí –me decía Max–. Cuánto mejor le hubiera sido no bajar de aquel avión. Con esa vida que llevaba, ¿no le daba lo mismo un país que otro?

Yo asentí en silencio.

21 comentarios:

David Cotos dijo...

Yo tengo una historia similar que me paso cuando trabajaba hace unos años en el sector estatal. si me pongo a contar la historia, no paro. je je. Saludos Antonio.

Lansky dijo...

Tu relato me deja sin palabras. Ese Max parece un tipo estupendo; como tu

C.C. dijo...

Muy buena antilogía. Normalmente el que se salva es el que no subió al avión que se estallará.

Esta historia es verdaderamente asombrosa. Además me gusta como nos haces seguir el desarrollo de la conversación entre Max y tú a partir de un primer acontecimiento.

Y sí, en París hay muchas viviendas escondidas en patios traseros. Si son bien entretenidas, son más agradables que las que dan a la calle. Son como pequeños oasis de paz en el infierno de la metrópolis.

CINEXIM dijo...

Uffffff ¿la muerte esperaba a Mohamed o esperaba a Max y se llevó a Mohamed en su lugar? Me has recordado un relato de las 1000 y Una Noche donde un criado se encontró con la Muerte en un mercado de Bagdad, el cual aterrado huyó a otra ciudad(Ispahán). Su amo fue en busca de la Muerte a pedir explicaciones y ésta expuso su sorpresa pues no esperaba encontrarse con su víctima hasta aquella noche pero en otro lugar distinto: Ispahán.

Saludos!!!

Lansky dijo...

CC: un 'falso amigo' como dicen los traductores de las traducciones literales, tu 'entretenida' en español es 'mantenida'

J. G. dijo...

Primero se me ocurre la duda legal, ¿Qué prima la extradición o la seguridad aérea? Quizás el narrador no cuenta con la posibilidad de ser extraditado en estado de detención y ser entregado a las autoridades de destino.

Jesús Garrido dijo...

Un incencio en un hotel de tamaño no colosal que luego se lo llevan las llamas, luego se construye ya el coloso más seguro para prevenir esas llamas, todo tras las llaves del óbito que le entrega Max cuando las llaves de la mala vida que no quiso por su mal comportamiento en la aeronave se las entregó previamente a la oficialidad. En fin, uno de los dos tenía que fenecer.

C.C. dijo...

Gracias, Lansky, no volveré a cometer este error.

awacat.es dijo...

Las opciones a las que accedes en tus escritos han sufrido una variación importante.

El título, con la distancia de una S, curva peligrosa, ya daba para muchas cosas.

Yo no voy a entrar en el hilo de Mohamed y si debía o no estar en un avión. Tengo demasiadas teorias propias vividas sobre ese dilema. Hace una semana tuve uno similar y puedo decir que estoy viva pero ¿gracias a quién?..

A lo que iba. Los porteros de noche, mal conocidos por muchos que opinan sin saber ni conocer a ninguno.tienen historias que harían palidecer..

Tal vez cuente alguna un día de estos, aunque ya lo hice en mi blog, pero no citando la palabra portero..

Besos!

Antonio de Castro Cortizas dijo...

Amigos, gracias por vuestros comentarios.

David, cuenta, cuenta.

Lansky, a mandar.

C. C., me has descubierto la bonita palabra “antilogía”.

Cinexim, conozco el relato, de hecho me vino a la cabeza cuando Max me contó la historia de Mohamed.

J. G., yo creo que en la situación del avión no debió de haber demasiadas disquisiciones legales, simplemente el piloto dijo que con esos tipos a bordo no despegaba, y hubo que dejarlos en tierra.

Blanca, el título en parte es un guiño a Lansky, que me lo sugirió en una entrada de su blog hace unas semanas. Además, aunque no se refiera concretamente a lo que sucede en el relato, creo que refleja bien ese mundillo nocturno del que tanto se podría escribir.

Abrazos.

Mario Salazar dijo...

Buen relato, con esos detalles de que era insoportable o que era argelino le das más realce, solo habría que darle más que un contexto un sentido dentro del relato para que tenga una justificación más que superficial y que lleve mayores alcances aunque como es está destacado, implica precisión digamos. Un abrazo.

Daniel Bermeo dijo...

El relato me deja pensando... ¿la muerte nos espera o solo es cuestion del azar? ¿En el destino estaba escrita la muerte de Mohamed justo alli? En ese punto es interesante pensar en todos los acontecimientos que pasan día a día y que no estamos excentos de que en cualquier momento el fin de nuestra existencia nos espere.
Me ha gustado el relato, muy bien estructurado. Y vaya tipo más bueno ese Max :)

P.D: Parece que a la final el tiempo no te dio para participar en el festival que te conté. jeje... Igual espero que puedas leer las obras que se iran publicando.

Un abrazo.

David Cotos dijo...

Antonio:

Te cuento

La historia empieza un día que cuando caminaba afuera de la Oficina, un perro me seguía. Así varios días me seguia. Un amigo (que le gustaba jorobar) me comenzó a decir: Oye porque traes tu perro al trabajo.
Yo le respondía: Ese perro no es mío, sencillamente me sigue siempre que salgo.
Un mediodía tuve que cruzar la avenida (que era en doble sentido y a alta velocidad). No me di cuenta que el perro me seguía, en eso apareció un auto a velocidad full, yo logre cruzar, el perro no lo logro. el auto lo avento unos metros, el pobre perro lloro por un rato y luego murió.
Al cabo de dos días, en el trabajo me dijeron que el perro había dado su vida por mí (¿?). Es más hasta dicho fenómeno (el de dar la vida por otro) tenía un nombre (no me acuerdo).

Saludos

David

Antonio de Castro Cortizas dijo...

Mario, quizá profundizando más en los personajes el relato ganara en densidad, pero me pareció más interesante que estuviera contado como una anécdota.

Es cierto, Daniel, la duda entre el destino y el azar es la base del relato que citaba Cinexim, y me temo que siempre viviremos con ella.

David, es una historia muy triste. Me ha hecho pensar en otra historia canina, la de un naturalista, divulgador, gran articulista y bloguero que compró un cachorro que estaba en un estado lamentable, a punto de morir, y con gran esfuerzo lo sacó adelante. Hoy el perro ha crecido y está perfectamente, sano y brioso. Hay quien los ha visto a lo lejos, perro y amo, dando largos paseos por la Sierra de Gredos.

MTeresa dijo...

Precisamente
la muerte no es casual,
está predeterminada
y no importa donde te encuentres
ni adonde huyas,
si es tu momento final,
ella te encontrará,
un relato muy literario,
un besazo

Roy dijo...

Estupendo relato, Antonio.

Saludos
Roy

Javier Simpson dijo...

Carpe diem, Antonio.
Estuve hace 10 días en Paris y es alucinante. Hablas de la plaza de la Bastilla y es curioso porque en la guía que me llevé de la ciudad dicen que no tiene la vida de otros lugares, pero a mí me pareció todo lo contrario, sobre todo porque al lado del el edificio de la ópera debía haber una función… no me fijé muy bien qué era. Nos metimos por una callejuela que daba a la plaza estrecha llena de bares, cervecerías y restaurantes y el ambiente, aparte de las estupendas cervezas que nos tomamos mi novia y yo, era bastante alegre y bullicioso.
La historia de Max y Mohammed es pesadillesca. Un saludo, Antonio. Muy buen relato.

Raúl dijo...

Sin necesidad, ni tampoco intención de mitificarlo, sí es cierto que la noche me ha atraído desde siemrpe como escenario literario. Esa sensación como de que el tiempo languidece, inspira. Fíjate si no en tu relato. Magnífico.

deWitt dijo...

Ays! Como dice el amigo Javier Simpson, ¡carpe diem!

Por cierto, en YO CONFIESO, tenemos algo para tí!!

Un saludo

Roy dijo...

Menos mal que DeWitt va haciendo justicia, porque con cinco nominados no te dá pa ná.

Enhorabuena, aunque sólo sea por el simbolismo.
Roy

Antonio de Castro Cortizas dijo...

Amigos, gracias por vuestros comentarios. Y en efecto, gran sorpresa, deWitt, ya he dado cuenta de ella en tu blog.
Un saludo.