tag:blogger.com,1999:blog-53795672180899755982024-02-20T10:20:20.961+01:00paname bluesAntonio de Castro Cortizashttp://www.blogger.com/profile/04484128643637850564noreply@blogger.comBlogger38125tag:blogger.com,1999:blog-5379567218089975598.post-79101593733525361772022-01-20T22:28:00.005+01:002022-01-21T19:09:34.798+01:00LA MAESTRA<p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-right: 28.3pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Times New Roman", "serif"; line-height: 150%;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; font-size: large; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgGn9jgB5-XODZEu0kyjnV55jM9wp2Kcla-QAoUVZOLXOXJnX_HsQ9yBQqR5LGfNzMFBkirxko3fSIwGDk6t8FRqc7atDrmjpfPaBlog-aP70_lOUrBM4rHC5xnM0Ww9hYrIaEtTzgBIEP1uRdOu8Oqw_xlFwHSZGmtpLFgwQ6nt8BfGzfYFGBC5gKp=s1417" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="907" data-original-width="1417" height="256" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgGn9jgB5-XODZEu0kyjnV55jM9wp2Kcla-QAoUVZOLXOXJnX_HsQ9yBQqR5LGfNzMFBkirxko3fSIwGDk6t8FRqc7atDrmjpfPaBlog-aP70_lOUrBM4rHC5xnM0Ww9hYrIaEtTzgBIEP1uRdOu8Oqw_xlFwHSZGmtpLFgwQ6nt8BfGzfYFGBC5gKp=w400-h256" width="400" /></a></div><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-right: 28.3pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-right: -0.05pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 12pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">El colegio de monjas donde cursábamos preescolar los niños
del pueblo se alza en lo alto de un terreno elevado de las afueras. Es un
edificio muy grande en forma de U con un patio rodeado de jardines entre los
que se distingue la alta verja metálica. De su interior recuerdo, de manera
difusa, las interminables escaleras y los pasillos pintados de blanco, largos y
silenciosos, con una cruz de madera colgada en la pared del fondo. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-right: -0.05pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 12pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Al contrario que en el colegio donde luego estudiaría la
EGB, durante los dos años de preescolar no vi ninguna bofetada. Pero eran
habituales los llantos cuando castigaban a algún chaval mayor que nosotros y lo
traían a nuestras aulas para que lo viéramos los pequeños, o cuando por algún
motivo un compañero lloraba mientras los demás cantábamos a coro antes de
entrar en clase a primera hora de la mañana. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-right: -0.05pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 12pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Yo también lloré los primeros días, cuando tenían que
llevarme a la fuerza por un pasillo ya vacío hasta la puerta del aula, pero enseguida me acostumbré al ambiente insospechadamente acogedor que me esperaba
dentro. La maestra era una monja joven de rostro agradable y sonriente, vestida
con falda y camisa caquis y chaqueta azul marino, que se ocupaba sin aparente
dificultad, con mano firme, paciencia, buen humor y sorprendente ternura, de
empezar a educar a aquel grupo de niños uniformados y montaraces. Tal vez fuese
su corte de pelo, o su atuendo diferente de lo que estábamos acostumbrados a
ver, lo que le daba un curioso aire anticuado, como si perteneciera a una
década anterior o fuera a quedar instalada para siempre en aquellos años
setenta.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-right: -0.05pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 12pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Muy pronto la tristeza que yo sentía los primeros días al
subir las escaleras y recorrer los pasillos, o al andar solo por el patio durante
los recreos, desaparecía en cuanto la maestra cerraba la puerta del aula y
empezaba la clase. Aquellas tempranas lecciones, que en principio parecían tan
complicadas, terminaron convirtiéndose en algo entretenido y agradable gracias
a sus palabras animosas y alentadoras, y la inseguridad y la soledad iniciales no
tardaron en desvanecerse al sentarme ella junto a los compañeros con quienes
mejor me entendía. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-right: -0.05pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 12pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Pero los años de preescolar pasaron deprisa, y una mañana
de septiembre me encontré en medio del bullicio reinante en el patio del
colegio cercano, mientras esperábamos el comienzo de la primera clase de la EGB
y mirábamos con cierto recelo al profesor que nos habían atribuido. Después de
que nos ordenara formar una fila, el profesor abofeteó a un alumno interno que
no sabía exactamente dónde colocarse. Al cabo de unos minutos, en el momento de
echar a andar hacia el aula, levanté la vista y por encima del muro de cemento
que rodeaba el patio pude distinguir, en lo alto del terreno elevado, la planta
superior y las ventanas de las aulas adonde había acudido el curso anterior.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-right: -0.05pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 12pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">La parada de los autobuses escolares estaba situada
frente al colegio de monjas, así que de vez en cuando veía casualmente a la
maestra antes de volver a casa. Ella, con la sonrisa y la cordialidad
habituales, me preguntaba cómo me iba en el nuevo colegio o me hablaba de
antiguos compañeros que ahora estudiaban en centros de otros pueblos de la
comarca. Pero para entonces los años de preescolar parecían algo lejano y un
poco ridículo, y yo ya me sentía a gusto en aquel ambiente recién descubierto, bronco
y algo surrealista, de amigos, buen humor, bofetadas a mansalva, personajes
inefables y situaciones esperpénticas. Ocho años después terminé la EGB, entré
en el instituto y di los primeros pasos, inevitablemente azarosos, en dirección
a la vida adulta. Los cursos de preescolar se habían perdido en la distancia
del tiempo, ninguno de nosotros parecía recordarlos ya, y a la maestra no volví
a verla. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-right: -0.05pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
</p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-right: -0.05pt; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 12pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Hace unos años, ojeando fotografías de mi infancia
guardadas en una caja de cartón, me encontré con la instantánea de una fiesta
de Navidad en el colegio de monjas. Allí aparecía la maestra rodeada por un
grupo de niños entre los que estaba yo. Sonreí con inesperada nostalgia al ver
aquella foto. Durante los días siguientes, mientras la vida cotidiana discurría
con sus vaivenes habituales, volvieron a mi cabeza recuerdos de una época que
hasta entonces consideraba borrada de mi memoria. Me sorprendía tener
presentes, con paulatina claridad, sensaciones pertenecientes a un tiempo al
que nunca había dado especial importancia, como si en realidad mis vivencias
hubieran comenzado más tarde. Se diría que la traza de alguna de esas vivencias,
una traza marcada a fuego en mi interior, se difuminaba ahora ante la expresión
de un rostro honesto cuyo recuerdo parecía regresar con fuerza desde el pasado.
Contemplando la foto del colegio, no tardé en comprender que bajo la tutela de
aquella maestra, en el interior de aquella aula, conocimos la única etapa de nuestra
vida donde nunca existieron la vergüenza, el sentimiento de culpa, la soledad o
el miedo. <o:p></o:p></span></p><p></p><p></p>Antonio de Castro Cortizashttp://www.blogger.com/profile/04484128643637850564noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5379567218089975598.post-3015509834813073022021-12-10T15:18:00.002+01:002022-01-19T22:46:18.582+01:00EN EL BOSQUE<p style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Source Sans Pro", "serif";"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><p style="line-height: 15.05pt; margin-bottom: .0001pt; margin: 0cm; text-align: justify; vertical-align: baseline;"><span style="font-family: times; font-size: large;"><span style="border: 1pt none windowtext; color: black; padding: 0cm;"></span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgTbwY5rCkmQuSoGYc0rwnSBwYLuNMzkPSGtPddUrNNdwWX7-Rk6_0qCXqF1Hxg2KTQOTfzQdkzc1s3dLm5Xtv2SMGoe04JnfI5n4uvuiPBt6iKKbciAFXxWBUivqKvV_jIxM8ciBKmpy8/s2048/12469555_102175866830304_829741808723998209_o.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><span style="color: black; font-family: times; font-size: large;"><img border="0" data-original-height="2048" data-original-width="1536" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgTbwY5rCkmQuSoGYc0rwnSBwYLuNMzkPSGtPddUrNNdwWX7-Rk6_0qCXqF1Hxg2KTQOTfzQdkzc1s3dLm5Xtv2SMGoe04JnfI5n4uvuiPBt6iKKbciAFXxWBUivqKvV_jIxM8ciBKmpy8/s320/12469555_102175866830304_829741808723998209_o.jpg" width="240" /></span></a></div><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;"><span style="color: black; font-family: "Georgia","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 150%; mso-bidi-font-family: Times; mso-fareast-font-family: "Times New Roman";">Agotado, Portero se
detuvo un instante, se limpió la sangre del rostro con la manga de la camisa y
observó las crestas rocosas que se recortaban contra un cielo plomizo al
término de laderas boscosas y escarpadas. Pero sus captores lo hicieron avanzar
con brusquedad y los tres hombres siguieron caminando monte arriba. De mañana,
las gentes incorporadas al bando nacional que controlaban la comarca habían
asesinado a varios habitantes del pueblo. Si dos de sus vecinos libraron a
Portero del paredón, era sólo para interrogarlo en algún lugar apartado: se
decía que su padre, alcalde fallecido a los pocos días del alzamiento, había
escondido en el bosque un dinero adquirido de forma ilegal cuando era joven.</span><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 150%; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman";"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph; vertical-align: baseline;"><span style="color: black; font-family: "Georgia","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 150%; mso-bidi-font-family: Times; mso-fareast-font-family: "Times New Roman";">Los tres hombres seguían una senda apenas perceptible entre la
espesura. Algunas pistas que iban dejando atrás –el muro derruido de un viejo
molino, un riachuelo espumeante, una peña cubierta de musgo– le indicaban a
Portero que se acercaban no a donde estaba oculto un dinero inexistente surgido
de la imaginación popular y la envidia, sino al único lugar en el que podía
tener una oportunidad de librarse de la tortura y la muerte. Tropezó con una
raíz, se vino abajo, se incorporó y continuó la marcha. La sangre seca en su
nariz y sus cejas le producía una sensación de mareo. Aquella mañana había
celebrado no tener parientes vivos cuyo asesinato lamentar. Recordó a las
patrullas registrando las casas, a las mujeres que lloraban y gritaban mientras
se llevaban a sus hombres, las detonaciones tras la tapia del cementerio y la
embriaguez y la locura que parecían haberse apoderado de unos jóvenes que
apenas dos años antes habían sido sus compañeros de escuela. De vez en cuando
echaba un vistazo hacia arriba, y a la luz triste del atardecer podía ver las
copas de los árboles bajo el cielo invernal. Su corazón latió con rapidez al
reconocer el terreno y darse cuenta de que cada vez se hallaban más cerca del
punto del bosque al que deseaba llegar. Unos minutos después, los tres hombres
se adentraron en una zona especialmente frondosa que Portero conocía muy bien,
y a los pocos metros se detuvo frente a un árbol caído. Sus captores le
ordenaron seguir caminando y uno de ellos lo golpeó con la culata del fusil,
pero Portero repuso que era precisamente allí, bajo aquel grueso tronco, donde
estaba escondido el dinero. Tras la incredulidad inicial, los dos hombres
consideraron que no perdían nada por comprobar si aquello era cierto, así que
lo enviaron al suelo de un empujón y le ordenaron cavar. Portero escarbó con
las manos, y pronto tocó la bolsa de tela en la que guardaba una pistola
cargada con la que le gustaba disparar en aquel rincón apartado en los tiempos
de escuela. Uno de sus captores se había sentado en el tronco a su derecha con
el fusil apoyado en las rodillas, y el otro estaba en pie a su izquierda con el
arma colgada del hombro. Portero tenía las muñecas debajo del árbol. Siguió
cavando, y pasados unos segundos tiró de la bolsa hacia afuera mientras
introducía la mano derecha en la tela y asía la culata. Luego se irguió y abrió
fuego contra el hombre a su derecha y contra el que se hallaba a su izquierda
antes de que éste lograra apuntarle con el fusil. Sus captores se vinieron
abajo en medio del humo y Portero echó a correr hacia el interior del bosque
con el propósito de alcanzar en unas horas la zona republicana.</span></p></div>Antonio de Castro Cortizashttp://www.blogger.com/profile/04484128643637850564noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5379567218089975598.post-70071089022167322212019-06-26T12:36:00.001+02:002021-11-06T20:04:27.324+01:00LA CONQUISTA DEL OESTE<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj1sUiAYRP61SWOR5nWMt0Hn4eJhSrh_13_K0CxMtpsdTY4mEf8yKkPRUIgaEU_Ebfg0q-vBmes7PJ3qemZmoSUa4CvgFavZQIfqVIibRSKY0xXseLQzjWbniEucpUIFtXygjwFhSnW9jo/s1600/Peppard.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><span style="color: black;"><img border="0" data-original-height="360" data-original-width="640" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj1sUiAYRP61SWOR5nWMt0Hn4eJhSrh_13_K0CxMtpsdTY4mEf8yKkPRUIgaEU_Ebfg0q-vBmes7PJ3qemZmoSUa4CvgFavZQIfqVIibRSKY0xXseLQzjWbniEucpUIFtXygjwFhSnW9jo/s400/Peppard.jpg" width="400" /></span></a></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%;">
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "georgia" , serif; font-size: 13pt; line-height: 150%;">El cine del pueblo estaba en un viejo edificio
situado cerca del puerto pesquero, y allá por la década de los ochenta
caminábamos hasta allí los días nublados de verano en los que volvíamos pronto
del mar a causa de la lluvia. Era un amplio local con suelo de madera,
escenario </span><span style="font-family: "georgia" , serif; font-size: 12pt; line-height: 150%;">con
pesadas cortinas rojas </span><span style="font-family: "georgia" , serif; font-size: 13pt; line-height: 150%;">para
representar obras teatrales, y en la primera planta una platea (el “gallinero”)
y un bar (el ambigú) que recordaba a los de las fotografías del Oeste
americano, adonde subíamos a comprar bebidas y chocolatinas durante la pausa en
las proyecciones especialmente largas (pausa anunciada por un cartel que
aparecía en la pantalla con el texto “visite el ambigú” escrito a bolígrafo).
La programación constaba fundamentalmente de cuatro tipos de películas:
subproductos italianos o norteamericanos; estrenos que llegaban con dos o tres
años de retraso; clásicos de los cincuenta y primeros sesenta (como las
magníficas </span><i><span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;">El hombre de las pistolas
de oro</span></i><span style="font-family: "georgia" , serif; font-size: 13pt; line-height: 150%;">, </span><i><span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;">La conquista del Oeste</span></i><span style="font-family: "georgia" , serif; font-size: 13pt; line-height: 150%;"> y </span><i><span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;">Las nieves del Kilimanjaro</span></i><span style="font-family: "georgia" , serif; font-size: 13pt; line-height: 150%;">); y películas eróticas que proyectaban los jueves por la
noche y a cuyos pases no podíamos acudir, lo que las rodeaba de un halo de
leyenda (especialmente cuando pusieron una en tres dimensiones), aunque
paliábamos la prohibición contemplando las fotografías de la vitrina con las
preceptivas estrellitas sobre los pezones de las actrices.</span><span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 9pt; line-height: 150%;"><o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "georgia" , serif; font-size: 13pt; line-height: 150%;">Los domingos de invierno yo coincidía en la
cola de la taquilla con mis amigos del colegio sin que fuera necesario quedar
antes. En una ocasión fui con mi hermano a ver <i>Terminator</i> en
el primer pase de la tarde, pero la película ya había empezado y no nos dejaron
entrar por no tener la edad permitida. Había éxitos rotundos, como la cinta de
acción automovilística y tono humorístico <i>Los locos de Cannonball</i>,
con Burt Reynolds y Farrah Fawcett, que a causa de la gran afluencia de público
volvieron a proyectar el domingo siguiente. También se llenó la sala con <i>Karate
Kid</i>, película de aprendizaje y artes marciales durante cuyo clímax se
podía sentir la tensión en las butacas,</span><span style="font-family: "georgia" , serif; font-size: 13pt; line-height: 150%;"> </span><span style="font-family: "georgia" , serif; font-size: 13pt; line-height: 150%;">y la</span><span style="font-family: "georgia" , serif; font-size: 13pt; line-height: 150%;"> </span><span style="font-family: "georgia" , serif; font-size: 13pt; line-height: 150%;">concurrencia, emocionada, aplaudía cada vez que
el joven y atribulado protagonista salía victorioso de un asalto. Ciertos
títulos hacían surgir sentimientos insospechados en algunos espectadores: al
final de <i>Gremlins</i>, cuando el viejo chino va a la casa del protagonista
para arrebatarle el simpático y entrañable monstruillo, en el gallinero oí cómo
un chaval de uno de los barrios más duros del pueblo, indignado, amenazaba con
pegarle una hostia al asiático si se lo llevaba.</span><span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 9pt; line-height: 150%;"><o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "georgia" , serif; font-size: 13pt; line-height: 150%;">Era normal vacilar al acomodador, que armado
con su linterna buscaba por el pasillo entre las filas de butacas a los
elementos perturbadores. En <i>Conan el destructor</i>, en el momento en
que se enfrentan mentalmente el brujo bueno y el brujo maléfico y vence aquél,
alguien empezó a aplaudir de cachondeo contagiando al resto de la sala, que
rompió en aplausos mientras continuaba la proyección. Aquello me pareció la
cumbre de la hilaridad, así que unas semanas después, durante el pase de <i>Comando
Patos Salvajes</i> (una italiana de acción protagonizada por el gran Lee
Van Cleef), les dije a mis amigos que aplaudiéramos tras presenciar una
frenética persecución automovilística, pero en seguida tuvimos que parar al
ofrecernos dos hostias un fulano sentado con su novia en la fila de delante. A
veces, la complejidad de lo que veíamos en la pantalla era involuntaria: cuando
pusieron <i>El jinete pálido</i>, un western duro y brioso que me fascinó,
el proyeccionista se equivocó con el orden de los rollos de película, de manera
que se produjeron elipsis bruscas y sorprendentes y las escenas se sucedían en
un orden difícil de seguir.</span><span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 9pt; line-height: 150%;"><o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "georgia" , serif; font-size: 13pt; line-height: 150%;">En la oscuridad de aquella sala espaciosa y
acogedora descubrí lugares que me cautivarían y asociaría en mi imaginación con
los bosques y las playas de aguas verdes de los alrededores, como los Mares del
Sur de <i>Los piratas de las islas salvajes </i>o la junglas sudamericanas
de <i>Tras el corazón verde </i>y <i>La selva esmeralda</i>.
Otras películas me conmovían y me permitían asomarme a lo que intuía que era la
vida adulta, entre ellas las inolvidables, especialmente para quienes teníamos
once o doce años, <i>Único testigo, La rosa púrpura del Cairo</i> y<i> Cotton
Club. </i>A estas dos últimas me llevaron mi tío y su novia sendas noches lluviosas después de comprar tres curcuchos de patatas fritas en un puesto del
cercano mercado municipal que abría los domingos. Durante el pase de la
primera, me estremecí con la escena en la que Harrison Ford y Kelly McGillis
bailan al ritmo del <i>Wonderful World</i> de Sam Cooke en el interior de
un granero, y me costó semanas olvidar el perturbador momento en que se besan
arrebatadoramente por primera vez.</span><span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 9pt; line-height: 150%;"><o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "georgia" , serif; font-size: 13pt; line-height: 150%;">Cuando mi padre nos venía a buscar al terminar
las películas, le pedía los carteles al propietario del cine. Uno de los que
conservo hoy es el de <i>La conquista del Oeste</i>, superproducción de
principios de los años sesenta que para nosotros tenía la curiosidad de contar
en su reparto con un joven George Peppard, en aquellos tiempos célebre entre
los chavales de mi edad por protagonizar la serie televisiva <i>El equipo
A</i>. Era una película de tres horas dirigida por Henry Hathaway, John Ford y
George Marshall, y su larga duración permitía pasar media tarde instalados
cómodamente en las butacas. En la pantalla, James Stewart, John Wayne, Karl
Malden, Carroll Baker, Carolyn Jones, Richard Widmark, Lee J. Cobb y Gregory
Peck entre otros. La música de Alfred Newman. </span><span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;">La familia cuáquera que canta <i>El hogar en la
pradera </i>al son de un acordeón a orillas del río. <span style="background-attachment: initial; background-clip: initial; background-image: initial; background-origin: initial; background-position: initial; background-repeat: initial; background-size: initial;">El viejo trampero enamorado diciéndole a su futura y
joven esposa que va a sentar cabeza para casarse con ella. El muchacho que
vuelve de la guerra convertido en adulto. La estampida de bisontes. El tiroteo
del final sobre un tren en marcha rodado en espectacular formato panorámico. El
visionado de <i>La conquista del Oeste</i>, con su épica de buena ley, su
ritmo, su lírica emocionada, su reparto de grandes actores, sus personajes tan
reales que parecían de carne y hueso, y esos anhelos y esas grandes dificultades
y esas pequeñas victorias que, de alguna forma, anticipaban otros tantos que la
vida real nos depararía años después, fue una de las impresiones mas
imperecederas y es uno de los recuerdos más hermosos y duraderos de mi ya
lejana infancia. </span></span><o:p style="background-color: transparent;"> </o:p></div>
</div>
</div>
Antonio de Castro Cortizashttp://www.blogger.com/profile/04484128643637850564noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-5379567218089975598.post-8915882782084688462017-02-21T03:45:00.000+01:002018-12-10T21:07:58.580+01:00AL ANOCHECER<span style="color: black;">
</span><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgCLF9P-VblucnRuBmJ9BM_8U3MYQspqsHU68yZyGdWGSdb9uHTEjDFotAR_tlKlL9_Dt3G5-An_YI9q48x8-ybIkWFautbyOsS1Rx_py5HJqD9VitUf3vnaj40dY4UMGDqLEs4qoPSnEk/s1600/Brighton+Rock.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><span style="color: black;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgCLF9P-VblucnRuBmJ9BM_8U3MYQspqsHU68yZyGdWGSdb9uHTEjDFotAR_tlKlL9_Dt3G5-An_YI9q48x8-ybIkWFautbyOsS1Rx_py5HJqD9VitUf3vnaj40dY4UMGDqLEs4qoPSnEk/s400/Brighton+Rock.jpg" width="400" /></span></a><br />
<div align="right" class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm 0cm 10pt; text-align: right;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span lang="EN-US" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">They
can’t hang me. I’m already dead. I’ve been dead a long, long time.</span></span></i></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm 0cm 10pt; text-align: right;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span lang="EN-US" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"></span></i><span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">Jim
Thompson<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: black;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;">Michael
Byrne había descubierto el impulso de matar a los veintisiete años, cuando
trabajaba en una librería del centro de Londres, vivía en un pequeño
apartamento de las afueras y tenía relaciones esporádicas con compañeras de su
misma edad o con alguna cliente algo mayor. Uno de sus primeros recuerdos era
haber golpeado a otro niño en la escuela hasta hacerlo sangrar. Un par de
cursos más adelante, le había pegado a un alumno más joven sin motivo ni
provocación. Pero Byrne no era un tipo fuerte ni el líder de grupo alguno, sino
un muchacho retraído y más bien solitario. Años después, le habló de aquellas
agresiones a un psiquiatra al que visitaba periódicamente mientras estudiaba en
la universidad. El médico le explicó que la primera se debía a los celos causados
por el reciente nacimiento de su hermano, y la segunda había sido una manera
indirecta de vengarse del maltrato constante recibido en el centro donde había
estado interno, tras la muerte de sus padres. Sin embargo, el hermano de Byrne
tenía ya cuatro años cuando la primera agresión, y la siguiente había ocurrido
antes de que Byrne ingresara en el internado.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;"></span></span> </div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"></span><span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">El
trabajo en la librería le había aportado una tranquilidad desconocida para él hasta
entonces. En realidad, Byrne tenía la impresión de vivir dos vidas simultáneas:
por un lado, hacía frente a una inseguridad continua que a menudo se sentía
incapaz de contener y le dificultaba la comunicación con las escasas personas a
las que trataba día a día. Por otro, disfrutaba del aprecio incondicional de aquellas
mismas personas, para quienes era un tipo digno de confianza, un compañero tal
vez algo triste y tendente a la soledad, pero seguro de sí mismo y poseedor de
unas convicciones que lo distinguían del resto de la gente y lo situaban por
encima de la sordidez inherente a la vida cotidiana y al trato con los demás. Durante
las ocasionales salidas después del trabajo, Byrne sabía mostrarse ocurrente y divertido,
aunque no fuera especialmente hablador ni siquiera en los momentos más joviales.
Pero al día siguiente, cuando cogía el autobús para ir a la librería, se sentía
abrumado por una tristeza cercana al dolor ante escenas tan comunes en el
transporte público como una madre sonriéndole a un bebé en el asiento contiguo
al suyo, o al observar a dos niños, tal vez hermanos, charlando con las
mochilas al hombro mientras aguardaban bajo la marquesina de la parada a
resguardo de la lluvia.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;"></span></span> </div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"></span><span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">Aunque Byrne
nunca había olvidado del todo la vida anterior a su etapa universitaria,
llevaba unos años trabajando en la librería cuando empezó a evocar con
insistencia aquellas lejanas agresiones de los tiempos del colegio. Lamentaba
la primera, porque recordaba a su víctima como uno de sus mejores amigos de
entonces y se le antojaba un muchacho muy parecido a los que veía a diario
esperando el autobús. Pero el pensar en la segunda no le resultaba ingrato, pues
su compañero era tan cruel como cualquiera de los alumnos más fuertes, y
aprovechaba su amistad con ellos para incitarlos a humillar y hacer daño a quien
se le antojara. Con el tiempo, Byrne terminó por disfrutar del recuerdo de
aquella agresión y de las sensaciones que traía consigo: mientras cerraba la puerta
de la tienda después de una jornada de trabajo, sentado en autobús de vuelta a
casa o cuando subía en el ascensor hasta el apartamento, volvía a notar el
contacto de los nudillos al estrellarse contra el rostro de su compañero, la
confusión y el miedo reflejados en sus ojos, el vértigo al comprobar su poder
sobre alguien más débil físicamente, y aquello le producía un placer inesperado.
Poco importaba que en el internado él mismo hubiera sufrido, día tras día,
agresiones similares y toda clase de humillaciones por parte de sus compañeros.
El compartir la condición de víctima no le provocaba compasión, como si la vida
a esa edad no fuera más que un sufrimiento prolongado del que sólo se podían
librar unos pocos.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;"></span></span> </div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"></span><span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">Durante
la época en la que tuvo la certeza de que su credibilidad profesional y el
aprecio de sus compañeros estaban definitivamente afianzados, Byrne comenzó a
despertarse en mitad de la noche y a dejar pasar los minutos recordando detalles
de la segunda paliza, mientras oía la respiración pausada y sentía el calor del
cuerpo que yacía a su lado bajo las sábanas. Pronto descubrió que necesitaba volver
a vivir aquellas sensaciones, que no era suficiente con traerlas una y otra vez
a su cabeza, distorsionándolas y difuminando sus trazos hasta hacerlo dudar de
ellas, o de que los hechos evocados hubieran ocurrido exactamente como suponía
él. Y no tardó en sospechar que lo que la vida le estaba ofreciendo era insignificante
si se lo comparaba con la excitación que sentiría ante la posibilidad de
disfrutar de una experiencia similar a las de sus años escolares. También sintió
miedo al darse cuenta de que, en realidad, ahora le gustaría ir mucho más
lejos. En la edad adulta a la que pertenecía, como miembro de una sociedad
despiadada cuya vileza consciente y asumida parecía una simple puesta al día de
la crueldad frívola e irreflexiva de episodios lejanos y olvidados por la
mayoría, para que el gozo fuera pleno no bastaría con una paliza sino que
debería llegar hasta el final, matando a su víctima. Byrne sintió cómo empezaba
a difuminarse su interés por alicientes de la vida diaria a los que, sin
embargo, trataba de aferrarse para no perder la cabeza ni desligarse por
completo de aquella rutina protectora. Pero lo único importante en ese momento era
poder escoger una víctima y matarla sin ser descubierto, y el deseo tan
acuciante que aunque luego tuviera que compensar aquel acto ofreciendo su
propia vida, el precio le habría parecido ínfimo.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;"></span></span> </div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"></span><span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">Un atardecer
de diciembre, Byrne bajó del autobús, cerró los botones del abrigo y echó a
andar hacia el bloque de viviendas donde estaba su apartamento. Antes de llegar
pudo ver a lo lejos, bajo la luz de las farolas que bordeaban un parque
cercano, a una joven de su edad que venía en sentido contrario. Byrne redujo la
marcha, se giró como si hubiera olvidado algo y siguió caminando. Al cabo de
unos segundos, la joven pasaba a su lado y se encaminaba hacia un bosquecillo
situado en uno de los extremos del parque. Byrne no tardó en alcanzarla, y en
cuanto se aproximó a ella la golpeó con todas sus fuerzas en la espalda. La
joven se vino abajo con un grito de sorpresa y dolor y Byrne la retuvo
sentándose encima de su vientre y apoyando las rodillas en sus antebrazos. Se disponía
a golpearla en el rostro pero fue incapaz, así que se puso en pie y se alejó
corriendo.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;"></span></span> </div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"></span><span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">Horas
después, tumbado sobre la cama con la mirada fija en el resplandor proveniente
de la ventana, Byrne tenía la impresión de haber envejecido cien años. Temía
que en adelante su conciencia lo privara de todo sosiego y agradecía que algo
en su interior le hubiera impedido ir más lejos, aunque en realidad sabía que su
indecisión no había sido motivada por la piedad o los principios, sino por unos
escrúpulos transformados en hábito cuya fuerza era mayor que la que lo había
empujado a planear y finalmente llevar a cabo aquella agresión.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;"></span></span> </div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"></span><span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">Sin
embargo, al día siguiente se despertó lamentando no haber matado a su víctima,
y con el transcurso de las horas se afianzó la certeza de que ninguno de los
pequeños episodios que conformaban su vida diaria, y habían terminado por hacer
de ella algo verdaderamente apreciable, tenía el más mínimo valor si se lo
comparaba con aquel acto. Imaginó que de no lograr culminarlo no podría seguir
viviendo, y su único temor ante el paso a dar no tuvo que ver con sus posibles consecuencias
sino con una incapacidad de llegar hasta el final que surgiera en el último instante
y lo forzara a sentirse, una vez más, como se estaba sintiendo ahora.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;"></span></span> </div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"></span><span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">Dos
días después, Byrne bajó del autobús </span><a href="https://www.blogger.com/null" name="_GoBack"></a><span style="color: black;">en una parada
anterior a la suya y caminó junto a los árboles en dirección a su casa por la
orilla del río que atravesaba aquel distrito de las afueras. Dentro del
bolsillo del abrigo sujetaba con la mano derecha la empuñadura de una navaja
abierta. Tras varios minutos de trayecto solitario, su corazón latió con
rapidez cuando oyó pisadas sobre el pavimento húmedo y vio acercarse entre las
sombras una silueta esbelta, que unos metros más adelante resultó ser la de una
mujer de mediana edad envuelta en un abrigo rojo. Mientras se aproximaba a
ella, Byrne tomó aliento y trató de dominar el impulso de marcharse. La mujer
parecía tener prisa y en ningún momento desvió la vista del frente, como si sus
pensamientos se encontraran lejos de allí y no la asustara cruzarse con un
desconocido en aquel lugar apartado y a una hora tardía. Al llegar a su altura
Byrne se detuvo, la hizo girarse apoyando la mano izquierda en su hombro y pudo
distinguir una mirada en la que se sucedieron la sorpresa, el desprecio y una
agresividad inminente, pero antes de que ella actuara sacó del bolsillo la navaja y se la clavó en el cuello. La mujer retrocedió y terminó viniéndose
abajo en medio de los matorrales y Byrne trastabilló, se derrumbó sobre ella y sintió
en el rostro el suave contacto de su mejilla y el calor de la sangre. Cuando la
mujer expiró, Byrne se hizo a un lado respirando con dificultad y quedó tendido
boca arriba al abrigo de la espesura. Sentía algo que aunque no tenía nada que
ver con el placer físico, lo llenaba de una plenitud mucho mayor
que la que le habían aportado cualquiera de las relaciones sexuales más
satisfactorias mantenidas hasta entonces, y estuvo seguro de que durante los
segundos anteriores había sido verdaderamente feliz por primera vez en su vida.
Se puso en pie, arrojó la navaja al centro del río y empujó el cadáver de su víctima
hacia la orilla, y mientras lo veía desaparecer bajo el
brillo plateado de la superficie se sucedieron dos pensamientos en su cabeza:
Byrne se preguntó si un único acto como aquél, un acto aislado sin
continuidad en el transcurso de una vida en la que el aprecio de los demás representaba
el reflejo de un interior atribulado pero definitivamente satisfecho,
era suficiente para echar por tierra la percepción que uno poseyera de sí
mismo. Luego tuvo la impresión de haber obligado a su víctima a participar
en una insólita partida de la que, contra todo pronóstico, por algún motivo él
no había sido el ganador. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span></span></span></div>
Antonio de Castro Cortizashttp://www.blogger.com/profile/04484128643637850564noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5379567218089975598.post-87079179385262792332016-07-10T03:13:00.000+02:002016-07-10T13:00:46.288+02:00JOHN GRIFFIN<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLI3SNYDEXiU-Ayw-1cBoR4G61I4cI8uRBECAxNHfOWSWZUBGyZhgR_mee3RXsNzTf8Fw5ACTmyeO-YF2sOelZ8sJVZW5VhmW_Fd-IBL0k2DGkPtCb_HVyXdx931I4naxgWjjcwJ0yPF0/s1600/IMG_20160621_164306.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLI3SNYDEXiU-Ayw-1cBoR4G61I4cI8uRBECAxNHfOWSWZUBGyZhgR_mee3RXsNzTf8Fw5ACTmyeO-YF2sOelZ8sJVZW5VhmW_Fd-IBL0k2DGkPtCb_HVyXdx931I4naxgWjjcwJ0yPF0/s400/IMG_20160621_164306.jpg" width="400" /></a></div>
<div class="separator" style="clear: both; line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 10pt 0cm; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">John Griffin llegó a la costa al límite de sus fuerzas. Llevaba varias horas corriendo y ocultándose entre la espesura. Durante los primeros minutos había dejado atrás la posada y había salido de la aldea sin apenas volver la cabeza, y una vez en el bosque se sintió más seguro. Pero sabía que pronto repararían en su ausencia, así que en cuanto perdió de vista las casas echó a correr entre los árboles, reduciendo la marcha si sentía que su pecho iba a estallar y retomando el ritmo cuando se había recuperado un poco. Ahora, desde lo alto de la ladera, contemplaba con estupor, como si no acabara de creer lo que estaba viendo, la inmensidad azul que se perdía en el horizonte. Sólo Hayes, el único muchacho de su edad en aquella banda de ladrones de la que ambos formaban parte, había intentado huir con anterioridad, y en seguida lo encontraron. Griffin se preguntó si andarían ya tras su pista. Pero, aunque así fuera, no tardarían en darlo por perdido en aquella zona de grandes acantilados, donde era fácil errar el camino y despeñarse contra las rocas. </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="-ms-text-justify: inter-ideograph; line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 10pt 0cm; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">Recorrió un trecho al abrigo de los árboles, y cuando la oscuridad cubría la costa salió al descubierto y corrió a través de los campos. La luz de la luna brillaba por momentos, pero pronto volvía a desaparecer por detrás de las cambiantes nubes. Griffin cruzó un riachuelo tratando de no resbalar sobre las piedras y se encontró en la linde de un prado descendente sobre el que destacaba la figura solitaria de un árbol. El ruido del oleaje resonaba ahora mucho más próximo. Griffin siguió adelante, pero se detuvo al distinguir a lo lejos la silueta de un edificio. Recordó haber oído a Hayes hablar de una mansión erigida tiempo atrás por Lord Wyndham, un gran señor de la zona. Fuera aquel edificio o no, el lugar le pareció ideal para ocultarse durante la noche. Echó a andar a paso ligero y de inmediato lo asaltó un pensamiento silenciado hasta entonces bajo otros temores más apremiantes. Según Hayes, una noche de invierno como aquélla Wyndham había azotado a su hijo menor hasta matarlo, sin que nadie llegara a saber el motivo. Su esposa y el primogénito huyeron de la vivienda y corrieron hacia el pueblo donde vivían los padres de ella, pero se equivocaron de dirección, se apartaron de los caminos y terminaron cayendo al mar desde lo alto de un acantilado. Wyndham fue detenido, juzgado y condenado a la horca gracias al testimonio de sus sirvientes y a la mediación de los parientes de su mujer, y nadie volvió a habitar la mansión. Sin embargo, algunos pastores que al anochecer recorrían la costa de regreso a sus casas aseguraban haber visto a lo lejos el fantasma del hijo de Lord Wyndham. Cuando Griffin escuchaba a Hayes no había dado importancia a lo que entonces consideraba meras supersticiones, pero ahora, mientras avanzaba por el camino que se perdía en la oscuridad para conducir sin duda hasta la entrada del edificio, aquel relato no le parecía tan descabellado. Se paró tras haber recorrido unos metros. Se veía incapaz de seguir adelante, pero tampoco podía retroceder. Recordó la mañana en que Anderson, Gilder y Brennan habían salido en busca de Hayes. Regresaron sin él unas horas después, pero todos sabían que su cadáver quedaba en el fondo del mar con una piedra al cuello. Griffin siguió avanzando con fingido aplomo. Trató de apartar de su imaginación la voz de Hayes hablando del fantasma del joven Wyndham, pero le parecía oírla con tanta claridad como si su amigo caminara a su lado. El viento agitaba la hierba y sacudía las ramas del árbol que acababa de dejar atrás. Griffin aceleró la marcha. Pisó charcos, resbaló en el barro, tropezó con las piedras esparcidas por el camino, dobló una curva tras otra evitando desviar la mirada del frente, y al cabo, después de bordear un último recodo cubierto de vegetación, la silueta del edificio surgió ante sus ojos y se recortó contra el cielo, proyectando la sombra de sus dos torres sobre lo que un día debió de haber sido un amplio jardín. Griffin se detuvo y las observó, luego se acercó con paso dubitativo hasta la fachada. Se paró junto a la escalinata que conducía hacia la entrada principal y miró a su alrededor tratando de percibir algo bajo la luna que brillaba entre las nubes. Pudo distinguir una maraña de vegetación en torno a los muros de la vivienda y los primeros árboles de un bosque cercano, de dónde provenía el fragor del oleaje al romper contra los acantilados. Se dejó caer en el último peldaño de la escalinata. Estaba agotado y hambriento. Tenía los pies empapados y su ajada vestimenta apenas lo protegía del frío nocturno. Se puso en pie, subió la escalinata y se paró frente a la entrada. Después de un instante de indecisión, empujó la pesada puerta de madera y entró. En cuanto pisó el vestíbulo lanzó un chillido y retrocedió de un salto: había visto su propia imagen en un espejo cubierto de telarañas. Se tranquilizó poco a poco, temblando de frío y sonriendo con nerviosismo ante su ridícula reacción. Se dijo a sí mismo que no había nada que temer. Recorrió el vestíbulo y llegó hasta una estancia espaciosa cuyo único mobiliario consistía en una mesa situada encima de una alfombra en el centro de la pieza. A su derecha había una amplia chimenea, y frente a él dos ventanas con los cristales rotos permitían que la luz de la luna se proyectara sobre la maltratada superficie de madera. Por una de ellas podía ver el bosque y los acantilados, y por la otra la escalinata que daba acceso a la mansión, las curvas del camino, el prado en pendiente y el árbol solitario que había dejado atrás media hora antes. Acercó el rostro a la primera y sintió el olor del aire marino y de la vegetación húmeda y frondosa. Al oír una ola que rompió con estruendo, se estremeció pensando que el mar se revolvía contra el nuevo ocupante de aquella vivienda maldita. Apartó esa idea de su cabeza y se sentó en el suelo junto a la chimenea. Allí dentro no parecía haber fantasma alguno. </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="-ms-text-justify: inter-ideograph; line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 10pt 0cm; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">Griffin estaba cansado, pero el suyo era un cansancio muy diferente del miedo y la extenuación que sentía cuando al final de la jornada se reunía con sus compañeros en algún lugar convenido. Sentía una curiosa satisfacción por haber salvado la vida llegando hasta allí sin ayuda de nadie, y por primera vez se dio cuenta de que echaba de menos a Hayes. Apretó los brazos contra el cuerpo para darse calor. Sus ojos estaban a punto de cerrarse, vencidos por la fatiga, cuando oyó arreciar el viento. Las nubes se desplazaron y en cuestión de segundos la estancia quedó tan en penumbra como si alguien hubiera corrido una cortina por delante de las ventanas. Griffin se irguió y pegó la espalda a la pared. Su vista se acostumbró a las tinieblas a la vez que se desvanecía la efímera sensación de seguridad que había llegado a tener durante los minutos anteriores. Recordó el relato de Hayes, y no pudo evitar preguntarse si el hijo de Lord Wyndham habría muerto en ese mismo lugar. Tuvo la impresión de que el frío aumentaba. Se incorporó, y después de observar un momento la oscuridad del vestíbulo se desplazó hasta la ventana orientada hacia el bosque. El bramido del mar volvía a parecerle ahora un sonido amenazador. Giró la cabeza, y al dirigir la mirada hacia la otra ventana pudo avistar una figura a caballo que desaparecía por detrás de una curva, muy cerca ya de la mansión. Corrió a ocultarse bajo la mesa; unos segundos después, se asomó levemente y vio cómo el jinete doblaba el frondoso recodo que indicaba el final del camino, se paraba un momento delante del edificio y seguía cabalgando hacia el bosque. Griffin aguardó expectante sin moverse de su escondite. Al cabo de pocos minutos el jinete cabalgó de regreso. Griffin lo vio aproximarse a la parte delantera de la mansión y tirar de las riendas hasta detener su montura al pie de la escalinata. El jinete levantó la vista hacia la fachada del edificio, luego miró a un lado y a otro como si buscara algo en la oscuridad. Finalmente desmontó, miró a su alrededor una vez más y comenzó a subir la escalinata a paso lento, aunque sin llegar a detenerse. Griffin lo perdió de vista cuando se acercaba a la puerta, pero el silbido del viento no le impidió distinguir las pisadas que pronto resonaron por el interior del vestíbulo. Se ocultó bajo la mesa a la vez que el recién llegado avanzaba unos pasos y se paraba ante la estancia en la que se encontraba él. Aunque no podía ver su rostro, Griffin había reconocido ya el andar seguro, los hombros anchos, la cabeza erguida y el torso esbelto de Anderson. Éste no se movía del vestíbulo ni apartaba la mirada del frente: tampoco podía ver a Griffin a causa de la penumbra, pero si las nubes volvían a desplazarse la luz de la luna llegaría a los distintos recodos del salón y la mesa dejaría de servirle de escondite. Por un instante, Griffin pensó en arrastrarse en silencio hacia la ventana para tratar de huir a través del bosque. Pero Anderson lo vería en el momento de salir y continuaría la búsqueda el tiempo necesario, convencido ya de su presencia en los alrededores. Además, Griffin no conocía la zona y temía terminar cayendo desde un acantilado como la esposa y el hijo de Lord Wyndham. Por otro lado, no estaba seguro de que Anderson tuviera la certeza de que él se ocultaba dentro de la vivienda: en ese caso habría pronunciado su nombre en voz alta y habría entrado sin vacilar, y en vez de eso seguía parado delante del salón, como abrumado por una indecisión extraña en él. Anderson hizo amago de avanzar pero no llegó a moverse de donde estaba. Aguardó unos segundos, luego desapareció en la oscuridad del vestíbulo y sus pisadas indicaron que retrocedía de regreso a la escalinata. Griffin se irguió con precaución y lo vio descender los escalones, montar apresuradamente, picar espuelas y tirar de la rienda en dirección al camino. Anderson dobló el recodo cubierto de vegetación y durante los minutos siguientes la silueta de jinete y montura apareció y desapareció entre las curvas, hasta terminar difuminándose por completo en la lejanía. Griffin reclinó la espalda contra una pata de la mesa, exhausto y temeroso aún de salir de su escondite. Notaba en todo el cuerpo el agotamiento de la jornada. Sus ojos se cerraban, sintió un súbito temor ante la posibilidad de quedarse dormido. Movió la cabeza y trató de permanecer despejado, pero acabó cediendo al sueño y se deslizó sobre la madera hasta quedar tumbado en el suelo, mientras la luz de la luna iluminaba de nuevo el interior del salón. </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="-ms-text-justify: inter-ideograph; line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 10pt 0cm; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">Griffin notó en el rostro el calor del sol. Abrió los ojos y se estremeció al darse cuenta de que ya era de día. Por un instante tuvo la impresión de que lo habían descubierto y Anderson aguardaba en pie frente a él, pero pronto comprendió que estaba solo en aquella estancia de la mansión. Se incorporó ayudándose de la mesa y anduvo hasta la ventana orientada al camino: desde allí pudo ver las sinuosas curvas, el prado en pendiente y el árbol solitario mecido por la brisa, y también alcanzó a avistar entre las diferentes tonalidades de verde el riachuelo que había cruzado la noche anterior. A la luz de la mañana, la zona parecía tan despoblada como lo había estado horas atrás, mientras avanzaba en dirección a la mansión. Antes de salir se paró un momento frente al espejo del vestíbulo, por cuya puerta abierta entraba el aire marino, y contempló su propia imagen. Luego descendió la escalinata, echó un último vistazo al camino y se alejó en dirección contraria siguiendo un sendero que discurría a través del bosque. De vez en cuando miraba a un lado, y más allá de los árboles y la maleza veía las velas de los barcos que se aproximaban a la costa o ponían rumbo a mar abierto.</span></span></div>
Antonio de Castro Cortizashttp://www.blogger.com/profile/04484128643637850564noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-5379567218089975598.post-5405626104669530982016-05-22T02:56:00.001+02:002021-12-10T13:01:57.861+01:00PARIS 15<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm 0cm 10pt; text-align: justify;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivt254m_dOOz4eG6FNMU4Afe8LaXhvyShiMhihC6AJH_FkdEMAZsAn58B35ePQKbEZLIOpbNR49hdASJtxRY9U23D_MYNGqE6pqE72M-iuuSkx_BLY1en_b40_kn9PHIHZjthCR1gmCLg/s1600/Brassai.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><span style="color: black;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivt254m_dOOz4eG6FNMU4Afe8LaXhvyShiMhihC6AJH_FkdEMAZsAn58B35ePQKbEZLIOpbNR49hdASJtxRY9U23D_MYNGqE6pqE72M-iuuSkx_BLY1en_b40_kn9PHIHZjthCR1gmCLg/s400/Brassai.jpg" width="276" /></span></a></div>
<span style="color: black; font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;">La jornada del
recepcionista nocturno en un hotel parisino de dos estrellas deja mucho tiempo
para pensar, leer, ver una película o hacer lo que uno quiera. En general es un trabajo rutinario y las
noches transcurren con tranquilidad, pero de vez en cuando las cosas se animan durante
un rato.</span><br />
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><br /><span style="color: black;">
Ayer, a eso de las cuatro de la mañana, entró en la recepción un tipo de veinte
años que no llevaba maletas y parecía apurado. Imaginé que iba a preguntarme si
podía usar el cuarto de baño, pero lo que me preguntó fue si el hotel tenía acceso
desde la calle de atrás, porque alguien amenazaba con tirarse por la ventana de
una habitación de la sexta planta y la policía, a quien había llamado él, estaba a punto de llegar. Antes
de que pudiera responderle, <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>entró un
agente y me dijo que necesitaban saber urgentemente si existía aquella puerta
trasera, y si la ventana por la que asomaba el suicida potencial pertenecía a
una habitación del hotel o a uno de los apartamentos contiguos. Detrás de la
recepción hay una puerta cerrada que da a la calle, así que busqué la llave entre
los manojos guardados en el cajón del mostrador. Interrumpió la búsqueda otro
agente que me ordenó seguirlo de inmediato, aunque antes de salir le dijo al testigo que esperara allí
por si entraba alguien durante mi ausencia. Cuando llegamos a la calle trasera
los demás policías estaban bastante irritados por mi tardanza, pero su compañero
les explicó que yo había tenido que tomar medidas antes de venir para no tener
problemas en mi trabajo. Una agente me ordenó mirar hacia la ventana, donde en
ese momento no había nadie, y le dije que, efectivamente, pertenecía al hotel.
Luego otro policía contó conmigo las plantas, estuvimos de acuerdo en que se
trataba de la sexta, y la agente quiso saber qué habitación era y quién se
alojaba allí. La habitación era la 67 pero los nombres había que buscarlos en
el ordenador, así que unos volvimos apresuradamente a la recepción y otros se
quedaron en la calle, hablando por radio e iluminando la ventana mientras
llegaba un camión de los bomberos. En aquella habitación se hospedaban dos personas
con apellido anglosajón y allá fuimos, unos en ascensor y otros por las
escaleras. Una vez en la sexta planta, le di la llave maestra al agente que dirigía
la operación y desapareció junto con sus compañeros tras la esquina que se
forma en un extremo del pasillo. Entre tanto iban llegando más policías y
bomberos, que hablaban por radio o aguardaban en el rellano de la escalera. Uno
de ellos me dijo que me alejara del pasillo y a continuación se situó de cara a
la habitación, flexionó las rodillas, adelantó ligeramente la zurda y alzó la
diestra a la altura de la culata de la pistola. Retrocedí hasta el ascensor
preguntándome si realmente una situación como aquella podía degenerar en un
tiroteo. Pasados unos segundos oí cómo los agentes abrían la puerta, entraban
en la habitación e iniciaban con los clientes una conversación caótica en un
inglés imposible. Al cabo salió un policía de cierta edad y le explicó por
radio a alguien que sólo eran unos turistas que habían bebido y hacían el
gilipollas en la ventana. Como yo estaba delante no hizo falta que lo
repitiera, simplemente me transmitió con una mirada su opinión sobre aquellos
fulanos y se fue escaleras abajo. Dejé pasar los minutos mientras continuaba la
discusión, hasta que consideré que no me necesitaban en la sexta planta y le
pregunté a un bombero que llegaba en ese momento si podía bajar. Me preguntó si
yo era un amigo de los clientes, le contesté que era el recepcionista, y me
dijo que bajara si quería. En la recepción aguardaban un italiano con sus maletas, un ruso que necesitaba saber cómo funcionaba la conexión de internet,
dos francesas que querían pagar la estancia para no tener que hacer cola al día
siguiente, y el transeúnte que había llamado a la policía. Mientras iban
bajando bomberos y policías invité al ruso a sentarse en la salita contigua,
hice la llegada del italiano, y me disponía a cobrarles a las francesas cuando el
agente al mando les preguntó si no les molestaba esperar
un momento. Ellas asintieron sonriendo con timidez y el policía, más que nada
por guardar las formas, procedió a tomar mis datos y los del testigo. Éste
estaba avergonzado por haber dado la alarma y ver ahora en qué había terminado
todo, pero el agente le dijo que no se preocupara, que había hecho lo correcto
al llamarlos. Luego se dirigió a las clientes y les explicó que también iba a
tomar sus datos por si eran requeridas como testigos. Ellas se aprestaron a colaborar,
pero el agente sonrió.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm 0cm 10pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">–Era broma –dijo.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm 0cm 10pt; text-align: justify;">
<span style="color: black; font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;">Mientras tanto,
policías y bomberos bajaban las escaleras, charlaban e iban saliendo. Me
pregunté cuántas historias similares estarían sucediendo en ese momento en otras
zonas de la ciudad. Al cabo de unos minutos, tuve la impresión de que todos se
habían ido con la misma rapidez con la que habían llegado. Les cobré la
estancia a las clientes, e iba a sentarme para seguir leyendo cuando me acordé
del ruso que tenía dificultades para conectarse a internet. Corrí hasta la salita
pero no estaba allí: debía de haber subido a su habitación, tal vez impresionado
por la presencia policial, o asustado, o simplemente aburrido. Al volver a la recepción observé los árboles de la calle y la boca del metro bajo la primera luz del amanecer. Luego me acomodé en el sillón tras el mostrador, encendí el flexo y
retomé la lectura.</span></div>
Antonio de Castro Cortizashttp://www.blogger.com/profile/04484128643637850564noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-5379567218089975598.post-75790177392433494592015-11-21T21:49:00.000+01:002018-11-29T23:57:34.156+01:00SOUS LE CIEL DE PARIS<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgv1V_Cx-5gmDr_rXiEmGDB35prIx70h6eVAZkSfRVqW-k7gzmZM07y1gyoI8y4rTUaakoxEP75ug88dJ03W1VmJY-59fUvbFQMffMw5b-PrKGgnCo5Czf6722CLw0y2F5q2dEHWWLnZGI/s1600/Doisneau.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="332" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgv1V_Cx-5gmDr_rXiEmGDB35prIx70h6eVAZkSfRVqW-k7gzmZM07y1gyoI8y4rTUaakoxEP75ug88dJ03W1VmJY-59fUvbFQMffMw5b-PrKGgnCo5Czf6722CLw0y2F5q2dEHWWLnZGI/s400/Doisneau.jpg" width="400" /></a><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm 0cm 10pt; text-align: justify;">
<span style="background: white; font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES;">El bullicioso barrio de Montmarte, donde
mi mujer tiene una tienda, silencioso y vacío. El tiempo tormentoso, el hastío, el volver a vivir lo vivido. Sus lágrimas cuando
hace cinco semanas estalló una bomba en Ankara, su rabia
y su desprecio contra quienes organizaron el atentado y contra quienes
permitieron que se llevara a cabo. El tono reposado con el que, tiempo atrás,
me contó que hace treinta años uno de sus hermanos mayores, miembro voluntario
de una guerrilla kurda, falleció durante un combate en la frontera entre
Turquía e Irak. Sus ocasionales silencios, que como dice mi madre son los mismos en los que se sumía mi abuelo a lo largo de los años posteriores a la guerra civil. Su falta de miedo hoy, sus recuerdos
de infancia raramente invocados: el silbido de las balas por delante de las
ventanas, la presencia constante de militares, las continuas idas y venidas,
las familias vecinas con hijos desaparecidos, el dolor por los muertos recientes, el
aprender a no decir nada, el duelo permanente de jóvenes y
adultos. <o:p></o:p></span></div>
<div style="text-align: center;">
***</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm 0cm 10pt; text-align: justify;">
<span style="background: white; font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES;">El respeto de algunos automovilistas
ante el tráfico cortado durante la manifestación que se organizó en París
después del atentado de Ankara y el sonido de los cláxones de otros, mientras
en el aire de aquella agradable tarde de otoño se respiraba que en cuestión de
meses (que al final resultaron ser semanas) algunos de los allí presentes,
independientemente de nuestros orígenes, formaríamos parte del siguiente
balance de heridos y muertos. La presencia policial nada rutinaria en los
puntos del metro más insospechados, cubriendo entradas y salidas con una mirada
nueva y cargada de significado mientras los usuarios les echamos una rápida
ojeada y bajamos la vista al pasar frente a ellos. La ausencia de reservas para
los próximos meses en el hotel donde trabajo, las continuas anulaciones de
otras que fueron hechas antes del trece de noviembre. El gesto grave en el
rostro del repartidor de ropa limpia desde que la noche del viernes se quedó
bloqueado con el camión de camino a un hotel del distrito 10 y oyó los
disparos. La tristeza en la mirada de gentes a las que trato cada día y la
frivolidad y la despreocupación en la de otras, las opiniones sensatas e
inteligentes y las estúpidas o interesadas. La certeza de que en los próximos
meses a padres, cónyuges o hermanos de muchos de nosotros se los informará del
fallecimiento de algún pariente en un atentado, y de que eso no va a suceder
únicamente en Francia, Bélgica, Turquía o Mal<span style="background-color: white; color: #333333; font-family: Georgia, serif; font-size: 13px; line-height: 20.8px; text-align: left;">í</span>. La descripción minuciosa durante los
informativos de la batalla campal en el piso de Saint-Denis entre policías
y terroristas, que cabe calificar de heroica por parte de los primeros. Las
llamadas telefónicas de familiares y amigos, las sonrisas y el sentido del humor
y las ganas de vivir, como si la vida tuviera un sabor renovado ahora que
sabemos mejor que nunca que la vida no vale nada. Las voces de la gente
paseando por las calles, las luces del barrio que
empiezan a encenderse al caer la tarde, el sonido de los trenes que van y
vienen de París al final del día o al comienzo de una nueva jornada. </span></div>
Antonio de Castro Cortizashttp://www.blogger.com/profile/04484128643637850564noreply@blogger.com10tag:blogger.com,1999:blog-5379567218089975598.post-67802089111556921652015-04-18T22:57:00.001+02:002021-12-10T14:55:27.217+01:00EL CABALLERO Y LA DAMA<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2LTWulbhoBWaI79TxsIS0fHGrxGidguPOY4_UUqb2sDg04zr1eCn1wL3d8mxOrNRFbySj9C-eY4hit3HaPhDeX0jVKiOn_1D5mJ6ugPAlz3DoBJf_YSkeIeklaCOOVOcQacLslyE-pzs/s1600/Flavia+the+Heretic.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2LTWulbhoBWaI79TxsIS0fHGrxGidguPOY4_UUqb2sDg04zr1eCn1wL3d8mxOrNRFbySj9C-eY4hit3HaPhDeX0jVKiOn_1D5mJ6ugPAlz3DoBJf_YSkeIeklaCOOVOcQacLslyE-pzs/s1600/Flavia+the+Heretic.jpg" height="216" width="400" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<div class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; mso-line-height-alt: 12.2pt; text-align: justify;">
<div class="MsoNormal" style="background: white; margin-bottom: 0.0001pt; text-align: justify;">
<div class="MsoNormal" style="background-attachment: initial; background-clip: initial; background-image: initial; background-origin: initial; background-position: initial; background-repeat: initial; background-size: initial; margin-bottom: 0.0001pt;">
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Sir Gareth se puso en pie con
esfuerzo ayudándose del estribo de su caballo. Estaba herido en el pecho.
Frente a él, sobre la hierba empapada de sangre, yacían los cadáveres de su
escudero y de los tres salteadores que los habían atacado. En el fondo del valle
distinguía ya las casas de la aldea. Allí le curarían la herida y podría mandar
a alguien para que se hiciera cargo del escudero. Envainó la espada. Se quitó
la capa y cubrió con ella al hombre que había embarcado con él en Portsmouth
cuatro años antes, que lo había acompañado durante la sangrienta campaña de
Francia, y que cabalgaba a su lado de regreso después de haber desembarcado en
tierra inglesa días atrás. Le dio la espalda. Intentó montar a caballo, pero el
dolor se lo impidió y tuvo que apoyarse en el lomo del animal. Pasados unos
segundos, echó a andar hacia el valle tirando de las riendas. Se internó en un
bosque atravesado por un sendero, se detuvo bajo los árboles y observó la
herida entre los intersticios de la cota de malla. Levantó la vista hacia el
cielo cubierto. Tenía que llegar a la aldea antes de que estallara la tormenta.
Oyó pisadas que se aproximaban y se volvió con la mano en la empuñadura. Una
mujer apartó unas ramas al borde del sendero, avanzó unos pasos y se reclinó, a
punto de desfallecer, sobre el tronco caído de un árbol. Era joven, tendría su
misma edad, y parecía una dama, a pesar de sus ropas rasgadas y de su cabello
desgreñado. Sir Gareth se acercó hasta ella. La dama trató de retroceder, pero
fue incapaz y se dejó caer contra el árbol. Sir Gareth tuvo que sujetarla por
los hombros para evitar que se viniera abajo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–¿Qué os ha sucedido? –preguntó.
La dama tomó aliento.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–Viajábamos hacia el norte
–respondió, evitando mirarlo a la cara–. Hace unas horas, unos salteadores nos
salieron al paso y mataron a mi marido y a nuestros sirvientes.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">A Sir Gareth le sorprendió que la
dama fuera la única superviviente, y que no hubieran dado ya con su pista.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–No temáis, hay una aldea cerca
–dijo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Caminaron hacia la linde del
bosque. Sir Gareth pudo ver entre los árboles las figuras distantes de un grupo
de campesinos que se alejaban en dirección al valle. Aceleró la marcha, pero la
dama trastabilló y acabó cayendo. Sir Gareth retrocedió. Se agachó con
dificultad y notó una punzada en el pecho mientras la ayudaba a levantarse. Al
sentir su olor y su respiración entrecortada, imaginó lo que habrían hecho con
ella los bandidos de no haber logrado huir. Sujetó las riendas y acercó el
caballo para que montara. La dama se detuvo con un gesto aterrorizado cuando oyeron ruido de cascos más allá de la curva que acababan de dejar atrás. Sir Gareth se
volvió y desenvainó la espada. Después de aguardar un momento, vio a dos
jinetes que cabalgaban por el interior del bosque hacia donde se
encontraban ellos. Sus ropas estaban arrugadas y cubiertas de polvo, pero
también eran gente de calidad. Debían de haber recorrido un largo trecho para
llegar hasta allí. A pesar de su aspecto fatigado, Sir Gareth podía leer la
determinación en sus ojos, que parecieron encenderse en cuanto identificaron a
la dama. Ésta se llevó la mano a la boca y ahogó un grito al reconocerlos. El
caballero que iba en cabeza le hizo una señal a su compañero y desmontaron,
luego se dirigió a Sir Gareth.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–Entregadnos a esa mujer
–exclamó.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Era un hombre maduro de semblante
cansado y reflexivo. Sir Gareth creyó reconocer su voz y tuvo la impresión de
haberlo visto antes. El porte de aquellos caballeros no coincidía con lo que la
dama le había dicho de sus atacantes. Se situó frente a ella y trató de
disimular la herida desplazándose levemente bajo la sombra de un árbol. Estaba
preparado para asestar el primer golpe.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–Ha sufrido un asalto –repuso–.
Seguirá conmigo hasta la aldea.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">El caballero más joven llevó la
mano a la espada, pero su compañero se interpuso antes de que pudiera
desenvainar y retuvo su antebrazo. Había visto la duda en la mirada de Sir
Gareth, y parecía decidido a resolver la situación sin que fuera necesario un
enfrentamiento.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–Soy Sir Lionel de Maris y éste
es mi hijo, Sir Hector. Nuestro castillo está al sur, a dos días de camino de
aquí.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Sir Gareth bajó la espada al
reconocer a un viejo conocido de su padre al que había visto muchos años atrás,
cuando era niño, aunque su interlocutor no daba muestras de recordarlo a él.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–Esa mujer ha matado a mi otro
hijo, su marido –siguió el caballero.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–¡No le creáis! –exclamó la
dama–. ¡Está mintiendo!<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–Es ella quien miente. Llevaba
varias semanas viendo a su amante cuando mi hijo los sorprendió y lo mató. Pero
antes de que pudiera volverse, ella lo apuñaló por la espalda y luego huyó con
la complicidad de su doncella. Hicimos hablar a la doncella, fue ella quien nos
contó lo sucedido.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–¡No es cierto! –insistió la
dama.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–Salimos en su búsqueda y al fin
la hemos encontrado. Ahora la llevaremos con nosotros, para que se le aplique
la ley y sea condenada a la hoguera por la muerte de su marido.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">La dama rompió a llorar con
desesperación. Sir Gareth se hizo a un lado. El joven se adelantó y sujetó
a la dama por los brazos.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–¡Ayudadme! –imploró ella.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Sir Gareth envainó la
espada. El otro caballero puso una cuerda en torno a las muñecas de la dama,
y entre los dos la ataron mientras trataba de liberarse.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–¡Por el amor de Dios, no dejéis
que me lleven! –gritó.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">El joven asió el extremo de la
cuerda y lo enlazó en la cincha de la silla de su caballo. La dama se desplomó
sollozando. Los caballeros montaron y elevaron una mano en señal de despedida.
Sir Gareth les respondió con el mismo gesto y ellos cabalgaron de vuelta al
interior del bosque. La cuerda se tensó, la dama tuvo que ponerse en pie
atropelladamente para no ser arrastrada por el caballo. Trató de detener la
marcha tirando hacia atrás pero se vio forzada a avanzar a trompicones. Sir
Gareth recuperó su montura mientras la pequeña comitiva se alejaba.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–¡Os lo suplico! ¡Ayudadme!
¡Ayudadme! –oyó, antes de perderlos de vista entre el la espesura.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0.0001pt;">
<br /></div>
</div>
</div>
</div>
</div>
</div>
</div>
Antonio de Castro Cortizashttp://www.blogger.com/profile/04484128643637850564noreply@blogger.com12tag:blogger.com,1999:blog-5379567218089975598.post-60794521094287784932015-01-19T05:09:00.001+01:002021-12-10T12:31:29.277+01:00A NEW SHADE OF BLUE<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiWVuulsM1yRhLkWza6mUpvKRERS5NadsMyxgMFBoiZERsiyMDMObNL8LN85F5tSxScw7OZQr_id1jlFc4GC4yPXUE7W3jdFKdEUmgKgVscfSepDdyvz2MCJRvBD_Fxvnuv25vBsYIFxyY/s1600/Red+Rock+West.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiWVuulsM1yRhLkWza6mUpvKRERS5NadsMyxgMFBoiZERsiyMDMObNL8LN85F5tSxScw7OZQr_id1jlFc4GC4yPXUE7W3jdFKdEUmgKgVscfSepDdyvz2MCJRvBD_Fxvnuv25vBsYIFxyY/s1600/Red+Rock+West.jpg" height="204" width="320" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 10.0pt; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">Tom Carter trabajaba en la
gasolinera de un pueblo de Texas a sesenta kilómetros de El Paso. Bobby Fuller
se detuvo a repostar en una ocasión, y después de pagar le firmó un autógrafo y
le estrechó la mano. Luego subió al coche y siguió su camino mientras Carter,
parado frente al surtidor, lo veía alejarse.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 10.0pt; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span lang="EN-US" style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: EN-US; mso-bidi-font-family: Arial;">En febrero de 1966, The Bobby Fuller Four sacaron el álbum<i> I Fought The Law</i>. </span><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">Carter salió de trabajar, fue
a comprarlo y lo pinchó en cuanto llegó a casa, antes de quitarse la cazadora y
lavarse las manos grasientas. Desde que la había escuchado en la radio, no se
le iba de la cabeza la versión del viejo tema de Sonny Curtis que daba título
al disco. Pero ahora se sintió hechizado por la tercera canción de la cara A,
“A New Shade of Blue”. Nunca había oído nada semejante. Volvió a pincharla un
par de veces y escuchó el álbum entero mientras comía. Luego dedicó la tarde a
reparar el motor de la camioneta que utilizaban en la gasolinera, y al
anochecer entró en casa y cenó con el disco puesto. Se sentó cansado delante de
la televisión, pero en seguida se levantaba para volver a escuchar “A New Shade
of Blue”. Pasada la media noche, se tumbó en la cama y se durmió con las
palabras de Fuller resonando melancólicas y certeras dentro de su cabeza.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 10.0pt; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">Aunque al día siguiente no
trabajaba, Carter se levantó temprano. Fue hasta la estantería donde guardaba
sus discos. Cogió el de The Bobby Fuller Four para escuchar de nuevo “A New
Shade of Blue”, y al sacarlo de la funda se le escurrió entre los dedos y cayó
al suelo. Lo recogió inquieto, lo pinchó y comprobó que se había rallado la
cara A. Tenía que ir a comprar otra copia. Iba a vestirse cuando se le ocurrió
encender la radio: Steve Nichols, un conocido con quien solía coincidir los
viernes por la noche en los bares de la ciudad, quizá emitiera la canción desde
la emisora donde trabajaba. Al cabo de un rato, Carter pudo oír, conmovido, los
primeros compases de “A New Shade of Blue”. Pero la canción terminó dos minutos
y cincuenta y tres segundos después, y a continuación Nichols siguió emitiendo
los temas que Carter escuchaba habitualmente. Apagó la radio, se vistió, salió
a la calle, subió al coche, y en unos minutos aparcaba frente a la tienda de
discos. Entró, se hizo con una copia del álbum y la pagó, la joven dependienta
lo miró con extrañeza mientras salía. Carter condujo de vuelta a casa. Después
de pasar por delante de la emisora redujo la velocidad, dio marcha atrás y se
detuvo frente al pequeño edificio. Vio al locutor al otro lado de la ventana de
la planta baja, con el micrófono cerca de la boca. Nichols gesticulaba,
manipulaba discos y activaba controles, parecía que hablara solo. Carter lo
observó un rato. Luego bajó del coche y entró en el local. Cuando Nichols lo
vio, se puso en pie y salió de la sala de control para saludarlo. Carter le
pegó un puñetazo que lo hizo caer, entró en la sala y cerró la puerta con
llave. No le costó dar con el disco que buscaba; lo sacó de la funda y emitió
“A New Shade of Blue”, Nichols le había explicado cómo se hacía. Antes de que
la canción terminara, oyó los golpes del repuesto Nichols contra la puerta. Se
levantó, abrió y de un puñetazo mandó a Nichols fuera de la emisora. Después
regresó a la sala, volvió a pinchar la canción y siguió pinchándola a lo largo
del día, ignorando las llamadas telefónicas de los indignados oyentes. Estaba
anocheciendo cuando los agentes de policía aparcaron delante de la emisora,
irrumpieron en la sala echando la puerta abajo y redujeron a Carter. Lo sacaron
a la calle esposado, ante la mirada curiosa de los que se reunían frente al
local. La mayoría lo tomaban por loco y unos cuantos lo felicitaban. Carter
pidió disculpas a Nichols. La semana siguiente fue juzgado (aunque Nichols no
puso denuncia) y condenado a sesenta días de cárcel por alterar el orden.
Cuando salió de prisión volvió a su trabajo en la gasolinera de aquel pueblo de
Texas.</span><span style="font-family: Georgia, serif; font-size: 13pt; line-height: 115%;"> </span></div>
Antonio de Castro Cortizashttp://www.blogger.com/profile/04484128643637850564noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-5379567218089975598.post-27089846505276172502014-10-20T01:14:00.000+02:002015-02-12T02:18:51.352+01:00THE LAST KISS<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjSQsZ0y04uGzAny0YHX3FXQ4uyVTUyhU-HM_VQFWH2kUTeKc9Jq6phUyU9gordJg40mj3zgMeqj0Qvzp97nCTwXqOfqadTRThhl_49XXp-Di0FWhtzMXYYAlsHLuVu11CmqDW3GrqvQz0/s1600/Invasion+of+the+Body+Snatchers.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjSQsZ0y04uGzAny0YHX3FXQ4uyVTUyhU-HM_VQFWH2kUTeKc9Jq6phUyU9gordJg40mj3zgMeqj0Qvzp97nCTwXqOfqadTRThhl_49XXp-Di0FWhtzMXYYAlsHLuVu11CmqDW3GrqvQz0/s1600/Invasion+of+the+Body+Snatchers.JPG" height="360" width="400" /></a></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm 0cm 10pt; tab-stops: 42.55pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">Wilson aguarda a Jean sentado bajo una sombrilla junto a la piscina del hotel. Un botones sube al Pontiac rojo parado frente a la entrada y lo conduce hacia el aparcamiento. Desde la ventana abierta de una habitación, atenuado por el ruido del oleaje, llega el “The Last Kiss” de Wayne Cochran interpretado por Pearl Jam. Más allá de la línea de palmeras, Wilson divisa la puesta de sol sobre el Océano Pacífico. Cientos de personas recorren de un lado a otro el paseo marítimo. Wilson lleva un rato observando a la turista rubia que trepa hasta el nivel más alto del trampolín, se tira al agua de cabeza, hace dos largos de piscina, sale del agua, sube de nuevo al trampolín y vuelve a tirarse al agua. Durante más de media hora repite el mismo itinerario. Mientras termina su bebida, Wilson se da cuenta de que la turista tiene el rostro de Jean. Es Jean, pese a que Jean siempre ha sido pelirroja. Pero no se decide a levantarse para salir de allí con ella. Tienen que marcharse de San Diego antes de que anochezca, los dos saben lo que va a sucederles si se quedan en la ciudad después de la puesta de sol, pero Wilson no es capaz de levantarse, y la turista que es Jean sigue saltando desde el trampolín y nadando en la piscina. Cuando al fin logra ponerse en pie, Wilson siente un mareo. Su vista se nubla, se viene abajo y trata de apoyarse en la pared. Pero no hay pared, la más cercana está a doscientos metros, la del muro de hormigón que rodea la piscina. Wilson abre los ojos y comprende que no se llama Wilson, que su nombre ha sido siempre Richardson, que se encuentra en el corredor de la muerte de la prisión de San Quintín y que lleva allí los últimos doce años. Recorre la celda de un lado a otro recordando la mañana de febrero de 1998 en que descubrió la cabeza de Jean tirada al fondo de un callejón de Bridgeport, unos minutos antes de que la policía se presentara en la pensión donde se habían alojado. No puede discernir nada de lo sucedido antes o después de aquello, sólo la sangre seca sobre la nieve y la impresión de entender algo que en seguida olvidó y los pasos de los agentes a su espalda. Richardson se deja caer en la silla. Los guardianes vienen a buscarlo, lo sacan de la celda y lo conducen por el corredor hacia el lugar de la ejecución. Las palabras “dead man walking!” todavía resuenan en su cabeza mientras lo sujetan a la camilla y unas manos enguantadas le frotan los brazos con alcohol y le aplican las inyecciones. Imagina el dolor que va a sentir dentro de unos minutos cuando el alcaide haya dado la señal y la ejecución se lleve a cabo. Siente la asfixia, los espasmos, el intenso calor en las venas, un calor inaguantable, infinito: el calor de los rayos de sol que acarician su rostro sin afeitar, el calor del sol del mediodía que reverbera sobre la carrocería de los automóviles que pasan en una y otra dirección mientras él se aleja del arrabal de San Diego caminando bajo la sombra escasa de las palmeras. “Jean, ¿dónde estás?”, piensa. “¿Es que nunca podré escapar de California?”</span></div>
Antonio de Castro Cortizashttp://www.blogger.com/profile/04484128643637850564noreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-5379567218089975598.post-74803141723236680582014-05-12T00:19:00.000+02:002014-05-13T04:09:08.055+02:00LA BALADA DE HENRY MADDOX<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjQA2WY1XNLqvAog3XgYtnGJd5t244CPnH9RQAkC-0dHlSUHaaaIFClWjSbMSgCsyqZgIyUS-8YPrnUX2h-560_yTrL8bxu-9tTHUQU3HqKjNGJLDueRGRjEoVdlRVNcBdsKR7vZKQ0xRc/s1600/Rebel+flag.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" closure_lm_314333="null" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjQA2WY1XNLqvAog3XgYtnGJd5t244CPnH9RQAkC-0dHlSUHaaaIFClWjSbMSgCsyqZgIyUS-8YPrnUX2h-560_yTrL8bxu-9tTHUQU3HqKjNGJLDueRGRjEoVdlRVNcBdsKR7vZKQ0xRc/s1600/Rebel+flag.jpg" yta="true" /></a></div>
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">Tres hombres cabalgaban al atardecer entre las sombras que empezaban a formarse en el interior de los montes Ozark. Sin dejar de escudriñar la creciente oscuridad, atravesaban claros, remontaban lomas, cruzaban riachuelos, se detenían un instante para verificar la ruta y volvían a desaparecer tras una curva de aquel sendero bordeado de vegetación húmeda y frondosa cuyo ramaje se unía a pocos metros por encima de ellos. El que iba en cabeza se llamaba Henry William Maddox y no pasaba de los treinta años. El ala de su sombrero, en otro tiempo adornado con una pluma, ensombrecía un rostro anguloso de barba castaña y expresión dura y fatigada. Bajo el raído guardapolvo con el que se cubría asomaba una chaqueta que un día fue elegante, y de su cinturón sobresalían las culatas de cuatro revólveres Colt Navy del calibre 38. Le seguía Robert Brady, un hombre alto y corpulento de mirada sagaz, aunque nublada por el cansancio. Era algo mayor que Maddox, vestía ropas humildes y ajadas y portaba el mismo armamento, distribuido entre su cinturón y la silla de montar. Cerraba la marcha George Carter, un joven de apenas dieciocho años vestido de modo similar al de Brady. Su expresión resuelta se transformaba en una mueca impaciente cuando oía un ruido difícil de identificar y llevaba las manos a las culatas de sus Colts, mientras giraba sobre la silla como si temiera una emboscada, aunque conocía el terreno tan bien como sus compañeros. <o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">Unas horas antes, Maddox, Brady, Carter y otros tres veteranos del ejército confederado habían atracado el banco de Griffin, Arkansas, una pequeña ciudad situada a treinta millas al sur de la frontera con Missouri. Cuando salían del local se encontraron con un grupo de hombres armados y distribuidos a lo largo de la calle, que abrieron fuego contra ellos en cuanto dieron un paso adelante. Dos de los atracadores cayeron allí mismo y los otros lograron montar y escapar al galope en dirección a los bosques, pero uno de ellos recibió un balazo en la espalda, cayó por tierra y fue alcanzado de nuevo antes de poder recuperar las riendas de un caballo encabritado. Los fugitivos se adentraron en un territorio inhóspito siguiendo una ruta que muy pocos de sus perseguidores habían transitado antes. Después de media jornada de marcha dura y fatigosa, lograron dejarlos atrás y siguieron cabalgando hacia el remoto lugar donde pasarían la noche, para luego continuar la huida camino del sur. Era el golpe más grave que habían sufrido desde el final de la guerra, y Maddox no ignoraba que si en la ciudad estaban al tanto de sus planes, alguien de la banda tenía que haberlos delatado.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">Los jinetes ascendieron un terreno escarpado, alcanzaron la parte alta de una colina cubierta de árboles y maleza y se detuvieron frente a una cabaña que apenas se distinguía a la luz del crepúsculo en medio de la espesura. A sus oídos, proveniente del valle ya a oscuras que acababan de recorrer, llegaba el murmullo de un río. Desmontaron, ataron las riendas de los caballos al tronco de un árbol, echaron un último vistazo alrededor y entraron. Maddox encendió una lámpara cuyo tenue resplandor le permitió ver el interior de la estancia: dos ventanas desde las que podían cubrir parte del bosque y el acceso a la cabaña, una cama destartalada con un par de mantas polvorientas, un pequeño baúl, una mesa y sillas y una escupidera. Brady y Carter se quitaron los sombreros y se derrumbaron, agotados, en los asientos, mientras Maddox se despojaba del sombrero y del guardapolvo, que arrojó uno encima del otro sobre la cama. Luego abrió el baúl, sacó una botella de whisky y vasos y se sentó a la mesa con sus compañeros. <o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">–Mañana a esta hora estaremos camino de Texas –dijo con gravedad después de que todos hubieron bebido. Luego observó a Brady y a Carter.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">–Fue una trampa –afirmó al cabo–. Conocían nuestro plan. No tuvieron más que esperar a que saliéramos del banco para cazarnos.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">Sus compañeros levantaron la vista, asombrados.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">–Los hombres de Pinkerton llevaban tiempo sobre nuestra pista –añadió Maddox–, y al fin nos han encontrado.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">Apuró su vaso. Carter y Brady lo miraban con atención. Maddox se dirigió al primero.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">–George, te uniste a nosotros hace pocos meses por mediación de Hathaway, pero siendo el menos experimentado, escapaste del tiroteo sin un rasguño.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">Carter se movió ligeramente hacia delante, como si no comprendiera lo que acababa de oír.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">–Dos días antes del atraco saliste del refugio y fuiste hasta Dunning –siguió Maddox.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">–Fui a la granja a ver a mi madre –explicó Carter–. Ya lo hice otras veces, y no pusisteis ninguna objeción.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">–Los agentes de Pinkerton te estaban esperando allí.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">–¿Estás loco, Hank? –exclamó Carter.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">–No es la primera vez que sucede algo así. Tenía que haberme dado cuenta, pero me fié del criterio de Hathaway.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">Carter trató de sonreír, pero sólo logró una mueca atribulada.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">–Supongo que bromeas...<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">–No hay otra explicación. Llevamos mucho tiempo aislados, nadie más conocía nuestro plan.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">–Brady también salió –protestó Carter de buena fe–. Y lo mismo hicieron Lane y Ellsworth.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">Brady miró fijamente a Carter.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">–A Lane y a Ellsworth los mataron delante del banco –repuso Maddox–. Y Brady lleva luchando a mi lado desde que estalló la guerra.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">Carter no supo qué responder.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">–Levántate –dijo Maddox, echando su silla hacia atrás e incorporándose.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">Carter pareció enmudecer.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">–¿Qué estás diciendo? –murmuró.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">Brady se puso en pie y se desplazó a un lado de la mesa.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">–¡Levántate! –bramó Maddox.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">Carter se irguió sin apartar la mirada de la suya.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">–Maldita sea, Hank, yo no hice nada...<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">–No vamos a perder más tiempo. Tienes la oportunidad de defenderte. Es más de lo que mereces.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">–Hank, sabes que no tengo ninguna oportunidad contra ti...<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">Carter retrocedió hacia la puerta y se detuvo al sentirla a su espalda. No podía hacer frente a Maddox, pero tampoco tenía ninguna posibilidad de abrir y salir corriendo de allí. Brady no se movía de donde estaba, y no parecía dispuesto a hacer nada por ayudarlo. Carter se dio cuenta de que era el final del camino para él. Sin embargo, no había delatado a Maddox, y sería incapaz de traicionar a unos hombres junto a los cuales había encontrado al fin su lugar. Acercó la mano al revólver que llevaba entre el cinturón y la camisa. Maddox aguardaba al otro lado de la mesa. Carter tiró del revólver, Maddox desenfundó y abrió fuego y Carter cayó contra la puerta, se encogió con un gesto de dolor y se vino abajo. El revólver estaba entre los dedos de su mano derecha, pero no había llegado a disparar. Dejó escapar un gemido y cerró los ojos. Maddox guardó su arma y se acercó hasta él, dándole la espalda a Brady. Éste retrocedió unos pasos sin hacer ruido y sujetó su revólver con tiento. Maddox contempló en silencio el cadáver de Carter. Iba a volverse cuando Brady sacó el revólver y le disparó a quemarropa hasta vaciar el cargador. Se detuvo al apretar el gatillo y sentir que no le quedaban balas. Su corazón latía con rapidez. Maddox estaba tirado a sus pies con la cabeza hecha pedazos y la espalda y los brazos acribillados. Brady no podía creer que hubiera matado a aquel hombre sin ayuda alguna. Guardó el revólver olvidando cargarlo, tosió a causa del humo que se extendía por el interior de la cabaña y dejó escapar una carcajada nerviosa. Luego recordó cómo, cuatro años antes, su caballo se había roto una pata cuando huían de Gettysburg y Maddox volvió sobre sus pasos a galope tendido para sacarlo de allí en la grupa.<o:p></o:p></span></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div style="line-height: 150%; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: 'Georgia','serif'; font-size: 13pt; line-height: 150%;"><span style="color: black;">Brady salió evitando pisar a los dos hombres tirados frente a la entrada, montó un caballo que creía el suyo (en realidad era el de Carter), picó espuelas y se perdió en la noche.<o:p></o:p></span></span></div>
Antonio de Castro Cortizashttp://www.blogger.com/profile/04484128643637850564noreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-5379567218089975598.post-60730616722137163872014-02-12T02:14:00.000+01:002014-03-30T21:38:09.815+02:00ATARDECER EN LAKE VALLEY<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgvPGUEpHt1ikOPMhiZIGR2Hejn31WA92q5h0mn1R3BhmOuem2B2_NcjPHZJbOwun7f8WSVfzeBcg092fShCbk3RyPKn0q1o9H44YailFWhzKIxcEfsQ2nqq_e5uDKommloWg27L3OIZRQ/s1600/Rough+Night+in+Jericho.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><span style="color: black;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgvPGUEpHt1ikOPMhiZIGR2Hejn31WA92q5h0mn1R3BhmOuem2B2_NcjPHZJbOwun7f8WSVfzeBcg092fShCbk3RyPKn0q1o9H44YailFWhzKIxcEfsQ2nqq_e5uDKommloWg27L3OIZRQ/s1600/Rough+Night+in+Jericho.jpg" height="321" width="400" /></span></a></div>
<div style="text-align: justify;">
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</xml><![endif]--><span lang="ES" style="color: black; font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: 'Times New Roman'; mso-fareast-font-family: 'Times New Roman';">El forastero llegó al atardecer a Lake Valley, Nuevo México, mientras cabalgaba de camino hacia el sur. Recorrió al paso la calle principal prestando atención a la gente con la que se cruzaba y frenó el caballo frente a una oficina de correos situada al otro extremo de la ciudad. En la pared había un cartel en el que se ofrecía una recompensa por la captura de un fugitivo de la justicia. El forastero arrancó el papel y le echó un vistazo. Su rostro se ensombreció. Dobló el papel y lo guardó en el bolsillo interior de la chaqueta. Un hombre corpulento, aseado y recién afeitado, salía en ese momento de la barbería contigua. Se detuvo en lo alto de las escaleras y observó al forastero, que se disponía a seguir adelante.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES" style="color: black; font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: 'Times New Roman'; mso-fareast-font-family: 'Times New Roman';">–Un momento –dijo el hombre de la barbería–. Antes de marcharse, deje eso donde estaba.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES" style="color: black; font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: 'Times New Roman'; mso-fareast-font-family: 'Times New Roman';">El forastero miró hacia él.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES" style="color: black; font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: 'Times New Roman'; mso-fareast-font-family: 'Times New Roman';">–¿Se refiere al anuncio?</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES" style="color: black; font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: 'Times New Roman'; mso-fareast-font-family: 'Times New Roman';">El otro no respondió.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES" style="color: black; font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: 'Times New Roman'; mso-fareast-font-family: 'Times New Roman';">–No creo que le interese a nadie –repuso el forastero con forzada cordialidad–. A estas alturas, el fugitivo ya debe de estar llegando a Durango.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES" style="color: black; font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: 'Times New Roman'; mso-fareast-font-family: 'Times New Roman';">–Eso no es asunto suyo. Tal vez alguien quiera sacarse unos dólares con la captura de ese tipo.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES" style="color: black; font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: 'Times New Roman'; mso-fareast-font-family: 'Times New Roman';">La cordialidad se borró del rostro del forastero. Espoleó el caballo, pero el otro hombre sujetó la rienda y lo hizo detenerse. El animal relinchó y se movió adelante y atrás. La gente que pasaba volvía la cabeza hacia la barbería. El forastero bajó la vista.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES" style="color: black; font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: 'Times New Roman'; mso-fareast-font-family: 'Times New Roman';">–Suelte la rienda –murmuró.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES" style="color: black; font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: 'Times New Roman'; mso-fareast-font-family: 'Times New Roman';">–Deje eso donde estaba –repuso el hombre de la barbería.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES" style="color: black; font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: 'Times New Roman'; mso-fareast-font-family: 'Times New Roman';">El forastero trató de seguir adelante pero el otro se lo impidió.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES" style="color: black; font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: 'Times New Roman'; mso-fareast-font-family: 'Times New Roman';">–¿Es que no me ha oído? –insistió sin soltar la rienda.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES" style="color: black; font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: 'Times New Roman'; mso-fareast-font-family: 'Times New Roman';">El forastero hizo ademán de separarlo y el otro tiró de su pierna hacia arriba y lo mandó a tierra. Los transeúntes se detuvieron con interés. El barbero salió a la puerta y el cliente del que se ocupaba en ese momento se asomó a la ventana con una toalla al cuello y media cara cubierta de espuma. El forastero se puso en pie rápidamente y se quitó la chaqueta, y los que lo rodeaban repararon en la estrella de plata prendida de la solapa. Su agresor, que acababa de apartar el caballo y se acercaba con los puños cerrados, se detuvo al ver cómo llevaba las manos al cinturón, del que colgaban dos Colts. Cuando el forastero se quitó el cinturón, el otro cargó contra él. Los espectadores abrieron bien los ojos. El forastero paró la acometida y de un puñetazo mandó a su rival al otro lado de la calle. Éste se repuso y volvió a la carga con furia. Tras un duro intercambio de puñetazos, el hombre de la barbería cayó contra el costado del caballo. El animal se encabritó y el hombre de la barbería se desplomó agotado. Había perdido por completo el aspecto pulcro que tenía antes. El forastero se acercó hasta su caballo. Uno de los que habían presenciado la pelea echó a andar hacia él con paso firme, y al verlo acercarse el forastero sacó un revólver de la canana. El otro se detuvo.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES" style="color: black; font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: 'Times New Roman'; mso-fareast-font-family: 'Times New Roman';">–¡Ya basta! –exclamó el forastero–. ¡Soy el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">marshall</i> John Brennan, de Silverton! Voy en busca de mi hermano Tom y ningún cazador de recompensas lo va a encontrar antes que yo.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES" style="color: black; font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: 'Times New Roman'; mso-fareast-font-family: 'Times New Roman';">Mientras se ponía el cinturón y la chaqueta los curiosos se hicieron a un lado para que pudiera montar, aunque ya estaban a una distancia suficiente desde que habían visto el revólver en su mano derecha. </span><br />
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES" style="color: black; font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: 'Times New Roman'; mso-fareast-font-family: 'Times New Roman';">–¿De qué lo acusan? –preguntó una mujer mexicana que había salido de un almacén y lo miraba con cierta simpatía.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES" style="color: black; font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: 'Times New Roman'; mso-fareast-font-family: 'Times New Roman';">–Ahora ya de nada –respondió el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">marshall</i> a lomos del caballo–, por eso tengo que encontrarlo. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><span lang="ES" style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: 'Times New Roman'; mso-fareast-font-family: 'Times New Roman';">Pero, dos semanas antes, Tom habría perdido la vida si Brennan y Carter, su ayudante, no hubieran actuado con rapidez. El alcalde de la ciudad y Tom se habían peleado una noche en plena calle después de que el primero agrediera a una de las mujeres del <i style="mso-bidi-font-style: normal;">saloon</i>, y varios vecinos formaron un corro en torno a su hermano y lo echaron a patadas. El alcalde apareció muerto de madrugada cerca del local, y los que acudieron al oír el disparo acusaron de inmediato a Tom. Brennan se encargó de sacarlo de la habitación de la pensión donde dormía, y una vez en la cárcel Carter y él tuvieron que alejar a tiros a la turba que se había formado ya para lincharlo. Brennan<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>se preguntaba qué podía hacer por su hermano, pero Carter lo vio claro: le abrió a Tom la puerta de la celda y lo dejó huir por una ventana mientras Brennan trataba de calmar los ánimos en la puerta principal. Éste se enteró más tarde y salió en su busca. Siguió su rastro hacia el sur, y tras varios días de marcha se disponía a retomar el viaje después de descansar en San Antonio, cuando Carter llegó a lomos de un caballo agotado y le dijo que habían descubierto al verdadero asesino. La mujer a la que defendi</span></span><span style="color: black;"><span lang="ES" style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: 'Times New Roman'; mso-fareast-font-family: 'Times New Roman';"><span style="color: black;"><span lang="ES" style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: 'Times New Roman'; mso-fareast-font-family: 'Times New Roman';">ó</span></span> Tom confesó haber visto cómo un desconocido seguía al alcalde hasta la calle, se encaraba con él en un callejón y terminaba disparándole a quemarropa. Luego había huido hacia el norte, todas las ciudades situadas a lo largo del camino</span><span lang="ES" style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: 'Times New Roman'; mso-fareast-font-family: 'Times New Roman';"><span lang="ES" style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: 'Times New Roman'; mso-fareast-font-family: 'Times New Roman';"> habían recibido ya una orden de busca y captura</span>. La mujer ignoraba el motivo del enfrentamiento, y decía que nunca habría delatado al desconocido si no fuera porque Tom iba a pagar en su lugar. Su hermano ya no tenía nada que temer, era ahora cuando el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">marshall</i> debía encontrarlo, antes de que un cazador de recompensas le disparara por la espalda o de que desapareciera para siempre al otro lado de la frontera.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="color: black;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0cm 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES" style="color: black; font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: 'Times New Roman'; mso-fareast-font-family: 'Times New Roman';">Brennan picó espuelas y los curiosos se apartaron un poco más mientras salía al galope de Lake Valley. Pronto lo perdieron de vista, y el único rastro de su paso era una nube de polvo que se desvanecía a la luz del atardecer en lo alto de una colina.</span></div>
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<span style="color: black; font-family: Times, "Times New Roman", serif; font-size: large;"></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: black; font-family: Times, "Times New Roman", serif; font-size: large;"></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEheVYQ9EPnFVImMGyEgtqmp5VtEKQU6JWbm2gx3AMyaZ0abfSgZwORjOg4OLTgg2oYmsLCy8PgppXfrCa0Z3XzOdIcFwlPEDSYMNO83uXoaxU0Rk9lGeaGOxlm0n_0qN3_pepdKHEVHbAg/s1600/Saturday+night+sunday+morning.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><span style="color: black; font-family: Times, "Times New Roman", serif; font-size: large;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEheVYQ9EPnFVImMGyEgtqmp5VtEKQU6JWbm2gx3AMyaZ0abfSgZwORjOg4OLTgg2oYmsLCy8PgppXfrCa0Z3XzOdIcFwlPEDSYMNO83uXoaxU0Rk9lGeaGOxlm0n_0qN3_pepdKHEVHbAg/s1600/Saturday+night+sunday+morning.jpg" height="277" width="400" /></span></a></div>
<div style="text-align: right;">
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</xml><![endif]--><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span lang="ES" style="color: black; font-family: Times, "Times New Roman", serif; font-size: medium; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES;">A Javier</span></i></div>
<div class="MsoBodyTextIndent2" style="line-height: 150%; margin-left: 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Durante un par de años hubo en mi
pueblo dos videoclubs, uno situado bajo los soportales de la Calle Real y el
otro en la calle de las afueras que conduce hasta la estación de ferrocarril.
Éste era mi preferido, no porque tuviera muchas películas sino porque algunas
eran viejos clásicos que siempre había querido ver, títulos algo olvidados que
los más mayores recordaban haber visto en el cine y quizá luego en algún lejano
pase televisivo. Allí alquilé <i>La jungla
en armas</i>, <i>La venganza del bergantín</i>,
<i>Tambores lejanos</i> o <i>Pasos en la niebla</i>. El propietario era
un tipo de pocas palabras que se parecía a David Johansen y pronto me saludaba
con cierta familiaridad. Debí de ser uno de los clientes más asiduos de aquel
videoclub, hasta que lo cerraron por motivos que nunca estuvieron del todo
claros. Así que tuve que volver al local más concurrido de la Calle Real, donde
había la oferta habitual de grandes producciones como <i>Ben-Hur</i>, <i>Estación polar Cebra</i>,
<i>Cimarrón</i> o <i>El coloso en llamas</i>, películas que alquilaban al final de la semana
los niños que salían del colegio, las madres que hacían la compra o los padres
a la vuelta del trabajo, para ver en familia el sábado por la noche.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Cuando yo tenía catorce años,
empezó a trabajar en el videoclub una chica de unos veinte que venía de una
aldea cercana y vivía en un pequeño edificio de las afueras. </span><span style="font-family: Georgia, serif; font-size: 13pt; line-height: 150%;">Hacía piragüismo,
era alta y muy guapa y tenía un cuerpo esbelto y vigoroso, y un aire exótico y
agitanado, que causaron sensación en la zona e hicieron que con su llegada
aumentara la clientela masculina de la tienda. </span><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">A decir verdad, a mí no me atraía demasiado: mucho más que las chicas de mi
edad o que la diosa del videoclub, me gustaban las atractivas y cuarentonas
dependientas de las mercerías, fruterías, zapaterías, pescaderías, panaderías y
papelerías del pueblo, a las que veía trabajar al otro lado de los escaparates
cuando pasaba por delante. Empecé a frecuentar aquellas tiendas y a charlar con
sus empleadas o con sus dueñas con una falta de timidez que me sorprendió a mí
mismo. Alguna me consideraba un pobre diablo y otras me trataban con cierta
simpatía y parecían alegrarse al verme llegar, aunque no acababan de entender
qué pintaba por allí tan a menudo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Quien no me consideraba un pobre
diablo era mi amigo Miguel, un chaval que repetía por tercera vez primero de
BUP cuando llegué al instituto. Miguel era un tipo de una pieza, jugaba muy
bien al balonmano, las chavalas del pueblo estaban locas por él y siempre
acababa liado con alguna los sábados por la noche, lo que sentaba muy mal a sus
compañeros de clase. El primer día del curso tuvimos que sentarnos juntos
porque sólo quedaba libre aquella mesa. Por la tarde, ya hablábamos con
familiaridad de la música que nos gustaba escuchar, de las hostias que pegaban
en el colegio donde resultó que habíamos estudiado ambos, de alumnos del
internado a los que no habíamos vuelto a ver, de la lancha motora que mis
padres compraron cuando nací yo y fue una de las la primeras del pueblo, o de
nuestras películas favoritas. Durante las semanas siguientes, a la vez que nos
hacíamos amigos, una extraña hostilidad por parte de compañeros y profesores
iba creciendo en torno a nosotros. Yo evitaba salir al pasillo si determinados
alumnos pasaban en ese momento, y Miguel dejó de frecuentar algunos bares
donde, cuando entraba con una chica, siempre había alguien que terminaba por
empujarlo o por hacer caer su vaso tratando de provocar una pelea.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Miguel tenía una cierta facilidad
para enamorarse. Además, se indignaba cuando en una película o en la vida real
alguien hacía sufrir a una mujer, y sostenía con conmovedora convicción que a
violadores y a maltratadores, como primera medida y al margen de otras
disposiciones legales, había que caparlos a martillazos. A él sí le gustaba la
chica del videoclub, y le atraía más a medida que iban pasando las semanas. Los
sábados por la noche recorríamos los bares y las discotecas del pueblo en su
busca, pero siempre la encontrábamos tomando una copa o bailando con su novio,
un caimán de los alrededores al que me sonaba haber visto ganar alguna
competición de piragüismo. Cuando yo iba a alquilar una película, Miguel venía
conmigo y fingíamos que la cuenta era suya para pagar él y así tener ocasión de
hablar con la dependienta. Ella siempre se dirigía a nosotros con una mezcla
nada calculada de amabilidad e indiferencia, y sin dedicarnos nunca más
palabras de las imprescindibles. Si nos cruzábamos por la calle, respondía algo
sorprendida a nuestro saludo porque no nos había reconocido. Cuando entrábamos
en la tienda, apenas levantaba la mirada de la revista que estaba leyendo al
ver llegar a dos chavales cuyos rostros quizá le resultaran lejanamente
familiares.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Fueron pasando los meses, y
después de una larga y confusa sucesión de expulsiones del instituto, bromas
crueles, humillaciones, agresiones, peleas, faltas a clase y suspensos, terminó
el curso y llegó el verano. Miguel no podía quitarse de la cabeza a la chica
del videoclub, y con una mezcla de ilusión y melancolía esperaba verla remar
río abajo durante el descenso que tenía lugar a principios de julio,
coincidiendo con el comienzo de las fiestas locales. El día anterior, a media
tarde, las calles del pueblo se iban llenando de vecinos que volvían de la
playa, de familias que vivían en aldeas cercanas o de chavales que venían de
otros municipios para disfrutar de una noche animada y previsiblemente
violenta. Había un anhelo palpable de bronca colectiva y una violencia
implícita en gestos y miradas, y a lo largo de las horas siguientes más de un
chaval de fuera iba a verse envuelto en una pelea con quince o veinte del
pueblo, de la que saldría en ambulancia y sin ganas de volver a poner un pie
por allí.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Miguel y yo entramos en unos
bares, evitamos otros, hablamos con amigos y conocidos, tomamos bastantes copas
y acabamos en una discoteca del centro, no porque nos gustaran el ambiente o la
música (aunque a veces ponían alguna canción buena), sino porque era donde
paraban los piragüistas a esa hora. Vi a la chica del videoclub en la pista,
bailando al ritmo del “Red Red Wine” de Neil Diamond interpretado por UB40,
mientras su novio charlaba con remeros del equipo local en las mesas del fondo,
tal vez de la competición que se iba a celebrar al día siguiente y
probablemente fuera a ganar alguno de ellos. Si un desconocido de su edad o de
la de Miguel aparecía con una chica como aquélla, en un cuarto de hora podía
salir de allí con los pies por delante, y quizá también le cayera alguna hostia
a ella. Pero a la chica del videoclub y a su novio parecían respetarlos tanto
los demás piragüistas como el resto de la gente. Miguel aún no se había dado
cuenta de que no estaba sola, y mientras yo me dirigía a uno de los camareros
fue hasta la pista y empezó a bailar muy cerca de ella. No tardó en situarse a
su lado, buscando una comunicación que, por la forma en la que ella seguía
moviéndose sin hablarle ni mirarlo, pronto comprendí que no se iba a dar.
Miguel insistía, echando mano de tácticas bien ensayadas que habrían funcionado
con cualquier otra chica del local pero no estaban funcionando con la única que
le gustaba a él. Me volví hacia las mesas y observé a los piragüistas. El novio
de la chica del videoclub parecía sentirse a gusto, charlaba con unos y con
otros, bebía un trago y de vez en cuando miraba la pista y contemplaba a su
novia con orgullo mal disimulado. A pesar de su aspecto algo amenazador, se
veía a la legua que no era mal tipo y que la quería, y también que no le estaba
quitando el ojo de encima a Miguel. Decidí aconsejar a mi amigo que dejara las
cosas donde estaban, pero acabó dándose por vencido y antes de que yo me
levantara regresó a la barra con aire abatido.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–Nada, tío, no hay manera –dijo
en voz alta para hacerse oír por encima de la música y el ruido. Terminamos las
consumiciones, salimos de la discoteca y nos alejamos calle abajo abriéndonos
paso entre la multitud. Pronto llegamos a una zona tranquila de las afueras,
desde donde se veían los bares del puerto y el extremo del puente que salva el
último tramo del río y constituye el acceso principal al pueblo. Caminamos unos
minutos por la orilla y nos detuvimos en un parque con árboles y bancos de
madera algo alejado del centro. Contemplamos en el agua el reflejo de las luces
de las aldeas desperdigadas entre los montes del otro lado. Se me pasó por la cabeza
que quizá un día sería conveniente marcharse de allí, conocer otras gentes y
otros lugares, pero en aquel momento Miguel sólo podía pensar en la chica del
videoclub, así que ya habría tiempo para hablar de eso en otra ocasión.
Estuvimos un rato parados en silencio frente al río mientras llegaban a
nuestros oídos los ruidos lejanos de la fiesta. Luego decidimos volver a
nuestras casas. De regreso hacia el centro, nos desviamos por una calle
tranquila en la que nunca se veía a nadie a esa hora y pasamos por detrás del
edificio donde vivía la chica del videoclub. Sabíamos que había alquilado uno
de aquellos apartamentos de la planta baja cuyas habitaciones traseras, debido
al desnivel del terreno, estaban a la altura de un primer piso. Sin decir una
palabra, aminoramos el paso hasta detenernos debajo de una ventana que
supusimos la suya y miramos hacia arriba. A un par de metros por encima de
nuestras cabezas había un tendal para la ropa, y de él colgaban varias prendas
entre las que pudimos distinguir unas bragas de satén negro que parecían
brillar a la luz de la luna. Hice ademán de seguir adelante, pero Miguel no se
había movido ni apartaba la vista del tendal. Aunque nunca lo había pensado
antes, en ese momento se me ocurrió que no me importaría hacerme con unas
bragas, lavadas o no, de alguna de mis queridas dependientas. Me acerqué hasta
él.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–Tienen que ser suyas –murmuró–.
Cómo me gustaría conseguirlas…<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–A lo mejor puedes cogerlas de un
salto –propuse.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Dudó unos segundos, quizá
preguntándose qué iba a pensar ella cuando, al día siguiente, descubriera la
ausencia de las bragas. Luego tomó impulso mientras yo me hacía a un lado y
saltó con todas sus fuerzas, pero el tendal estaba fuera de su alcance. Volvió
a intentarlo tres o cuatro veces con el mismo resultado. El ruido de sus
pisadas al caer resonaba por toda la calle. Alguien abrió una ventana en el
edificio de enfrente, y al volvernos hacia allí vimos a un tipo de unos sesenta
años que nos estaba observando desde una habitación con la luz apagada en la
tercera planta. Después de aquellos intentos fallidos, deliberamos un momento y
decidimos que uno de nosotros trepara por encima del otro, se pusiera de pie
sobre sus hombros, se apoyara con una mano en la pared y con la otra tratara de
alcanzar el tendal. Yo era el más delgado y Miguel el más fuerte, así que juntó
las manos, puse un pie encima de ellas y haciendo un esfuerzo subí hasta su
espalda. Luego él se irguió todo lo que pudo y yo, sin apartar la mano
izquierda del punto de apoyo, estiré el brazo derecho hacia la cuerda del
tendal de la que colgaban las bragas.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–¿Qué, lo estáis pasando bien,
mierdecillas? –exclamó de pronto el tipo de la ventana. –¿Queréis que vaya ahí?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Conseguí acercarme al tendal unos
centímetros más.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–¿Me estáis oyendo, mamones?
–insistió el de la ventana al no obtener respuesta.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–¡Que te jodan! –dijo Miguel
tratando de no cambiar de posición.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–Si pudieras moverte un poco
hacia delante… –murmuré a la vez que intentaba no perder el equilibrio. Miguel
avanzó un paso, pero tuve que apoyarme en la pared con las dos manos porque
estaba a punto de caer. Volví a intentarlo, y mis dedos casi habían alcanzado
las bragas cuando Miguel se giró ligeramente a la izquierda.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–¿Pasa algo? –pregunté.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–¡Apura, Toñito, que viene la
poli! –exclamó.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Al volver la cabeza pude ver un
coche de la policía municipal que doblaba una esquina entre dos edificios y
avanzaba hacia nosotros desde el otro extremo de la calle. Con un último
esfuerzo, conseguí sujetar las bragas y me vine abajo mientras oía cómo se
desprendían de las pinzas haciendo vibrar la cuerda del tendal. Miguel me ayudó
rápidamente a levantarme.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–¿Estás bien? –dijo, y tras mi
respuesta afirmativa añadió: –¿las tienes?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–Aquí están –respondí mostrándole
las bragas, y él sonrió y me apoyó una mano en un hombro. Notamos en la cara el
resplandor de los faros. El coche aumentó la velocidad, el tipo de la ventana
empezó a vociferar y nosotros salimos por pies con las bragas a buen recaudo,
rehicimos a trompicones el camino andado y huimos a todo correr por la orilla
del río.</span><span style="font-family: Georgia, serif; font-size: 13pt; line-height: 115%;"> </span></div>
</div>
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<![endif]--><span style="font-family: Times, "Times New Roman", serif; font-size: large;"></span></span>Antonio de Castro Cortizashttp://www.blogger.com/profile/04484128643637850564noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-5379567218089975598.post-14055392413406923352013-12-15T16:13:00.000+01:002015-01-19T05:14:00.667+01:00LA ESTELA DEL GUERNESEY<div style="text-align: center;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrJX-6xpgrFldXdfDbqVKIjShmRDc-UG4u89_uvGrzi1iAyCGbm8eVgaUvyscpX5pQDze0g4rgr9gf6XViVfSAJ_FDOdEDDhzCio8tZFAQi_QjNbtFufqOHmcIQSeJkHr3apajTyqXerU/s1600/Garfield,+The+breaking+point.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><span style="color: black;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrJX-6xpgrFldXdfDbqVKIjShmRDc-UG4u89_uvGrzi1iAyCGbm8eVgaUvyscpX5pQDze0g4rgr9gf6XViVfSAJ_FDOdEDDhzCio8tZFAQi_QjNbtFufqOHmcIQSeJkHr3apajTyqXerU/s400/Garfield,+The+breaking+point.jpg" dua="true" height="322" width="400" /></span></a></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt; text-indent: 92.15pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">1<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 10.0pt; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Paul Durand logró avistar por
encima de la bruma, un poco a babor de su rumbo, la parte alta de un monte que
se alzaba cerca de la costa hacia donde se dirigían. El sol había brillado unos
minutos entre las cambiantes nubes produciendo destellos plateados sobre la
superficie del agua, pero ahora se convertía de nuevo en un disco difuso al
suroeste y el mar adquiría un tono acerado. La proa del <i>Guernesey</i> se
elevaba y se hundía embistiendo las olas y salpicando los corredores. Durand
volvió a sentir la extraña mezcla de nostalgia, pereza y alivio habitual en
cada recalada. El final de la travesía estaba más próximo, aunque a medida que
acortaban la distancia hacia tierra su anhelo por emprender el viaje de regreso
empezaba a confundirse con una incómoda incertidumbre.</span><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;"> </span><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Miró a un lado: Saulnier, de pie
junto al pasamano de babor, contemplaba las aguas embravecidas y el lejano
punto verdoso a proa. Su expresión se había endurecido en un gesto que Durand
conocía de otras ocasiones y siempre anticipaba problemas. Saulnier le dio la
espalda y descendió la escala. Durand comprendió que pronto retomaría la
discusión con Christine, comenzada un rato antes en la cabina. Saulnier parecía
sentir un extraño placer al herirla, lo que, para su propia sorpresa, había
incomodado a Durand desde el inicio de la travesía. Recordó la tarde lluviosa
en que los vio bajar del tren que llegó a la estación de La Rochela procedente
de París. Algo en Christine le produjo una simpatía inmediata, y durante la
breve conversación que mantuvieron mientras caminaban hacia el hotel se dio
cuenta de que, por primera vez en mucho tiempo, estaba recordando sin
pesadumbre su propia vida en la capital. Pero Christine no era asunto suyo, así
que se limitaba a gobernar el barco y hacer las escalas previstas por Saulnier
hasta que la travesía tocara a su fin. Luego terminaba también su contrato y
podría volver a casa con algo de dinero. Habían pasado seis años desde su
partida, y no dejaba de repetirse que ya no había motivo por el que las cosas
no fueran a ir bien en adelante.</span><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;"><o:p></o:p></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt; text-indent: 92.15pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">2<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">El <i>Guernesey</i> estaba
fondeado a un cuarto de milla de tierra. Apoyado en la regala, Durand
contemplaba la costa frondosa y escarpada, cortada en seco por acantilados de
veinte o treinta metros contra los que rompía el oleaje. En una zona donde la
pendiente era menos abrupta la bajamar dejaba al descubierto una playa de arena
blanca, flanqueada por dos elevadas formaciones rocosas cubiertas de vegetación
que se adentraban en el agua disminuyendo de altura y terminaban en afiladas
crestas salpicadas de espuma. Las gaviotas posadas sobre una de ellas
levantaron el vuelo y se alejaron hacia el mar sin prestar atención al barco.
Durand distinguió en el cielo nublado la figura de un ave rapaz que sobrevolaba
el bosque al acecho de alguna presa. Christine y Saulnier salieron a cubierta.
Como de costumbre, la expresión afable de Christine no era fingida ni descubría
rastro de la disputa, pero Durand leyó en la mirada de Saulnier una hostilidad
que nunca había percibido antes, y de la que ella no parecía ser consciente.
Después de echar un vistazo a la costa, Christine se hizo sitio entre ellos y
Durand sintió en la mejilla su pelo agitado por el viento. Aguardó a que
comentaran algo acerca del accidentado litoral, pero Christine y Saulnier
seguían callados.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–¿Qué te parece? –le dijo al fin
a ella volviendo la cabeza hacia la playa. Christine sonrió.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–No lo imaginaba así. La playa es
un poco lúgubre, y hay demasiadas rocas. Y ese bosque...<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Saulnier iba a interrumpirla con
gesto contrariado, pero Christine se apartó y subió al puente.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 0cm; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–Espero que el agua no esté
demasiado fría –dijo. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 0cm; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–No irás a saltar desde ahí
–repuso Saulnier.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Christine se agachó para
descalzarse y se quitó la camiseta y el pantalón corto. Luego trepó al pasamano
y mantuvo un difícil equilibrio sobre la barra metálica. Cuando estaba a punto
de caer tomó impulso, estiró los brazos y las piernas en el aire y entró en el
agua verticalmente. Durand consideró que había hecho un salto brillante,
mientras la veía desaparecer bajo la superficie y emerger unos segundos después
a varios metros del barco. Christine levantó un brazo por encima de las olas.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 0cm; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–¡Os estoy esperando! –exclamó.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 0cm; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–¿A esta hora? –dijo Durand–. ¡Es
tarde para mí!<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Christine hizo un gesto de desdén
y volvió a sumergirse. Saulnier se quitó la camisa, y en su camino hacia la
escala de popa apartó a Durand con un empujón en un hombro antes de que éste
pudiera hacerse a un lado para dejarlo pasar. Durand bajó la vista. Recordó la
pelea que Saulnier y unos amigos habían provocado delante de un bar la noche de
su llegada, que terminó cuando a alguien le rompieron un vaso en la cara y el
dueño llamó a la policía. Al día siguiente, mientras desayunaban en un café del
puerto esperando a que Saulnier prestara declaración, Durand se había
preguntado cómo Christine no sentía vergüenza por el modo en que la trataba. Se
aproximó a la borda y la observó. Aunque no era la primera vez que la veía
nadar en solitario cerca del barco, nunca le había atraído tanto como en ese
momento. Christine se sumergió de nuevo y estiró los brazos hasta tocar con la
punta de los dedos una roca cubierta de algas, entre las que desapareció
rápidamente un banco de peces. Durand oyó un chapoteo junto a la popa. Saulnier
se acercó hasta ella bajo el agua, salieron a la superficie y bracearon en
dirección a la playa. Christine parecía haber olvidado por completo a Durand. A
pesar de la desazón que le producía ver a Saulnier nadando a su lado, y de vez en
cuando sujetándole los tobillos o hundiéndole la cabeza debajo de una ola,
Durand la siguió durante todo el trayecto. Christine y Saulnier salieron del
agua, dieron unos pasos indecisos por la orilla y se derrumbaron sobre la arena
muy cerca de la rompiente. Saulnier estaba situado frente a Christine y de
espaldas al mar, de manera que Durand ya no podía verla. Subió al puente, se
sentó en el asiento frente a la rueda del timón y observó la tonalidad grisácea
que la luz del atardecer les daba al bosque y a los acantilados. Le pareció que
el frío aumentaba, así que sacó la cazadora del tambucho y se la puso. Volvió
la vista y contempló el mar y la línea brumosa del horizonte. Pese a lo que
hubiera podido suceder antes en la cabina, no ignoraba que Saulnier y Christine
debían de estar pasando un buen rato en la playa. Inevitablemente, una vez más,
recordó su estancia en París. Se había trasladado con su mujer al poco de
casarse, para empezar a trabajar como conductor en una empresa de transportes.
Entonces aún no sabían que los distanciaba mucho más de lo que hubieran podido
imaginar y de lo que tenían en común. Luego hubo cortos períodos en los que
todo pareció ir bien, pero fue sólo un espejismo. Decidieron separarse después
de cuatro años en los que ninguno llegó a saber exactamente lo que perseguían,
pero sí que no lo habían encontrado. Incapaz de seguir en París más tiempo,
terminó por pedir una excedencia, hacer las maletas y marcharse a la costa,
donde un amigo lo contrató en su empresa de servicios náuticos. Durante las
primeras semanas, mientras caminaba por la marina seca entre las embarcaciones
con la carena a medio pintar o se desprendía del olor a gasoil y pescado reseco
tomando una cerveza al caer la tarde, se sorprendía echando de menos a su mujer,
y evitaba preguntarse si habría sido posible encontrar alguna otra solución.<o:p></o:p></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt; text-indent: 92.15pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">3<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Anochecía cuando Christine y
Saulnier regresaron al barco dando cansinas brazadas. En el puente, Durand
contemplaba el horizonte rojizo, de nuevo despejado por los frecuentes cambios
de viento en aquellas latitudes. Al oír el chapoteo de los cuerpos saliendo del
agua le molestó que su sosiego se viera alterado, pero le agradó oír la voz
temblorosa de Christine, que le pedía su ropa desde la bañera. Cogió las
prendas que había dejado encima del asiento y se las echó, ella las atrapó al
vuelo, se lo agradeció con una sonrisa y desapareció dentro de la cabina.
Después de secarse, Saulnier arrojó la toalla sobre una colchoneta y levantó la
vista hacia el puente. Durand se apartó de la escala, avanzó unos pasos y apoyó
los dedos en las cabillas de la rueda del timón. Pudo avistar la silueta lejana
de un mercante que navegaba con rumbo norte, tal vez con la misma derrota que
iban a tomar ellos dentro de un par de días. Saulnier cerró de golpe la puerta
de la cabina. Durand imaginaba lo que vendría a continuación, y no le agradaba
pensar en cómo Saulnier seguiría mortificando a Christine durante la travesía
de regreso. Recordó a algunas mujeres, tan diferentes en todo de ella, que había
conocido en La Rochela durante aquellos seis años. También tuvo cierta
curiosidad por saber dónde paraba la que había compartido su vida con él,
aunque eso lo entristeció. En realidad, sentía un vértigo soterrado ante la
idea de volver a casa.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Un ruido cercano sacó a Durand
del sopor en que se encontraba. Abrió los ojos y miró alrededor, pero el barco
no había cambiado de posición. Ya era de noche, debía de llevar más de una hora
en el puente. Observó el hermoso cielo estrellado. Aunque notaba algo de frío,
no tenía ganas de bajar y encontrar a Saulnier en la cabina. Cerró la
cremallera y subió el cuello de la cazadora. Un objeto de cristal estalló
contra un mamparo. Durand se puso en pie precipitadamente al oír a Christine
gritar su nombre. Descendió de un salto e intentó abrir la puerta de la cabina,
pero estaba cerrada con llave. Oyó un portazo proveniente de los camarotes de
proa y llamó a Christine sin obtener respuesta. Tomó carrerilla, se lanzó
contra la puerta y notó cómo cedía. Iba a cargar otra vez cuando Saulnier
abrió, salió a cubierta envuelto en un fuerte olor a alcohol y se paró en seco
al verlo. Durand se fijó en su mirada, Saulnier se abalanzó sobre él y Durand
le asestó un cabezazo en el rostro que lo mandó hacia atrás con la nariz y la
boca manchadas de sangre. Saulnier se desplomó a un lado de la puerta a la vez
que Durand bajaba la escalera. Vio a Christine tumbada frente a los camarotes y
atravesó la cabina temiendo lo peor. Una de las puertas estaba abierta, la
sangre goteaba del picaporte. Durand se agachó junto a Christine, sus dedos se
deslizaron por el pelo ensangrentado y se detuvieron sobre una herida en el
cuero cabelludo. Cuando le tomó el pulso, comprobó que estaba muerta. Bajó la
cabeza y se llevó una mano a la frente.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 0cm; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–Christine –murmuró.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Se quedó a su lado un momento.
Luego se irguió y tanteó entre las sombras del camarote, hasta dar con el chal
que Christine solía ponerse sobre los hombros los días de mal tiempo. Tuvo la
impresión de que Saulnier estaba en lo alto de la escalera.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–¡La has matado! –exclamó mirando
hacia allí–. ¡Maldito loco hijo de puta, la has matado!<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">No obtuvo respuesta. Se acercó
hasta la radio, descolgó el auricular y trató de sintonizar la onda costera.
Oyó pisadas descendiendo los escalones. En el momento de girarse, Saulnier le
mandó un golpe que Durand paró instintivamente con los brazos. El auricular
saltó por los aires y Durand y Saulnier se enzarzaron a puñetazos. Chocaron
contra una lámpara que se desprendió del mamparo y la cabina quedó en penumbra.
Durand estuvo a punto de caer al tropezar con un banco. Saulnier lo arrinconó
contra la escalera, pero resbalaron en las cartas esparcidas a sus pies y se
vinieron abajo. Durand notó como algo de cristal se rompía bajo su espalda.
Recibió un puñetazo en la nariz mientras trataba de incorporarse y cayó a un
lado con el sabor de la sangre en los labios. Saulnier se aferró a su garganta.
Dominando la desesperación que empezaba a sentir, Durand le pegó varios
puñetazos en la cabeza hasta que logró quitarlo de encima. Saulnier lo golpeó
en la sien y Durand le devolvió el golpe, saltó sobre él y le asestó un
rodillazo en la mandíbula. Saulnier dejó de moverse. Durand se levantó
respirando con dificultad y contuvo el impulso de patearle la cabeza. En vez de
eso, lo arrastró a trompicones hasta uno de los camarotes, lo arrojó entre las
literas y bloqueó la puerta con ayuda de un cabo. Aunque ya no sirviera de
nada, se veía dominado por el ansia de apartar a Saulnier de Christine, de
alejarlo de ella. Atravesó la cabina, se reclinó agotado en la mesa de cartas y
se limpió la sangre de la cara con un pañuelo. La luz tenue de la única lámpara
intacta le permitía percibir los vasos rotos, las toallas, los chalecos
salvavidas, los derroteros y el instrumental esparcidos por el interior del
barco. Frente a los camarotes distinguía el contorno del cuerpo de Christine
bajo la tela del chal. “Salir pronto de aquí”, pensó. “Volver pronto a casa”.<o:p></o:p></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt; text-indent: 92.15pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">4<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 10.0pt; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Con el cambio de marea, sólo una
escasa franja de arena y algunas rocas al fondo de la playa quedaban a
resguardo de las olas. Apoyado en la regala, mientras sentía el olor a
vegetación proveniente de tierra, Durand contemplaba el perfil de bosques y
acantilados recortado contra el cielo nocturno. Saulnier llevaba un rato golpeando
la puerta del camarote. Durand oyó el sonido de un motor que se confundía con
el ruido del oleaje. Volvió la vista: las luces de la lancha patrullera se
aproximaban por estribor bordeando la costa.</span></div>
</div>
Antonio de Castro Cortizashttp://www.blogger.com/profile/04484128643637850564noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-5379567218089975598.post-65368762083861037912013-11-20T01:39:00.001+01:002015-01-18T20:24:59.866+01:00SCHOOL DAYS (VII)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjutI9MgtHHl4Q8UkHk5BcC0Iv8oafis1TSq5qu26pSMUu9EHiJ6G2huFWKbfIg-Rsaaw-zU9Y2l907r6gN9l2VCIj6v3Q_8lBiCPQcg1fX24MJ97jq_SfeCdFpVed7Q8n-w3A3js-YaPo/s1600/Pedridas.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><span style="color: black;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjutI9MgtHHl4Q8UkHk5BcC0Iv8oafis1TSq5qu26pSMUu9EHiJ6G2huFWKbfIg-Rsaaw-zU9Y2l907r6gN9l2VCIj6v3Q_8lBiCPQcg1fX24MJ97jq_SfeCdFpVed7Q8n-w3A3js-YaPo/s400/Pedridas.jpg" height="313" width="400" /></span></a></div>
<div style="text-align: right;">
<div align="right" class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: 0.0001pt;">
<i><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 14.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman";">A Mon<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 14.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman";">Andrés
jugaba muy bien al fútbol y eso lo hacía ser aceptado en clase, pero en
realidad prefería leer los tebeos de súper héroes que llenaban las estanterías
de su habitación y ver películas con muchos efectos especiales en el vídeo que
acababan de comprar sus padres. A pesar de su buen carácter, y tal vez por una
cierta reticencia a hacer lo mismo que los demás, nuestros profesores no solían
comprender lo que a menudo consideraban simples extravagancias. En una ocasión,
le dio a un mendigo el billete de mil pesetas que había recibido para comprar
los libros del curso. En otra, fuimos de excursión al río y el profesor capturó
varios tritones, pero al verlos en cautiverio Andrés enloqueció de tal manera
que hubo que devolverlos al agua.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 14.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman";">Su
padre se llamaba Ricardo, había nacido en un pueblo de las montañas de Lugo y
había estudiado Derecho en Santiago. Al terminar, fue a Madrid para preparar
las oposiciones de Notarías, que aprobaría tres años después de quinto de su
promoción. Luego su novia y él se casaron, y cuando Andrés tenía tres o cuatro
años, al poco de nacer su hermana, vinieron a nuestro pueblo, donde Ricardo
ocupó la plaza de notario. Como le gustaba pescar y se entendía bien con los
aficionados de la zona, pronto se convirtió en un habitual de los bosques y el
río. Ricardo era un buen hombre, pero había una distancia no siempre fácil de
recorrer entre las cañas de pescar y los quinientos temas de la oposición de
uno, y las galaxias lejanas y los sueños del otro. Algún viernes por la tarde,
mientras salían a faenar los barcos, Andrés y yo nos sentábamos en la rampa del
puerto y él me contaba anécdotas de cuando su padre era niño y estudiaba en una
escuela unitaria de la montaña lucense. Pero la conversación se interrumpía por
ocasionales silencios, y al volver la cabeza lo veía pensativo, con la mirada
perdida en la desembocadura del río o en la playa del otro lado.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 14.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman";">Andrés
y su familia pasaban las Navidades en Lugo con sus abuelos, que vivían en una
casa de tres plantas situada en la calle principal del pueblo. La ferretería de
los padres de Ricardo ocupaba el frente de la planta baja, y en la parte
trasera había una habitación, un cuarto de baño, una cocina y un salón que comunicaban
con un jardín extenso y frondoso, separado por un muro de piedra de los bosques
y los campos de los alrededores. En una esquina del jardín habían instalado
varias colmenas. Una mañana, Andrés salió de la cocina después de desayunar y
se acercó para observarlas. Retiró el techo de una colmena, y en cuanto tocó
uno de los panales el enjambre levantó el vuelo y cargó contra él. Andrés echó
a correr de vuelta a la cocina, pero las abejas lo rodearon a mitad de camino y
tuvo que huir sin rumbo entre los árboles y los macizos de flores. Su padre
salía del garaje en ese momento. Al oír sus gritos corrió hasta la casa, y
cuando vio lo que sucedía se puso delante de las abejas y recibió numerosas
picaduras en el pecho y en la cara mientras Andrés lograba ponerse a cubierto.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 14.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman";">Un par
de años después, sus padres compraron un terreno cerca de nuestro pueblo y
construyeron una casa. Luego Ricardo trajo de Lugo un cachorro de mastín que
pronto se convirtió en una bestia de noventa kilos que veneraba a su amo y
trotaba a sus anchas por la finca, y ese mismo año instaló una piscina,
habilitó una pequeña carpintería en el garaje donde nos fabricaba espadas y
escudos de madera, y en sus ratos libres empezó a cultivar un huerto que con el
tiempo terminaría vallando y llegaría a ocupar casi un cuarto de la propiedad.
Desde la ventana de la habitación de Andrés se veía, al otro lado del muro, el
camino que discurre monte abajo entre bosques de castaños y prados en pendiente
hasta las primeras casas del pueblo, donde el asfalto deja paso a un pavimento
adoquinado que conduce hacia las calles del centro. De una de ellas parte un
sendero muy empinado que permite atajar un par de kilómetros monte arriba, y
termina en un punto del camino principal no muy lejos de donde vivía Andrés.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: 0.0001pt;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 14.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman";">Una
tarde de primavera en la que su madre no podría ir a buscarlos en coche cuando
salieran del colegio, Andrés y su hermana decidieron volver a casa siguiendo
aquella ruta. Pasaron junto a un edificio abandonado que bordea el sendero,
atravesaron un prado y se adentraron en el bosque. Unos minutos después, salían
a otro prado desde el que se divisan una parte de la ría y el valle que forma
la desembocadura del río, y continuaron el ascenso por una zona sinuosa y
escarpada donde el sendero se estrecha y se hunde en el terreno, de manera que
la linde del bosque quedaba por encima de sus cabezas. Alrededor no veían más
que las pendientes terrosas cubiertas de maleza y helechos, y frente a ellos el
suelo surcado de raíces y de charcos. Las copas de los árboles oscurecían el
sendero y los recodos aumentaban a medida que se iban acercando a la parte alta
del monte. Después de doblar uno de ellos, el último antes de salir al camino,
se toparon con un avispero y lo pisaron antes de darse cuenta y poder detenerse
o retroceder. Echaron a correr a trompicones perseguidos por las avispas. Un
cuarto de hora después llegaban a casa manchados de tierra y cubiertos de
picaduras, especialmente Andrés, y su madre tuvo que desvestirlos y meterlos en
una bañera con agua fría para aliviarles el dolor y bajarles la hinchazón. Por
la noche se acostaron temprano, fatigados tras la agitación de la jornada. Se
durmieron pronto, pero Andrés se despertó de madrugada delirando, y sus padres
fueron rápidamente a la habitación. Antes de lograr tranquilizarlo, pudieron
oír cómo le gritaba a su hermana que corriera, que él se ponía delante de las
avispas para que ella pudiera escapar.</span><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 14.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman";"><o:p></o:p></span></div>
</div>
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiz8szqM7DGuy3xudSWgJhFs8dDu1aaFd6RDGQX111SWKyPT8n-PjW0Vp75XgCEOSsRsJ7MLy_7MVNHw_8TCXyosvd0eCcggD1hsJeZ7f9SkeJT9iyShuYK5jJrsrsWHC8XSl-b_km4xLI/s1600/Brassai%252C+Couple+Quatre+Saisons.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><span style="color: black; font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiz8szqM7DGuy3xudSWgJhFs8dDu1aaFd6RDGQX111SWKyPT8n-PjW0Vp75XgCEOSsRsJ7MLy_7MVNHw_8TCXyosvd0eCcggD1hsJeZ7f9SkeJT9iyShuYK5jJrsrsWHC8XSl-b_km4xLI/s400/Brassai%252C+Couple+Quatre+Saisons.jpg" height="400" width="311" /></span></a></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<span style="color: black; font-family: Georgia, "Times New Roman", serif;"></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-language: ES;">Una
mañana de noviembre, Michel Verneau estaba hablando con un compañero en el
patio del instituto cuando otro alumno lo sujetó por un hombro, lo lanzó contra
la pared, le pegó varios puñetazos que lo hicieron caer y le pateó la cara. </span><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">Luego explicó a los curiosos
que Verneau y él tenían un par de asuntos pendientes, y todos se marcharon
porque volvían a empezar las clases. </span><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-language: ES;">Al día siguiente, cuando suponía
que nadie podía verlo, Verneau rajó las ruedas de la moto de su agresor, pero
éste lo sorprendió mientras se ponía en pie para marcharse y se abalanzó sobre
él, y al cubrirse con la navaja Verneau lo hirió en un brazo. Ello supuso la
expulsión del instituto, así que su hermano trató de que lo admitieran en el
colegio privado donde trabajaba de bedel, para que no perdiera el curso. Como
la matrícula era muy cara, habló con un
conocido, propietario de un hotel en la rue de Rome, y éste empleó a Verneau
como botones los fines de semana y le adelantó el primer mes de sueldo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-language: ES;">A
medio camino entre el hotel y el edificio de la avenida de Clichy donde vivían
había una carnicería, frente a la que Verneau pasaba cada sábado a primera hora
camino del trabajo. En una ocasión entró para comprar embutido, pero a los
pocos minutos tuvo que salir por un mareo debido a la impresión que le
produjeron las tareas, los sonidos y los olores propios del local. Su hermano
le encargaba a veces que comprara carne, y Verneau aguardaba en la calle a que
no hubiera clientes o hacía el pedido atropelladamente, salía fingiendo haber
olvidado algo y regresaba cuando calculaba que ya estaría listo. No tardó en
darse cuenta de que a los empleados empezaba a extrañarles su comportamiento.
Sin embargo, uno de ellos pasaba a menudo por delante del hotel y lo saludaba
como si lo considerara ya un cliente habitual y no prestara atención a aquellas
pequeñas excentricidades. Verneau lo observó. Era un tipo fuerte y bien
parecido que tendría la misma edad que su hermano, unos treinta años, y debía
de vivir en el barrio, pues caminaba siempre en dirección contraria a la
estación de metro.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-language: ES;">Durante
los primeros días de trabajo, el patrón le preguntó alguna vez si todo iba
bien. Pero pronto se olvidó de él, y cuando se acercaba hasta su puesto era
para reprenderlo por haber dejado escapar un taxi o no atender con la
suficiente presteza a los clientes que bajaban de un autobús. Sus compañeros le
hablaban de manera seca y distante, y no se molestaban en ocultar la
desconfianza hacia el recién llegado. Verneau suponía que nunca iban a
entenderse, tal vez porque todos le llevaban al menos diez años y no encontraba
el modo de iniciar una conversación con ninguno de ellos, o porque sabían que
había conseguido aquel empleo gracias a la mediación de su hermano.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-language: ES;">A
principios de diciembre, aprovechando dos días festivos, el patrón le encargó
trabajar también durante la semana para ayudar a Anja, la gobernanta, en las
reformas previstas en varias plantas. Hasta entonces, Verneau sólo había
coincidido con ella algún sábado esporádico, pero en una ocasión la sorprendió
observándolo y en su mirada creyó leer que Anja no le iba a poner las cosas más
fáciles que cualquier otro. El primer día, no pudo evitar bajar la vista al
responder a su saludo cuando ella llegó al hotel. A media mañana, la
recepcionista le dijo que bajara al sótano porque Anja lo estaba esperando en
su pequeña oficina para explicarle la tarea que iba a llevar a cabo. Verneau
siguió a Anja hasta el garaje, donde ella le mandó introducir en el montacargas
todos los carros llenos de sábanas que obstruían los pasillos, para
distribuirlos luego por las plantas superiores. Verneau terminó una hora
después y regresó agotado a la planta baja. Cuando recorría el pasillo de
camino a la recepción, oyó a Anja llamarlo desde la cocina. Fue hasta allí, y
ella lo invitó a un café y le preguntó si aquél era su primer empleo. Más
tarde, antes de la pausa para comer, Anja estuvo charlando unos minutos con la
recepcionista. Al volver la mirada hacia la calle y ver a Verneau parado junto
a la entrada, le comentó que estaban siendo unos días tranquilos y lo animó a participar
en la conversación. Había pocos clientes en el hotel, así que Verneau apenas
tuvo trabajo el resto de la jornada.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-language: ES;">Al día
siguiente, Anja pasó por la recepción a primera hora y le dijo que en cuanto
pudiera bajara a su oficina. Después de ocuparse de algunas llegadas, Verneau
dedicó el resto de la mañana a sacar sillas y sillones, arrastrarlos hasta el
montacargas y subirlos a la primera planta, a la vez que evitaba los
encontronazos con los obreros que acarreaban puertas y ventanas y con las camareras
de piso que hacían camas, fregaban cuartos de baño, vaciaban papeleras y
pasaban la aspiradora mientras él entraba y salía. Cuando volvió a la oficina
para decirle a Anja que todo estaba listo, ella se había ido ya a comer.
Verneau descansó unos minutos sentado en una banqueta olvidada en el pasillo.
Luego bajó al comedor, se hizo con una bandeja y miró alrededor buscando un
sitio libre, hasta que Anja lo vio y le señaló una silla junto a la mesa que
compartía con varios compañeros. Verneau se unió a ellos algo cohibido, pero
Anja no tardó en bromear recordando las dificultades de ambos para desplazar un
sillón de gran tamaño e introducirlo en el montacargas, lo que provocó risas y
terminó por hacer que riera también él mismo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-language: ES;">El
trabajo aumentó las semanas siguientes debido a la cercanía del fin de año.
Verneau, que ahora sustituía a otro botones de lunes a viernes porque ya no
tenía clase en el instituto, pasaba las mañanas parando taxis y acarreando
maletas, pero de vez en cuando podía ver desde su puesto a Anja, que subía y
bajaba apresuradamente las escaleras de servicio y daba instrucciones a las
camareras de piso en el tono severo y apremiante habitual.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-language: ES;">La
última semana del año, el viernes por la tarde, Verneau fue hasta los
vestuarios y se aseó en los lavabos. Habló un momento con el recepcionista que
empezaba su turno, luego guardó el uniforme dentro de la taquilla, se puso el
abrigo, salió del hotel y echó a andar hacia su barrio. Mientras se acercaba a
la carnicería recordó que su hermano le había pedido que comprara carne, así
que se detuvo frente al escaparate, miró al interior y decidió esperar fuera
unos minutos, aunque sólo había dos clientes dentro de la tienda. Ya no deseaba
que terminaran pronto las vacaciones para volver a trabajar únicamente sábados
y domingos. La frialdad inicial de sus compañeros había dado paso a una
cordialidad que se iba transformando en abierta simpatía por parte de algunos.
En realidad, era el haber conocido a Anja, y el saber que la vería de nuevo el
lunes, lo que le hacía apreciar de manera diferente el tiempo dedicado al hotel
a lo largo de la semana. Recordó el tono didáctico que ella había intentado
adoptar el primer día mientras le explicaba cuál era su tarea, un tono
esforzadamente afable que duró poco, hasta que Verneau cometió las primeras
torpezas y Anja empezó a perder la paciencia. Al final de la semana
coincidieron de nuevo en el comedor, y como era una hora tardía y los otros
compañeros se habían marchado ya, por primera vez se sentaron solos en una mesa.
Anja le contó que a los quince años había empezado a trabajar en un telar
industrial. Luego fue camarera en un restaurante, y al cabo de un tiempo tuvo
acceso a una formación que le permitió emplearse como gobernanta en varios
hoteles y finalmente llegar a su puesto actual, que ocupaba desde hacía seis
años. Más tarde, Anja lo vio pasar por delante de la oficina y lo invitó a un
café. Mientras ella le daba la espalda buscando una taza por los cajones de la
mesa y le contaba una anécdota del restaurante donde había trabajado antes,
Verneau no había podido apartar la vista de su cuerpo envuelto en el uniforme
azul marino. En una de las paredes, rodeado de postales turísticas pegadas con
cinta adhesiva, colgaba un espejo en el que Verneau observó el rostro de Anja
sin que ella se diera cuenta. Terminaron sus turnos al mismo tiempo. Salieron
juntos del hotel, se despidieron y se alejaron en direcciones opuestas, Verneau
abrumado por una extraña mezcla de contento y melancolía.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-language: ES;">Después
de pagar en la carnicería siguió caminando hacia su casa, pero dio un rodeo
porque ahora ya no tenía prisa por regresar al pequeño apartamento. Atravesó el
parque de Batignolles, salió a la rue Cardinet, cruzó la calle y llegó a la
estación de ferrocarril, un lugar en el que paraba a veces al caer la tarde y
donde siempre se encontraba a gusto. Bajó hasta el andén, se sentó en un banco
y dejó pasar los minutos contemplando el tránsito de los trenes. Había decidido
que no quería volver al instituto cuando hubieran terminado las vacaciones. </span><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman";">El portero de noche le había dicho que el patrón buscaba
un botones para trabajar a tiempo completo y al parecer estaba bastante
satisfecho con él. Aunque apenas llevaba una semana sin clases, recordaba como
algo lejano los gritos en el patio, el ruido de las puertas de las aulas al
cerrarse y el eco en los pasillos vacíos. Para él, el cambio fundamental con
respecto al centro donde estudiaba antes era que ahora sabía protegerse
fingiendo una entereza y una seguridad en sí mismo que, en realidad, aún estaba
lejos de sentir.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman";">Llegó a casa media hora después. Fue hasta la cocina y le
entregó la compra a su hermano, que lo esperaba para preparar la cena y
procedió a cortar la carne sobre una tabla mientras Verneau apartaba la mirada
hacia la ventana. Cuando estaban sentados a la mesa, Verneau le dijo que el
dueño del hotel buscaba otro botones y le explicó que quería dejar el colegio y
solicitar aquel empleo. Su hermano le aconsejó que terminara de estudiar y
luego, si seguía interesado, él hablaría con el patrón y sin duda lo
contratarían de nuevo para trabajar la jornada completa como botones, o incluso
para un puesto mejor.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman";">El lunes siguiente era el último día del año. Verneau se
acercó hasta un radiador colocado junto a la entrada del hotel, y bajo la luz
de las farolas todavía encendidas pudo ver a los transeúntes que iban y venían
al otro lado de la cristalera dejando sus huellas sobre la nieve caída durante
la noche. A media mañana, el responsable del bar lo llamó para invitarlo a
tomar una copa de champán con los demás empleados. Cuando pasaba por delante de
las escaleras que conducían al sótano, Verneau miró hacia el interior de la
oficina de Anja y comprobó que había salido, así que supuso que la encontraría
también en el bar. Al entrar, la vio hablando animadamente en un extremo de la
barra con el patrón y con la encargada de las reservas. Mientras charlaba con
sus compañeros en el otro extremo, se sorprendió contando un par de anécdotas
sucedidas los últimos meses que provocaron carcajadas entre quienes lo
escuchaban. Media hora después regresaba a su puesto, y desde allí contempló la
acera, los coches aparcados a lo largo de la calle, las terrazas de los
edificios, la boca del metro, los bancos y los árboles cubiertos de nieve. Al
cabo de un rato terminaría su turno y podría volver a casa. Pero a medida
que iban transcurriendo los minutos y el momento de salir se
acercaba, empezaba a sentir una emoción extraña que sólo podía definir como
nostalgia. Oyó voces a su espalda. Anja acababa de despedirse de la
recepcionista hasta la semana siguiente y caminaba hacia la entrada con la
bolsa de trabajo en una mano y el abrigo, la bufanda y el gorro de lana
puestos. Sonrió al pararse a su lado y le explicó que ese día terminaba un poco
antes de lo habitual. Se había pintado los labios, desprendía un agradable olor
a colonia y tenía en la boca un caramelo de menta. Después de subir la
cremallera del abrigo y ponerse unos guantes, le deseó feliz año nuevo, lo besó
en las mejillas y salió del hotel. Verneau avanzó unos pasos y la vio cruzar la
calle y caminar con precaución por la acera de enfrente en dirección opuesta a
la que solía tomar cada tarde. Pero Anja se detuvo en seguida, y en su rostro
se dibujó una cálida sonrisa en cuanto reconoció a alguien que venía hacia
ella. Verneau también lo reconoció, era el empleado de la carnicería que lo
saludaba siempre cuando pasaba por delante del hotel. Anja le dijo algo y se
formó una nube de vaho frente a su boca. Luego se besaron y echaron a andar
cogidos del brazo, ahora en dirección al barrio donde vivía ella. A la altura
del hotel se pararon un instante y saludaron a Verneau, que levantó una mano
tímidamente y los siguió con la mirada hasta perderlos de vista cuando tomaban
otra calle. Los imaginó llegando a casa, subiendo las escaleras y disfrutando
de una intimidad que asociaba exclusivamente con Anja. Se preguntó si estarían
casados y sintió el impulso de correr tras ella para explicarle algo que se
veía incapaz de precisar. Luego comprendió que era el momento de regresar a su
propia vida.</span><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES;"><o:p></o:p></span></div>
</div>
Antonio de Castro Cortizashttp://www.blogger.com/profile/04484128643637850564noreply@blogger.com15tag:blogger.com,1999:blog-5379567218089975598.post-6655675072188891672013-05-19T15:45:00.002+02:002015-01-19T05:21:11.222+01:00EN LA PAPELERÍA<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhmdAzxRRD3Jakdeae85fSYkP3IS61AR92GLCSPtMN7VYb-QowWIwm9vT3dY9Ti-othmludZXKc7PIq01uJYBh39N5aYPdb7v4823zEac03eVPznPA2zfxFLMWXb98dfTCicJhGpHxjfMI/s1600/PABLO%252C+ANTONIO+%2526+TIGRE.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><span style="color: black;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhmdAzxRRD3Jakdeae85fSYkP3IS61AR92GLCSPtMN7VYb-QowWIwm9vT3dY9Ti-othmludZXKc7PIq01uJYBh39N5aYPdb7v4823zEac03eVPznPA2zfxFLMWXb98dfTCicJhGpHxjfMI/s320/PABLO%252C+ANTONIO+%2526+TIGRE.jpg" height="240" width="320" /></span></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">Hace algo más de treinta años,
cuando mi hermano tendría siete y yo nueve, tuvimos que pasar un curso
académico en el pueblo del interior donde vivían nuestros abuelos. El cambio
con respecto al lugar del que veníamos fue considerable: allá veíamos el mar
desde cualquier punto y lo sentíamos como una presencia cercana, pero aquí
había un río caudaloso y revuelto con una zona muy peligrosa donde decían que
poco antes de nuestra llegada se había ahogado un niño. Al caminar cada mañana
hacia la parada del autobús, no veíamos a lo lejos montes suaves cubiertos de
bosque y de hermosos prados, sino hostiles montañas nevadas cuyas cimas apenas
se distinguían entre la niebla. Mis compañeros de clase se burlaban del tonto
del pueblo y echaban a correr cuando éste los perseguía, y aunque yo también
corría, era incapaz de reír porque me habían enseñado que había que defender
siempre al más débil. Los padres de todos ellos cazaban, tenían disecados halcones,
lechuzas, jinetas, hasta un lobo, y se contaba que un conflicto de tierras
había terminado con la muerte de uno de los implicados en un supuesto accidente
durante una partida de caza. Pronto me hice amigo de Andrés, un chaval asmático
como yo al que su madre le sacudía con el cinturón cada vez que hacía algo que
no debía. Él solía invitarme a su casa cuando venían sus primos y sus tíos para
la matanza del cerdo, pero siempre encontré alguna excusa para no ir porque no
soportaba los chillidos, la sangre y la fiesta de la que tanto disfrutaban
ellos. Por las noches, después de acostarme, sentía una enorme tristeza al
pensar en el verano que había terminado semanas antes, en nuestro barco, en el
cielo azul, en el mar, en mis amigos, en la casa en el campo y en los perros
que quedaban al cuidado de unos vecinos y saltaban de alegría al vernos llegar
los viernes por la tarde. Si me acordaba de todo aquello durante las clases
apenas conseguía contener las lágrimas, así que decidí dejar de lado cualquier
recuerdo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">Junto al portal del pequeño
edificio donde vivíamos había una papelería en la que mi hermano y yo parábamos
alguna vez a la vuelta del colegio para comprar un tebeo. La propietaria era
una señora de unos cuarenta y cinco años que había sido enfermera antes de
casarse, aunque no ejerció mucho tiempo porque pronto abrió aquel negocio con
su marido, fallecido luego en un accidente de tráfico. Al pasar por delante del
escaparate la podíamos ver en el interior de la tienda, de pie tras el
mostrador, hojeando distraídamente alguna revista o leyendo el periódico. Ella
siempre sonreía al vernos entrar y era muy amable con nosotros, pero a mí me
intimidaban un poco sus hermosos ojos oscuros, sus ademanes resueltos y el
humor ocurrente y zumbón que mostraba cuando discutía con los representantes o
charlaba con las señoras que venían a comprar o a pasar el rato. Los días de
mercado solíamos coincidir por las concurridas calles del pueblo. A veces la
encontrábamos hablando con otros vecinos mientras aguardaban su turno cargados
de bolsas frente a un puesto, y si se fijaba en nosotros yo no podía evitar
bajar la mirada al devolverle el saludo. Sus dos hijas entrenaban a los niños
del equipo local de piragüismo, y sus tres hijos eran unos chavalotes que se
tiraban de cabeza desde nivel más alto del trampolín instalado en la orilla del
río, y los sábados por la noche trataban de tocarles las tetas a sus novias
sentados en los bancos de las afueras. En una ocasión, llegué a la papelería
cuando ella intentaba explicarle al más pequeño de qué manera tenía que colocar
unas carpetas y unos paquetes de folios sobre los distintos niveles de una
estantería. Como el chaval no entendía, o no quería entender, ella acabó
soltándole un guantazo que me dejó helado. Luego me vio delante del mostrador y
vino a atenderme, pero mientras me cobraba no le quitaba el ojo de encima a su
hijo, que colocaba carpetas y folios con gesto contrariado, para saber si había
entendido ya o iba a tener que explicárselo otra vez.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">Suponía que en algún lugar del
pueblo había una biblioteca municipal, pero por el momento podía encontrar en
la papelería todos los libros que me interesaban. A la dueña no parecía
molestarle que me tomara mi tiempo sacándolos y volviendo a colocarlos en las
estanterías, hojeándolos de principio a fin o leyendo páginas enteras antes de
decidir cuál iba a comprar. Mientras yo miraba los libros sólo me interrumpía
ocasionalmente para preguntarme si tenía frío, ya que en ese caso podía
encender la estufa que había colocado detrás del mostrador. Cuando ordenaba las
remesas de periódicos y revistas tarareando alguna canción que me resultaba
lejanamente familiar, nos cruzábamos entre los expositores y ella sonreía sin
decir nada. Luego yo le entregaba el libro elegido, y antes de mirar el precio,
devolvérmelo y cobrarme, siempre me preguntaba, como si fuera una costumbre
establecida, si ése era el que llevaba. En el momento de darle el dinero solía
liarme con las monedas y los billetes, así que ella me cogía la muñeca y los
separaba pacientemente sobre la palma de mi mano. Una tarde en que no tenía
suelto para darme la vuelta me mandó cambiar en la cafetería que había al otro
lado de la calle, frecuentada por taxistas, conductores de autobús y obreros de
la fábrica de cemento que salían de trabajar a esa hora. Pero debí de mostrar
tal desconcierto ante aquella situación imprevista que me dijo que esperara un
momento en la tienda y fue a cambiar ella. Con el paso de las semanas empezó a
preguntarme qué tal había ido ese día en el colegio, aunque como me suponía
tímido nunca me forzaba a hablar más de lo necesario, y de tarde en tarde me
dejaba llevar algún libro sin cobrarlo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">Pronto me acostumbré a la
atmósfera recogida y acogedora de la papelería, al olor a madera, tinta y
papel, a la luz de las bombillas, al zumbido de la estufa, al sonido de la
radio con el volumen bajo, y también a la cercanía de la dueña. La oía pasar
las hojas del periódico, carraspear suavemente, colocar un paquete sobre el
mostrador y abrirlo con una tijera o ir un momento a la trastienda y me sentía
empujado a levantar la vista del libro para mirarla sin que se diera cuenta,
aunque me sorprendió un par de veces y no volví a intentarlo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">Una tarde de febrero, las
clases terminaron un poco antes de la hora y el autobús escolar aún no había
llegado cuando los de mi curso salimos del colegio. Aproveché para acercarme
hasta un riachuelo que discurría entre los prados de los alrededores y pasé
unos minutos observando los tritones que se deslizaban bajo las aguas fangosas.
Luego, como consideraba que aún tenía tiempo, seguí el curso del riachuelo para
averiguar qué había tras un meandro cubierto de vegetación, y al descubrir al
otro lado un viejo puente, lo crucé tratando de no resbalar en las piedras
húmedas de la calzada. Atravesé un bosquecillo de castaños, bordeé un prado
encharcado y llegué hasta lo alto de una loma desde la que podía ver las casas
del pueblo, donde habían encendido ya las primeras luces. Tal vez una de
aquellas luces fuera la de la papelería. Imaginé a la dueña detrás del
mostrador y me sonrojé al preguntarme si en algún momento del día habría
pensado en que quizá me disponía a pasar por allí esa tarde. También me
pregunté si esperaría con algo de ilusión mi llegada, pero en seguida aparté
esa idea de mi cabeza. Al mirar el cielo cubierto me di cuenta de que estaba
oscureciendo, debía de haber transcurrido más tiempo del que imaginaba desde mi
salida del colegio. Descendí la loma y volví sobre mis pasos tratando de no
perderme entre los árboles, corrí por la orilla del riachuelo, resbalé en el
suelo embarrado, crucé el puente, y al cabo de unos minutos me detuve frente a
una escuela donde ya no quedaba nadie. Por primera vez desde nuestra llegada al
pueblo tenía que volver a casa caminando. No conocía bien el trayecto de
regreso, y como ya era de noche no veía ninguna de las referencias que podían
haberme ayudado. Eché a andar siguiendo la carretera general y me alejé de la
escuela, pero me detuve al ver unas casas a mi izquierda. Andrés me había
contado la tarde anterior que Felipe, el tonto del pueblo, vivía cerca, y unos
días antes había sorprendido solo a un compañero nuestro y le había pegado una
paliza. Crucé la carretera, miré a mi espalda un par de veces y seguí caminando
sin perder de vista las casas del otro lado. Unos minutos después pasaba junto
a un muro de piedra que debía de proteger una finca. Cuando llegué al extremo
del muro miré a la derecha, y donde suponía que habría un prado distinguí la
silueta de alguien parado a pocos metros de la carretera. Dejé escapar un grito
y corrí a toda prisa mientras oía cómo me llamaban, pero al girarme descubrí
que no era Felipe sino un vecino que avanzaba hacia mí extrañado. Seguí
caminando a paso ligero sin volverme, avergonzado, hasta que ya no pude oír sus
pisadas. Pronto aparecieron los primeros bloques de viviendas. Pasé por delante
del cine, atravesé una plaza a la que íbamos a jugar a veces después del
colegio, dejé atrás el ayuntamiento y llegué hasta la pequeña avenida que
conducía hacia la salida del pueblo, donde estaba nuestro edificio. Al fin me
paré, cansado, delante del portal. El camino que había recorrido parecía ahora
muy lejano. Pulsé el portero automático. Aguardé un momento y volví a llamar,
pero nadie respondió. Un coche pasó a lo lejos y desapareció por una de las
calles perpendiculares a la avenida. Del bar del otro lado llegaba el sonido
difuso de la televisión y las conversaciones. </span><span class="msid5931"><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES;">Sufría un fuerte ataque de asma, así que tomé varios
pelotazos de Ventolín</span></span><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">. Volví a llamar sabiendo que nadie iba a abrir. Recordé al niño ahogado en
el río y a Felipe corriendo con dificultad detrás de nosotros y me vinieron a
la cabeza la matanza, el banco de madera, la sangre y los gritos de los
animales. La luz de la papelería brillaba cerca de nuestro portal. Me acerqué
al escaparate: la dueña estaba dentro, leyendo detrás del mostrador con las
gafas puestas. Al mirar a un lado pude ver las últimas casas de la avenida,
empequeñecidas frente a unas montañas que le daban a aquella parte del pueblo
un aire siniestro y opresivo. Aguardé unos segundos junto a la puerta. Luego
entré y me puse a llorar mientras le explicaba a la dueña de manera confusa lo
que me había ocurrido y le pedía permiso para quedarme con ella en la tienda
hasta que hubieran llegado mi hermano y mis abuelos. Pareció sorprendida.
Cuando al fin entendió lo que pasaba, me acarició la cabeza, me llevó hasta la
silla que había junto a la estufa y me dijo que estuviera tranquilo, que más
tarde o más temprano iban a volver. Hablaba en el tono afable habitual, pero
acentuando el matiz afectuoso de las últimas semanas. Al cabo de unos minutos
fue a la trastienda, y pronto volvió con un gigantesco bocadillo de chocolate
que logré engullir gracias a una Mirinda que traía en un vaso. Debí de pasar en
la tienda la media hora siguiente. La dueña me preguntó qué tal nos iba en el
colegio a mi hermano y a mí, y también si echábamos de menos el pueblo del que
veníamos. Haciendo un esfuerzo por no ponerme a llorar otra vez, le hablé del
mar, del barco, de la playa y de mis amigos mientras ella escuchaba con
manifiesta y algo exagerada atención, mostrando asombro y admiración hacia las
cosas que yo le contaba. Cuando entraba alguna conocida suya y se sorprendía al
verme detrás del mostrador, ella apoyaba una mano en mi hombro y le decía con
naturalidad, como si aquello sucediera a veces, que estaba allí esperando por
mi hermano y mis abuelos.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">Ellos llegaron un poco antes
de la hora del cierre. Era mi hermano quien había concluido que si no estaba en
el colegio ni en el parque ni en ninguno de los lugares adonde íbamos cada
tarde, tenía que estar en la papelería. La dueña les explicó a mis abuelos lo
que había pasado, y después de que le agradecieran el haberse ocupado de mí,
charlaron un momento mientras mi hermano y yo escogíamos un par de tebeos de
los expositores. Luego ella vino con nosotros hasta la puerta para desearnos
buenas noches. Al llegar ante nuestro portal la oí echar el cerrojo y pasados
unos segundos vi desaparecer el reflejo de las luces del escaparate sobre la
acera.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">Más tarde, cuando ya estábamos
acostados, contemplé la pequeña hilera de libros adquiridos recientemente y
distribuidos por una de las estanterías de nuestra habitación. Esa noche no
tenía muchas ganas de leer antes de apagar la luz. Dejé junto a la lámpara de
la mesilla la novela de Emilio Salgari que había comprado en la papelería la
semana anterior (<i>El corsario negro</i> o <i>Yolanda</i>, o tal vez <i>La
reina de los caribes</i>), pero mi hermano me pidió que le contara algo de
aquella historia de aventuras. Y yo empecé a contarle, pero mi cabeza estaba
lejos de allí.</span><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES;"><o:p></o:p></span></div>
</div>
Antonio de Castro Cortizashttp://www.blogger.com/profile/04484128643637850564noreply@blogger.com21tag:blogger.com,1999:blog-5379567218089975598.post-65322032494089010932013-05-06T00:29:00.000+02:002016-08-25T21:19:02.605+02:00MIDNIGHT BLUES<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjQ8fqARnUOJAZnpYTLRGkOd8Nrnp7WKOUpd_OBCdp5WgQN66olwU4IYNQB0RU_yHVaiFBgkezKEQ6H-_ecb1psby0prXNJTpihHzwH9Zsmzk5AET00RB1H0gyP8O38GhCKw0YmOdcnIdI/s1600/M%2527sieur+La+Caille.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><span style="color: black;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjQ8fqARnUOJAZnpYTLRGkOd8Nrnp7WKOUpd_OBCdp5WgQN66olwU4IYNQB0RU_yHVaiFBgkezKEQ6H-_ecb1psby0prXNJTpihHzwH9Zsmzk5AET00RB1H0gyP8O38GhCKw0YmOdcnIdI/s400/M%2527sieur+La+Caille.jpg" width="283" /></span></a><br />
<div style="text-align: justify;">
<span lang="ES" style="color: black; font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;">En el imponente hotel Beaurepaire, situado a medio camino entre la plaza de Chatelet y la de la Concordia, a partir de la una de la madrugada había cierto trasiego de putas, normalmente negras, a las que telefoneaban turistas ingleses y norteamericanos o clientes franceses que se encontraban en París por motivos de trabajo. Algunos nos pedían sus números de teléfono a los recepcionistas de noche, pero el jefe de equipo nos advirtió que podíamos ser acusados de proxenetismo y perder nuestro empleo, que podían terminar considerándonos improvisados y poco creíbles <i style="mso-bidi-font-style: normal;">maquereaux</i>. Las negras siempre montaban una pequeña juerga en el ascensor cuando uno de nosotros tenía que acompañarlas hasta la habitación del cliente. Si éste era un inglés o un norteamericano adinerado, al cabo de un rato pedía una botella de champán, que el recepcionista le subía sabiendo que quizá se lo fuera a encontrar enzarzado en alguna extraña discusión con la chica, él en albornoz o en bata y ella en pelotas dentro de la cama.</span><br />
<span style="color: black;"><br /></span>
<span lang="ES" style="color: black; font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;">De vez en cuando venían mujeres árabes, las preferidas de los clientes africanos. Estos también pedían champán, era raro que dieran propina y se dirigían al recepcionista con una mezcla de familiaridad y desprecio, desprecio que también mostraba la chica en un intento algo patético de manifestar superioridad hacia quien estaba obligado a servirle en aquel momento. Los clientes árabes solían llamar a mujeres francesas, profesionales de mediana edad o estudiantes. Estas últimas aprovechaban la generosidad del cliente, que siempre daba propina, para pedir algo de comer al servicio de habitaciones, y tuteaban al recepcionista porque tenían su misma edad, alguna incluso podía terminar trabajando en la recepción de ese mismo hotel un par de años después.</span><br />
<span style="color: black;"><br /></span>
<span lang="ES" style="color: black; font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;">Una de esas noches asfixiantes de finales de junio en que el jardín de las Tullerías se llena de turistas, cuando me faltaban pocos días para largarme de vacaciones, paró en la recepción un chaval sudamericano que pasaba unas semanas en París, invitado por el empresario para el que trabajaba su padre. Era un tipo simpático de dieciocho o diecinueve años, algo ingenuo aunque rodado en juergas y salidas nocturnas, y acostumbrado a moverse en hoteles como aquél pero sin alejarse mucho de los barrios caros donde están situados. Me preguntó dónde podía salir a divertirse un rato, le dije que probara en los Campos Elíseos, me pidió que llamara un taxi, y unos minutos después un conductor con muy mala leche y la evidente intención de dar un rodeo para subir la cuenta del taxímetro se lo llevaba hacia la cercana avenida. El chaval volvió al cabo de tres o cuatro horas, acompañado por una francesa de su edad con la que supuse que se entendería en inglés o en el español que quizá hablara ella. Los vi dirigirse hacia los ascensores, y pasados unos minutos el chaval telefoneó a la recepción para saber si teníamos preservativos. Vino a buscarlos y no volví a tener noticias suyas hasta las seis de la mañana, cuando me llamó de nuevo, angustiado, y me preguntó si el empresario estaba en ese momento en el hotel porque acaba de descubrir que no tenía dinero suficiente para pagarle a la chica. Tal vez al conocerse se hubieran entendido en algún idioma, pero ahora no era capaz de comunicarse con ella y la chica empezaba a tomarse muy mal lo que estaba sucediendo. Recordé que el empresario había ordenado en el bar que no le sirvieran al chaval más consumiciones a cuenta suya y también que esa noche no dormía en el hotel, aunque probablemente regresara durante la mañana. Le dije esto último al chaval, y él me explicó que sólo le quedaban doscientos euros y me puso con la chica. Cuando supo la cantidad se mostró ofendida, aunque no llegó a decirme cuánto era lo que esperaba cobrar, y me puso con él. En vista de que, por el momento, no había nada que hacer, me pidió más condones y si esta vez se los podía llevar yo a la habitación, así que se los llevé y él los cogió sin abrir del todo la puerta. Después no supe más de ellos. Nadie se interesaba por cómo se resolvían los problemas que surgían durante noche, en realidad a nadie le importaba demasiado si un problema terminaba resolviéndose o no. Al cabo de media hora llegó el equipo de la mañana. Les pasé las consignas a las recepcionistas, les expliqué el apuro en el que estaba el chaval y les dije que en cuanto apareciera el empresario lo pusieran en contacto con él. Luego salí del hotel y caminé hacia la estación de metro por la rue de Rivoli, donde camareros y propietarios empezaban a abrir las cafeterías y el único rastro del bullicio nocturno era algún vaso roto junto al bordillo de la acera.</span></div>
Antonio de Castro Cortizashttp://www.blogger.com/profile/04484128643637850564noreply@blogger.com17tag:blogger.com,1999:blog-5379567218089975598.post-45305158581557185372013-04-24T03:52:00.000+02:002015-12-03T20:36:36.751+01:00MARY CHANNEL<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<span style="color: black;"><img border="0" height="206" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh6MrKKyJ47_oGJ6TlLxyEhC3rrt2sCYLpvpfu4pU6QsQBLoTyu_f-gqLxPqfB4zv9eGJcM3W7Jv8sGzpsqjAShWpPqngUDDuGRKICMzd48ChC6WRwzWOgFIcmOgslWRdZ_klRhY_i2_Ts/s320/Marla+Landi.jpg" width="320" /><span id="goog_1560264943"></span></span><a href="http://www.blogger.com/"></a><span id="goog_1560264944"></span></div>
<div class="MsoBodyTextIndent2" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 6pt 0cm; text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<div class="Corpsdetexte21" style="line-height: 150%; margin-bottom: 6.0pt; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-bidi-font-family: Arial;">Mary Bellamy era una joven de Dorchester que a los
dieciséis años se casó por imposición de sus padres con un fabricante de telas
treinta años mayor que ella. Las semanas anteriores a la boda, Mary dormía mal
y tenía pesadillas. Intentó que su padre cancelara la ceremonia, pero éste se
negó y el 12 de septiembre de 1723 Mary se convirtió en la señora Channel.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Corpsdetexte21" style="line-height: 150%; margin-bottom: 6.0pt; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-bidi-font-family: Arial;">Después de una desastrosa noche nupcial, Mary pasó
a ocuparse de la casa. Su marido le encomendó dirigir a unos sirvientes que
apenas se esforzaban por ocultar su desdén hacia una muchacha cuyo origen era
tan humilde como el de ellos. Mary lo puso al corriente pero el señor Channel
no quiso escuchar sus acusaciones, así que los sirvientes y ella se enzarzaban
en continuas disputas en cuanto aquél se ausentaba. Con el paso de los meses,
resultó evidente que el señor y la señora Channel no podían tener hijos. Al
cabo de un año, el señor Channel apenas le dirigía la palabra a su mujer y
desempeñaba su rutina diaria como si ella no estuviera presente. Mary salía de
casa por la mañana después de que su marido se hubiera ido a trabajar, pasaba
las horas caminando por los campos y los bosques de los alrededores, y
regresaba unos minutos antes que él para comer o para cenar. Cuando el señor
Channel se enteró de aquellas ausencias la golpeó y le ordenó que no volvieran
a repetirse. Desde entonces, Mary deambulaba mañana y tarde por el interior de
la casa, y a veces lloraba junto a una ventana si estaba segura de que nadie
podía oírla.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Corpsdetexte21" style="line-height: 150%; margin-bottom: 6.0pt; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-bidi-font-family: Arial;">Una mañana de febrero, el señor Channel cogió la
diligencia para Londres, donde iba a pasar diez días por asuntos de negocios.
Dos días después, un joven de la edad de Mary, que decía ser marino y dirigirse
a Weymouth para enrolarse en un barco que zarpaba esa semana, paró a pedir agua
en casa de los Channel. Mary lo condujo hasta la cocina y se la sirvió ella
misma. Estuvieron hablando un rato con la puerta cerrada. Luego salieron de la
vivienda, e ignorando las miradas acusadoras de sirvientes y vecinos tomaron
el camino que conducía hasta el pueblo. Aunque el muchacho se hospedó en una
posada, la mañana siguiente volvió a casa de los Channel y repitió las visitas
durante el resto de la semana. El día que había decidido marcharse, al caer la
tarde, Mary fingió indicarle la forma de llegar hasta la costa, pero en cuanto
dejaron atrás el pueblo se adentró en el bosque seguida por él. Pasaron la
noche dentro de una cabaña abandonada y alejada del camino. El muchacho le prometió
que al día siguiente la llevaría consigo, pero Mary se despertó de madrugada y
estaba sola en la estancia. Echó a andar de vuelta a casa. Al entrar se topó
con los sirvientes, que comenzaban la jornada y se mostraron extrañados al
verla. Mary los rechazó violentamente, se negó a darles explicaciones y se
retiró escaleras arriba a una habitación apartada.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Corpsdetexte21" style="line-height: 150%; margin-bottom: 6.0pt; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-bidi-font-family: Arial;">Cuando el señor Channel regresó, ya estaba al tanto
de la aventura de su mujer. A la hora de la cena se reunió con ella en el
comedor e hizo salir a los sirvientes. El señor Channel la golpeó varias veces
y le ordenó que se marchara inmediatamente de su casa, pero antes de que
pudiera agredirla de nuevo Mary cogió uno de los cuchillos que había encima de
la mesa y se lo clavó en el cuello. El señor Channel se desplomó a sus pies y
Mary lo contempló en silencio mientras se desangraba sobre la alfombra. Luego
salió de casa, atravesó los prados contiguos y caminó sin rumbo por el bosque.
La detuvieron unas horas después dentro de la cabaña donde había pasado la
noche con el muchacho. Se dejó prender y no respondió a ninguna de las
preguntas que le hicieron mientras la llevaban de regreso al pueblo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Corpsdetexte21" style="line-height: 150%; margin-bottom: 6.0pt; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-bidi-font-family: Arial;">Mary Channel fue juzgada por asesinar a su marido y
condenada a morir en la hoguera, la pena habitual para las mujeres que habían
matado a sus cónyuges. Cuando escuchó la sentencia, sufrió un mareo y tuvieron
que sujetarla para que no se desplomara. Se repuso unos minutos después y
afirmó que merecía morir por lo que había hecho, pero suplicó que no la mataran
de aquella forma. Además responsabilizó de lo sucedido a sus padres, que se
encontraban en la sala y le rogaron que los perdonara. Pero Mary se negó a
hablar con ellos, y en seguida fue conducida a la prisión donde aguardaría
hasta que se cumpliera la sentencia.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Corpsdetexte21" style="line-height: 150%; margin-bottom: 6.0pt; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-bidi-font-family: Arial;">El dos de marzo de 1725, dos guardianes sacaron a
Mary de su celda, le ataron las manos, la tendieron sobre una plancha de madera
de la que tiraba un caballo, y un palafrenero la llevó hasta el emplazamiento
donde iba a tener lugar la ejecución, al que habían acudido numerosos vecinos y
gentes de los alrededores. El verdugo la puso en pie, la situó en el centro de
la pira, fijó su cuerpo al poste con una cadena y le ató una cuerda alrededor
del cuello. A continuación, procedió como era habitual en aquellos
ajusticiamientos: prendió fuego a las ramas y los haces de leña acumulados en
torno a Mary, y cuando las llamas se elevaban tiró con fuerza de la cuerda
hasta estrangularla. Luego el vestido de Mary se inflamó, su cuerpo comenzó a
arder, y al cabo de varias horas quedaba reducido a cenizas.</span><span style="font-family: "georgia" , serif; font-size: 13pt; line-height: 115%;"> </span></div>
</div>
Antonio de Castro Cortizashttp://www.blogger.com/profile/04484128643637850564noreply@blogger.com17tag:blogger.com,1999:blog-5379567218089975598.post-1661670382175337132013-03-23T19:44:00.000+01:002015-12-03T20:38:50.801+01:00JACQUES BONHOMME<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg71sVoYdn-2oMap1bPDu_tPAxG85OIM6S9TCRIwLFgrAlo1YOGGx6yTAgG1jH4wdzlcrKIWGPBYDP00MKAxeUzzZFZpC8oykrIpJq_FJkYrmuGlJJfZ41Zasi-cIXZYxi2Q-Dt8meJHd8/s1600/Death+of+Wat+Tyler.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="322" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg71sVoYdn-2oMap1bPDu_tPAxG85OIM6S9TCRIwLFgrAlo1YOGGx6yTAgG1jH4wdzlcrKIWGPBYDP00MKAxeUzzZFZpC8oykrIpJq_FJkYrmuGlJJfZ41Zasi-cIXZYxi2Q-Dt8meJHd8/s400/Death+of+Wat+Tyler.jpg" width="400" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">En abril de 1358, durante la guerra con Inglaterra, las hijas de
Jacques Durand, un campesino de Reims, fueron violadas y asesinadas
por miembros de una de las bandas de mercenarios que asolaban el norte de Francia. Los
señores no lograban detenerlos, los mismos señores que dos años antes había
abandonado al rey Jean II en manos del enemigo tras la batalla de Poitiers, y ahora aumentaban los impuestos para poder reconstruir sus propiedades y
exigían a los campesinos que defendieran sus castillos si eran atacados por los
ingleses. Semanas después, a Durand le llegaron noticias confusas de que
numerosos campesinos se habían reunido en Saint-Leu d’Esserent para enfrentarse
a una nobleza que no había apoyado a su rey. No tardaron en formarse nuevos
grupos en torno a otras ciudades, y Durand, desoyendo el consejo de su mujer,
se unió al de Reims. A falta de una organización precisa, decidieron asaltar
los castillos de la región. En el primero pasaron a cuchillo al señor, a su
familia y a sus sirvientes, y prendieron fuego al castillo. Enardecidos tras
esa primera victoria, los campesinos atacaron otro castillo y sacaron al señor
al patio de armas, lo ataron a un poste y lo forzaron a presenciar la violación
de su mujer y sus hijas, antes de acabar con todos ellos. Mientras salía de un
patio encharcado en sangre, Durand se sentía aturdido por los hechos
que acababa de presenciar. Pero luego recordó el desprecio en el rostro de los
señores cuando les comunicó la muerte de sus hijas, los castigos que había
sufrido por no poder pagar los impuestos, las ejecuciones de vecinos que habían
robado para alimentar a sus familias y la muerte de hambre de otros, y durante
el siguiente asalto actuó con la misma ferocidad que sus compañeros, aunque el
recuerdo de su familia le impidió caer en los excesos de algunos.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">En pocos días, los campesinos asolaron la región de Champagne y provocaron
la huida de los miembros de la nobleza que aún no habían sido atacados. Pero
Durand temía que la supremacía de su gente fuera a durar lo que a aquéllos les
llevara reorganizarse, ya que apenas tenían contacto con otros
grupos de sublevados, y la única acción emprendida hasta entonces había
consistido en eliminar el mayor número posible de familias nobles. Sus temores
no tardaron en confirmarse. A pesar de los daños causados y del estado de
terror en el que quedaba sumida la nobleza, pronto llegaron a Champagne
noticias desalentadoras. Las huestes del rey Charles de Navarra y las de los
capitanes Jean de Grailly y Gaston Fébus, que acababan de regresar de la
cruzada contra Prusia, se habían unido para sofocar las revueltas, y con ellos
cabalgaban también soldados aliados ingleses. En Meaux, los campesinos habían
logrado negociar con los comerciantes de la ciudad, que terminaron
facilitándoles la entrada y les permitieron apresar a los nobles allí
refugiados, pero el ejército de Charles de Navarra la tomó por asalto, y
después de liberar a los nobles la saqueó, mató a gran parte de sus habitantes
e impidió salir de sus casas a otros mientras les prendía fuego a las
viviendas. A continuación, los caballeros se enfrentaron a los campesinos en la
batalla de Mello y les ocasionaron una dura derrota. Los que habían logrado
huir contaban que después de la batalla Charles de Navarra había convocado una
tregua e invitado a dialogar a Guillaume Cale, un líder de los sublevados que
no aprobaba las atrocidades cometidas por una parte de los suyos. Pero cuando
Cale se aproximaba en solitario al campamento enemigo, Charles de Navarra
ordenó capturarlo ignorando la bandera blanca, pues los nobles no estaban
obligados a respetar las normas de la caballería al tratar con un hombre de
origen plebeyo. Cale fue coronado públicamente con una corona al rojo vivo
en una ceremonia sarcástica, y luego decapitado.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 13.0pt; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: 6.0pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">L</span><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">a exaltación inicial entre los campesinos de Reims dio paso al miedo y a la
incertidumbre. Se decía que los nobles mataban sin distinción a hombres,
mujeres y niños, y Durand temió por lo que le pudiera ocurrir a su mujer.
Grupos de caballeros bien organizados atacaron con rapidez cada una de las zonas
donde se habían producido revueltas y exterminaron a todas las familias de
campesinos que pudieron encontrar, quemaron sus casas y asolaron sus tierras.
Frente a aquella maquinaria militar ejercitada e implacable poco pudieron hacer
los sublevados, armados con hoces, cuchillos y guadañas, y dominados por la
aprensión y el sentimiento de inferioridad hacia una clase a la que siempre
habían considerado superior. Días después de la masacre de Meaux y la batalla
de Mello, de los árboles de las regiones colindantes colgaban miles de
cadáveres. La sangre se mezclaba con el agua de los arroyos, y por los campos
ahora yermos se extendían los cuerpos desmembrados, quemados o destripados de
gentes que, en muchos casos, ni siquiera habían participado en las revueltas.
Entre los caídos se encontraba Jacques Durand, atravesado por las lanzas de
varios caballeros después de que lo sorprendieran junto a otros campesinos mientra
intentaba regresar a su casa. Su mujer nunca supo qué había
sido de él.</span><span lang="FR" style="font-size: 13.0pt; line-height: 150%;"><o:p></o:p></span></div>
Antonio de Castro Cortizashttp://www.blogger.com/profile/04484128643637850564noreply@blogger.com17tag:blogger.com,1999:blog-5379567218089975598.post-45516861038537231672013-02-27T02:57:00.002+01:002021-12-10T13:03:12.018+01:00THERE'S A PLACE...<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijWQDbigTsJRbTXa1HuS87Bu0iC99wpTKuVU5UDNGSAXhV6bBuX7Apf96PDSoMUm1MZDbZT16e7qeavTSVqxJjtVvxCmVYaCsbEmuMBAknpspV4reW1L-U22T1Ys53GDGAqnVb00V2-vo/s1600/Les+enfants+de+la+Place+Hebert,+Doisneau.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijWQDbigTsJRbTXa1HuS87Bu0iC99wpTKuVU5UDNGSAXhV6bBuX7Apf96PDSoMUm1MZDbZT16e7qeavTSVqxJjtVvxCmVYaCsbEmuMBAknpspV4reW1L-U22T1Ys53GDGAqnVb00V2-vo/s400/Les+enfants+de+la+Place+Hebert,+Doisneau.jpg" height="400" width="315" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<div class="MsoBodyTextIndent2" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 6pt 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">A finales de los años ochenta,
cuando yo tenía catorce o quince, pusieron en televisión una serie que se
titulaba <i>La huella del crimen</i> y en
cada capítulo dramatizaba algunos de los sucesos más espeluznantes que
ocurrieron en España desde mediados del siglo XIX hasta bien entrado el XX. Aun
sabiendo que aquello no iba a ser un plato fácil de digerir (o tal vez por
eso), me decidí a grabar en vídeo y ver un episodio, “El caso de las
envenenadas de Valencia”, donde se narraba la vida y la muerte de Pilar Prades,
una mujer que en la década de los cincuenta envenenó a tres personas, matando a
una de ellas, y terminó en el garrote vil después de que desde la jefatura del
Estado le negaran el indulto.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoBodyTextIndent2" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 6pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyTextIndent2" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 6pt 7.1pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-bidi-font-family: Arial;">Por aquel entonces las cosas me iban bastante mal.
En el instituto suspendía una asignatura tras otra. Al empezar cada nuevo curso
se creaba una sólida enemistad entre la mayoría de mis compañeros y yo,
enemistad positiva e inamovible en la que llevaba siempre la peor parte. Y
aunque no era feo, tenía una mirada sombría, estaba demasiado delgado, sonreía
poco y lucía la palabra "problemas" escrita en el rostro. Mis escasos
amigos, todos mayores que yo, eran considerados chusma, delincuentes en
potencia, carne de horca siempre al borde de la pelea y del conflicto. En
cuanto salía de casa notaba cómo me envolvía una creciente sensación de
amenaza, y al andar por los pasillos del instituto o por las calles del pueblo
tenía la impresión de que pisaba un suelo resbaladizo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoBodyTextIndent2" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 6pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyTextIndent2" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 6pt 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">Desde hacía un tiempo grababa
películas en vídeo, y en los últimos meses la identificación con las que me
resultaban más cercanas era tan intensa que me costaba días desprenderme de su
recuerdo, como si fueran gente con la que había simpatizado pero a la que
tardaría en volver a ver. El episodio de las envenenadas de Valencia,
magnífico, concluía con una secuencia difícil de olvidar, cuando la condenada,
en compañía del director de la prisión, los magistrados del proceso, el cura
que le daba la extremaunción, un médico, varios funcionarios y dos celadoras,
esperaba en una estancia de la cárcel a que llegara la hora del
ajusticiamiento. Era una secuencia dura y descarnada: la condenada lloraba sin
parar, proclamaba su inocencia y pedía que no la matasen; los que la rodeaban
trataban de mantener la frialdad funcionarial supongo que imprescindible en
esos casos pero hubieran preferido encontrarse bien lejos de allí; cuando se
presentaba el verdugo se negaba a hacer su trabajo porque le correspondía
ejecutar a una mujer, así que antes tenían que sedarlo; y al cabo de un rato,
después de que el director prolongara la espera aguardando por un indulto que
todos sabían que no iba a llegar, ordenaba seguir adelante. A partir de ahí, la
condenada se convertía en un trozo de carne llorosa y suplicante a la que
arrastraban hasta el patíbulo y ejecutaban.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoBodyTextIndent2" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 6pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyTextIndent2" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 6pt 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">Aunque la película funcionaba
bien como crónica del breve itinerario criminal de la asesina y su rápida
caída, era fundamentalmente la historia de una persona desdichada que además
había vivido en el peor de los momentos históricos. El relato mostraba a Pilar
Prades, nacida en la pobreza, analfabeta y repudiada por su padre, como una
mujer desequilibrada, insegura y solitaria que había envenado a la patrona de
la carnicería donde trabajaba, a la dueña de la casa donde la emplearon luego
como sirvienta y a su compañera de trabajo (aunque sólo la primera había
muerto), y entre sus motivos se sugerían los celos y el deseo de ocupar el
lugar de personas cuyas vidas consideraba más afortunadas que la suya. En
aquella última secuencia, quedaba de manifiesto que durante la espera y cuando
finalmente tenía lugar la ejecución, poco importaba ya la culpabilidad de la
condenada frente a la crueldad de la tarea que se estaba llevando a cabo. Todos
los presentes, gentes endurecidas que habían vivido una guerra y eran funcionarios
del régimen instaurado tras ella, estaban padeciendo la parte más ingrata de
sus trabajos, y ante la obligación de poner fin a una vida acababan sintiendo
compasión por quien iba a morir bajo el engranaje de un sistema que, sin
embargo, ninguno de ellos era capaz de cuestionar.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoBodyTextIndent2" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 6pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyTextIndent2" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 6pt 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">Precisamente por estar tan
bien rodada, recogiendo con sorprendente realismo la crudeza del momento pero
evitando toda truculencia innecesaria, la secuencia era tan tensa y verosímil
que la primera vez que la vi me dio un mareo y tuve que tumbarme en el sofá. Al
cabo de un rato me repuse y conseguí terminar la película, aunque sacudido por
unos escalofríos que duraron hasta la mañana siguiente. Por la noche volví a
verla de principio a fin, ahora prestando atención a los matices en los rostros
de los actores, a la magnífica ambientación y a los detalles de guión y de
puesta en escena, y al día siguiente la vi de nuevo y empecé a preguntarme cómo
habrían sido las vidas de aquellas gentes y qué pasos habrían tenido que dar para
llegar a jugar un papel tan decisivo en la suerte de otras personas. Había
mucha verdad en el caminar solitario de la protagonista por las calles de la
ciudad recogido siempre en desolados planos generales, en su mirada angustiada
cuando, una vez más, se hallaba frente a una situación que la sobrepasaba, en
su gesto de inseguridad permanente y en su incapacidad para ser aceptada en un
grupo. Sin embargo, otro personaje femenino, totalmente secundario, me parecía
más interesante con cada nuevo visionado: era una de las dos celadoras que
esperaban junto a ella a que llegara el momento de la ejecución. Su compañera
parecía una persona ruda e ignorante y no hablaba en toda la secuencia, pero
esta celadora, algo más joven (treinta y pico años) y con el rostro severo que
tenía la gente de aquella época, intercambiaba unas palabras con la condenada
tratando de echarle una mano, aunque a medida que pasaban los minutos se hacía
evidente que no la iban a indultar y que estaba a un paso de la muerte. Después
de que recibiera la extremaunción, la celadora le quitaba la toquilla, se
quitaba la suya y se sentaba con las piernas juntas, la espalda erguida y las
manos una sobre otra apoyadas en el regazo. Luego respondía a las súplicas de
la condenada diciéndole que todavía podía llegar el indulto, pero media hora
más tarde, cuando el procedimiento seguía adelante, le decía que ya no había
remedio y que fuera valiente, la ponía en pie con ayuda de su compañera y la
conducían hasta las escaleras donde aguardaban dos funcionarios para llevarla
al patíbulo. Después de ver la secuencia varias veces seguidas, siempre con
violentos escalofríos, terminé enamorándome de aquella mujer.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoBodyTextIndent2" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 6pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyTextIndent2" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 6pt 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">Empecé a llevar una doble
vida. Los sábados por la noche iba con mis amigos a los bares y a las discotecas
del pueblo, bailábamos y nos emborrachábamos, presenciábamos las peleas que
estallaban todos los fines de semana y volvíamos a casa zigzagueando por las
calles de las afueras con una inconfesada sensación de vacío. Pero después de
acostarme me dormía pensando en la celadora de la película, recordaba con
claridad sus palabras y su tono de voz, podía ver sus ojos oscuros, su nariz
afilada, su piel blanca y su boca fina, y me estremecía de nuevo con unos
escalofríos que duraban hasta el día siguiente. Por aquel entonces tuve mi
primera novia, y una tarde de viernes, mientras caminábamos hacia la intimidad
de los bosques que rodeaban la estación de ferrocarril, se me ocurrió pedirle
que se peinara con la raya a un lado, como se llevaba en los años cincuenta.
Pero le pareció una excentricidad, se corrió la voz y se enteró todo el pueblo.
Veía los partidos de balonmano y el descenso del río en piragua, participé en
alguna competición de futbolín, jugaba bien a las máquinas, intervenía en
conversaciones que me aburrían y acudía a multitudinarias fiestas locales que
en realidad me traían sin cuidado. Cada noche, ponía en el vídeo aquella
secuencia y observaba los gestos y las expresiones de la celadora fascinado por
el contraste hiriente entre dureza y piedad, conmovido por una mirada en la que
comenzaba a distinguir un matiz de tristeza, y atraído paulatinamente hacia una
época miserable de la que había oído hablar tan a menudo y en la que no me
hubiera gustado vivir. Empezaba a trazar una línea entre fantasía y realidad y
consideraba que podía pasar con facilidad de una a otra, pero al mismo tiempo
me imponía la obligación de hacer lo que hacían los demás porque intuía que, de
no ser así, terminaría por aislarme del todo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoBodyTextIndent2" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 6pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyTextIndent2" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 6pt 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">Sin embargo, también empezaba
a ser consciente de que aquella línea era mucho menos nítida de lo que había
supuesto. Mandé a paseo a mi novia sabiendo que también ella pensaba mandarme a
paseo a mí. Apenas iba a clase porque los enfrentamientos y las agresiones por
parte de mis compañeros eran constantes. Me resultaba imposible concentrarme en
los libros, acumulaba un suspenso tras otro y me habían expulsado un par de
veces del instituto por insultar a un profesor y pelearme con un compañero que
le había pegado a mi hermano. Estaba siempre triste, sentía dolor ante las
imágenes más cotidianas en una zona rural como aquélla –un perro abandonado por
las calles del pueblo, un camión cargado de vacas camino del matadero, un ave
con las alas rotas tratando de levantar el vuelo–, me costaba dormir y notaba
como un cuchillo dentro al pensar en el daño irreparable que debía de estar
causándoles a mis padres. Me preguntaba si a alguien le habían pasado alguna
vez cosas como las que me pasaban a mí; empecé a inquietarme de veras, a
considerar que era un tipo anormal y a preguntarme si tendría alguna clase de
tara.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoBodyTextIndent2" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 6pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyTextIndent2" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 6pt 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">Un tío mío puso a punto una
vieja Montesa que tenía desde hacía años y me la regaló, y en pocas semanas
recorrí todas las pistas de los alrededores y muchos de los intrincados caminos
que discurrían por el interior de la extensa fraga que cubre los montes a pocos
kilómetros del pueblo. Conducía hacia allí a primera hora de la mañana y pasaba<b> </b>parte del día en los rincones más
apartados del bosque, sentado sobre alguna peña cerca del sendero donde había
aparcado la moto o paseando entre los árboles, disfrutando del rumor constante
del río y de un silencio sólo alterado por el susurro del viento o el graznido
de un ave, y recordando al mismo tiempo las miradas, los gestos, los
movimientos y las palabras de la celadora. Sabía que algunos guionistas solían
escribir una breve biografía de todos los personajes de sus películas, así que
una mañana llevé conmigo lápiz y papel y pensé en cómo sería ella. La imaginé
una persona </span><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-bidi-font-family: Arial;">algo menos iletrada
que la media de la época, lo que le había permitido hacer una oposición para
aquel puesto, o quizá había llegado a través de la Sección Femenina. Tal vez
fuera una solterona o tal vez estuviera casada con un españolito que iba de
putas porque no lo dejaba follarla por detrás ni tocarle mucho las tetas,
marido apático y ausente al que le aburría hacerlo con ella en una habitación
donde había un crucifijo sobre la cabecera de la cama. Era madre de tres o
cuatro hijos –alguno de los varones sería en breve guapetón y casanova, pues
ella no era fea e incluso había tenido algún pretendiente en el pueblo de
Zamora donde nació–, hijos que se irían buscando la vida y a los que educaba
como podía repartiendo alguna que otra hostia a la hora de la cena, esas
hostias que cortaban de cuajo todo amago de rebeldía, o no, y entonces caía
otra o tenía que intervenir el padre. Y por supuesto iba a misa todos los
domingos. El suyo era un mundo inflexible y lejano, muy bien reflejado en unas
imágenes televisivas que me permitían contemplarlo con una cierta fascinación
pero sin tener que ensuciarme por su contacto, aunque sentía asimismo un
creciente desasosiego cada vez que veía alguna secuencia de la película. Pronto
comprendí por qué, y me sorprendió no haberlo comprendido antes: la violencia
soterrada o manifiesta, la crueldad y el rencor que se descargaban siempre
contra el débil o el impopular, la ignorancia traducida en odio hacia lo que se
consideraba diferente, la frialdad y el contento ante el infortunio de quien
seguía un camino contrario al establecido, no eran sólo rasgos parciales y
difusos de un pasado reproducido para una película, sino también los trazos con
los que estaba dibujado el paisaje que yo tenía que transitar cada día. </span><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">Me di cuenta con perplejidad y
un asomo de miedo de que hasta entonces había vivido en un mundo en apariencia
seguro pero que ahora se desvanecía con rapidez, que en realidad se había
desvanecido hacía ya tiempo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoBodyTextIndent2" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 6pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyTextIndent2" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 6pt 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">Empecé a perder la cabeza.
Después de nuevos encontronazos por la calle con algunos compañeros de clase,
decidí esconder un cuchillo dentro del abrigo y rajarlos la próxima vez que me
agredieran, sin importarme lo que pudiera ocurrir luego. Soñaba que moría con
el cuello quebrado en el garrote, me molestaba el roce de los guantes sobre la
piel que cubre las venas de las muñecas y comencé a estremecerme por el
contacto de la bufanda que llevaba muy ceñida cuando andaba en moto. Pensé en
escaparme del pueblo, en dejarle la Montesa a mi hermano e ir a trabajar a una
ciudad grande donde nadie me conociera y donde fuera posible encontrar a gente
distinta a la que me correspondía tratar a diario. Tenía la impresión de vivir
en carne viva en un mundo distorsionado, incomprensible y peligroso.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoBodyTextIndent2" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 6pt 7.1pt;">
<br /></div>
<br />
<div class="MsoBodyTextIndent2" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 6pt 7.1pt;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">Una tarde subí en la moto
hacia una peña muy elevada desde donde se domina un trecho amplio del río y los
montes entre los que discurre. Había llovido poco antes, y más allá de los
troncos cubiertos de musgo podía distinguir el verdor de los helechos, el
brillo plateado de los torrentes, las piedras salpicadas de espuma y el terreno
irregular alfombrado de hojas empapadas. Después de doblar una curva muy
cerrada, cerca ya del último tramo de camino, noté cómo la pendiente se
acentuaba. Tuve que cambiar a primera porque el motor se calaba, y al soltar el
embrague la moto salió disparada mientras yo caía por tierra, resbaló en el
suelo mojado y se precipitó hacia la maraña de vegetación que se extendía a los
lados. Quedé tumbado boca arriba con la cabeza apoyada dentro de un charco.
Tomé aliento. No tenía ganas de moverme de donde estaba. Dejé pasar los minutos
contemplando las copas de los árboles mecidas por el viento y las cimas rocosas
de los montes que se recortaban contra el cielo gris. Al fin me erguí
lentamente hasta quedar sentado. Me froté las piernas, la nuca y la espalda
dolorida, pero cuando me puse en pie comprendí que, a pesar de cojear un poco,
no tenía nada grave. Me acerqué hasta la moto, y con un pequeño esfuerzo la
separé de los arbustos tirando del manillar hacia atrás. Luego les eché un
vistazo al depósito de gasolina, a la bujía y al motor, y comprobé que estaban
intactos. Antes de montar, observé el cielo y pude avistar la figura de un ave
rapaz que planeaba por encima de los picos más altos y se perdía de vista en la
lejanía. Me pregunté si desde aquella distancia el ave me habría visto a mí.
Tal vez, y tal vez desde aquella distancia yo fuera sólo un chaval que se
reponía de una caída y caminaba hasta su vieja moto en medio de un camino
perdido en las profundidades de la fraga.<o:p></o:p></span></div>
</div>
Antonio de Castro Cortizashttp://www.blogger.com/profile/04484128643637850564noreply@blogger.com19tag:blogger.com,1999:blog-5379567218089975598.post-30646077790279753032012-11-19T23:41:00.000+01:002015-01-19T05:36:02.985+01:00RUIDOS<div style="text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg6qt0qVOhRa552n19-UUnmpqBzrVD6MHYiPe3pRD4D7YYVTp46Er3PqM-oaK2EYkss9GHfW9BsHg1qQut0PzYEVgNEcfRHiwhJ8plWiioULcuau29UK1-2OAeV3wVaa_hUOEz4Y69yHN0/s1600/Alec+Guinness.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg6qt0qVOhRa552n19-UUnmpqBzrVD6MHYiPe3pRD4D7YYVTp46Er3PqM-oaK2EYkss9GHfW9BsHg1qQut0PzYEVgNEcfRHiwhJ8plWiioULcuau29UK1-2OAeV3wVaa_hUOEz4Y69yHN0/s200/Alec+Guinness.jpg" height="200" width="181" /></a><br />
<div align="right" class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-right: -.05pt; text-align: right;">
<i><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">A Songül, Amália
y Pablo<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 10.0pt; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">A lo largo de la semana se
despertaba en mitad de la noche y no lograba conciliar el sueño. Dejaba pasar
las horas con la mirada perdida en la oscuridad, cambiaba de posición buscando
reposo, y siempre acababa oyendo ruidos procedentes de la cocina: eran ruidos
de pisadas, de cajones que se abrían y cerraban y de objetos que caían sobre la
mesa. Los oía durante unos minutos. Luego los ruidos se interrumpían pero él
seguía tumbado en la cama sin poder dormir, hasta que a las seis y media sonaba
el despertador y se levantaba para ir a trabajar.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 10.0pt; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">Cogía el metro agobiado entre
la muchedumbre y padecía el masaje para el afeitado de unos, la colonia de
otros, el perfume de otras y el sudor de aquellos que no tenían la decencia de
ducharse cada mañana. Al cabo de una hora llegaba a su parada, aunque a menudo
había tantos pasajeros que tardaba media hora más, y otras veces el tren
permanecía bloqueado dentro de un túnel durante quince o veinte minutos. El
conductor rogaba paciencia, y aunque nunca decía la causa de las detenciones,
él sabía bien a qué se debían: alguien había bajado a la vía y había echado a
andar hacia el interior del túnel, hasta que un tren surgió de la oscuridad y
lo arrolló.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 10.0pt; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">Entraba en su despacho después
de saludar a su secretaria, una muchacha agradable y atractiva a la que llevaba
veinte años, con quien mantenía una relación cordial pero distante. No podía
evitar fijarse en sus piernas cruzadas por debajo de la mesa, y en ese momento
pensaba siempre en el tipo joven y puesto al día que se acostaría con ella cada
noche, lo que le producía un extraño dolor. Trabajaba más de diez horas y salía
del despacho sólo para comer. Lo hacía en el comedor del sótano, junto a
sus compañeros, mientras miraban disimuladamente a las secretarias, que
charlaban y sonreían en otra zona del local. Luego regresaba al despacho, y
antes de entrar solía distinguir una expresión ausente en el rostro de su
secretaria. Ya había anochecido cuando volvía a coger un metro abarrotado,
aunque a esa hora apenas se producían detenciones en medio del túnel: los
suicidios solían tener lugar al comienzo de la jornada. Después de llegar a su
casa cenaba lo que le había dejado preparado la asistenta, a quien raramente
veía. En seguida se acostaba sabiendo que más tarde volvería a oír los ruidos.
Al cabo de un rato cerraba los ojos y lloraba en silencio, sin nada que abrazar
o a lo que agarrarse.<o:p></o:p></span></div>
<div style="text-align: right;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 10.0pt; margin-left: 7.1pt; margin-right: -.05pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">Una noche helada de
finales de febrero, oyó los ruidos en un tono más elevado del habitual. Luego
las horas pasaron con lentitud, hasta que distinguió voces
lejanas, los pasos de los vecinos más
madrugadores bajando las escaleras, el ruido de una persiana que se
abría, y supo que pronto sonaría el despertador. Al levantarse se sintió mucho
más cansado que de costumbre.<i> </i>Estaba abatido, le invadía un
desfallecimiento que nunca había sentido con tanta intensidad. Se vistió, se
sentó para ponerse los zapatos, y apenas fue capaz de volver a incorporarse.
Antes de salir, observó su rostro en el espejo del vestíbulo: a pesar del
afeitado y del olor a colonia, tenía un aspecto demacrado. Mientras esperaba el
tren, decidió sentarse en uno de los bancos porque casi no se tenía en pie.
Apoyó la cabeza entre las manos y cerró los ojos. Necesitaba dormir, pero sabía
que si lo hacía los ruidos volverían a despertarlo. El tren iba a tardar aún
varios minutos en llegar, y luego vendría una espera de un cuarto de hora en
medio del túnel y la mentira velada del conductor. Sintió ganas de llorar, como
cuando se acostaba al final de la jornada. Levantó la vista. Una
joven envuelta en un abrigo rojo salió de la escalera mecánica, pasó
por delante de él y se paró al borde del andén. Parecía su secretaria. Se
irguió para saludarla, pero antes de llegar junto a ella se detuvo avergonzado.
Debía de ofrecer un aspecto horrible, tuvo la impresión de que todos los que
esperaban lo estaban observando. Un chirrido lejano se oía ya proveniente del
túnel. Dejó el maletín en el suelo y saltó a la vía. Oyó exclamaciones sobre su
cabeza, los otros pasajeros lo exhortaban a subir, aunque nadie se decidía a
bajar para sacarlo de allí. Pero ahora no veía ante él más que la oscuridad del
túnel, del que provenía como un eco el ruido del tren. Dudó si echar a andar o
seguir donde estaba, en ese momento alguien gritó su nombre allá arriba. Al
levantar la vista pudo ver a su secretaria, que le tendía la mano desde el
borde del andén.</span><span style="font-family: "Georgia","serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES;"><o:p></o:p></span></div>
</div>
Antonio de Castro Cortizashttp://www.blogger.com/profile/04484128643637850564noreply@blogger.com17tag:blogger.com,1999:blog-5379567218089975598.post-28306053480193020172012-11-05T04:59:00.000+01:002016-03-27T12:33:52.000+02:00FANTASMAS<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0SCJwlzJJQy9_hnYnVGvZjwKaZ4V6YjEAnKJHfW_bw_hcPvjIc0hw7VoEB4pA2fdI6RLezQSXW2BefucuYZdvlkDN3rJs47yJobS5iedD_E3ePJGBKVjAGmbfd9FdR3bwjpRNJnNOtFc/s1600/Franza.JPG" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0SCJwlzJJQy9_hnYnVGvZjwKaZ4V6YjEAnKJHfW_bw_hcPvjIc0hw7VoEB4pA2fdI6RLezQSXW2BefucuYZdvlkDN3rJs47yJobS5iedD_E3ePJGBKVjAGmbfd9FdR3bwjpRNJnNOtFc/s400/Franza.JPG" width="400" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<div style="text-align: right;">
<div align="right" class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0pt;">
<i><span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;">A Grillo, Emma y Javier Simpson<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;">Mi abuela materna falleció
hace diez años y mi abuelo hace seis. Mis abuelos vivían con una de mis tías en
una casa indiana que mi bisabuelo construyó a principios de siglo, cerca de una
aldea situada en una península húmeda y boscosa del norte.</span><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;"> Es un edificio amplio y acogedor, pero el retrato
de un antepasado, una estampa de la virgen o un cuadro desdibujado por el paso
del tiempo pueden darle un aire algo tétrico al rellano de una escalera o a una
habitación apartada. De chaval me asustaba subir solo hasta la última planta,
pero hoy resulta un lugar ideal donde leer una tarde de invierno. </span><span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;">La casa está rodeada por un muro y un jardín, y en la
parte de atrás hay un cobertizo para guardar leña, un pozo, un lavadero y un
hórreo que ya no se utiliza. Cuando éramos niños, mi hermano y yo trepábamos
hasta los tornarratos y contemplábamos el extenso prado que llega hasta el otro
lado del muro y los sombríos bosques de castaños de los alrededores.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;">Mi tía está enferma, pero toma
una medicación que le permite llevar una vida normal. De todas formas no le
conviene quedarse sola en casa mucho tiempo, así que los sábados y domingos los
pasan en la aldea mi madre o mi madrina, y durante la semana vive con ella una
señora que llegó hace unos meses de Bolivia buscando trabajo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;">Después de morir mis abuelos,
una asistente social nos puso en contacto con Katia y Petro, dos rusos que
viven en un pueblo cercano, y les propusimos que se instalaran en la casa.
Katia había trabajado en otras casas
antes y Petro es soldador en un astillero de la zona. Una tarde fueron hasta la
aldea, y después de pasar un rato charlando con mis tías y con mi madre no les
costó decidirse, encandilados por aquel lugar tranquilo y al mismo tiempo
próximo a la carretera donde para el autobús de cercanías. Cuando surgió la
posibilidad de que vivieran con mi tía, pensamos que podrían instalarse en una
habitación de la planta baja, contigua a una pequeña biblioteca y a un cuarto
de baño situados junto a la entrada principal. Biblioteca, habitación y cuarto
de baño forman una especie de estancia independiente que permitiría a Petro y
a Katia disfrutar de una cierta intimidad, aun compartiendo el resto de la casa
con mi tía.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;">Katia se instaló un dos de
noviembre y Petro, a causa de unos asuntos que resolver en el pueblo, vendría
unos días después. Mi madrina, que vive en Madrid, pasó una semana con ellas.
Katia y mi tía se entendían bien y parecía que la convivencia iba a ser fácil.
Sin embargo, esa primera semana apenas durmió allí tres o cuatro noches, pues a
media tarde tenía que ir al pueblo por algún motivo (porque era su cumpleaños y
quería celebrarlo con Petro, para hacer unas gestiones, para llevarle a Petro
un paraguas), y ya no regresaba hasta el día siguiente. Aunque a mis tías les
pareció extraño, lo atribuyeron a las complicaciones habituales cuando se deja
un sitio para empezar a vivir en otro.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;">El domingo por la noche mi
madrina cogió el tren para Madrid. Al llegar telefoneó a mi tía y ésta le dijo
que Katia tampoco había dormido en la casa. Durante la semana siguiente Katia
no pasó allí dos noches seguidas, y las pocas veces que se quedó, se encerró a
media tarde en su habitación y no salió hasta el día siguiente. El viernes por
la mañana, mi madrina habló con ella por teléfono y le explicó que tenía que
quedarse a dormir, que no podía dejar a mi tía sola. Pero Katia volvió a
marcharse al cabo de unas horas.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;">El sábado por la mañana, antes
de desayunar, mi tía abrió las contras de la planta baja y se encontró a Petro
y a Katia esperando junto a la puerta de la cocina. Petro fumaba con aire grave
un cigarrillo y lucía una pequeña cruz de oro en la solapa, y Katia parecía
inquieta. Petro le explicó a mi tía que habían venido para tratar un asunto muy
importante y ella los hizo pasar. Una vez en el comedor, sin más preámbulos,
Petro le dijo que la casa tenía un<i> regalo</i>. Después de reflexionar un
momento, mi tía se preguntó si tal vez Petro quería decir que la casa estaba
embrujada, pero descartó la idea. Sin embargo, así era: Petro le explicó que
Katia sentía la muerte reciente de dos personas, y sostenía que una de
ellas no estaba tranquila. Durante la noche, su cama se movía y las cortinas se
agitaban como si el viento pasara a través. Si se daba la vuelta y extendía las
manos, sus dedos tocaban un antebrazo velludo y musculoso. A cualquier hora del
día, aunque con más fuerza al caer la tarde, notaba presencias en todas las
estancias de la casa. Mi tía comentó que quizá las cortinas se movían porque en
la habitación quedaba abierta alguna ventana, pero Katia había comprobado por
la mañana que todas estaban cerradas. En cuanto al brazo velludo, mi tía sugirió
que tal vez un gato había entrado por la noche y había llegado hasta la cama,
pero Katia verificó al día siguiente que las puertas se habían cerrado antes de
acostarse. Al parecer, Petro ya había vivido una experiencia similar: cinco
años atrás, en el pueblo de Orense donde trabajaba, se había alojado durante
varios días en una casa que resultó estar embrujada. Aunque se marchó en
seguida, el tiempo pasado dentro fue suficiente para que se apoderara de él un
encantamiento del que luego le costó lo suyo liberarse. Por eso ahora tenía que
llevar consigo en todo momento la cruz de oro y un frasquito con agua bendita,
que sacó del bolsillo de la chaqueta y le mostró. La situación de Katia era
mucho más apurada: el encantamiento había hecho presa en ella con tanta fuerza
que la única manera de liberarla era haciendo venir a exorcizar la casa a un
cura de Orense experto en esos asuntos. Mi tía le preguntó si, en definitiva,
Katia tenía pensado quedarse esa noche o no, y él le respondió con evasivas,
tal vez a la espera de que ella diera el primer paso con respecto al cura
exorcista. Finalmente, Petro volvió al pueblo y Katia, visiblemente nerviosa,
empezó su trabajo. Mi tía llamó a mi madre para explicarle lo sucedido y ésta
exclamó que no quería ver aparecer por la casa a clérigo alguno. Al mediodía
fue hasta la aldea y Katia, avergonzada, le dijo que no podía seguir más
tiempo allí. Cuando terminó de trabajar, hizo la maleta y cogió el autobús de
regreso.<o:p></o:p></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: center; text-indent: 1cm;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;">***<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13pt; line-height: 150%;">Unos meses después me crucé
con Petro y con Katia en el pueblo. Se alegraron de verme, pero en seguida me
preguntaron si habíamos dado ya los pasos para liberar la casa del
encantamiento. Les dije que en realidad no había sido necesario, ya que
utilizábamos a menudo la habitación contigua a la biblioteca y nadie
había sentido nunca las presencias fantasmales. Luego intenté cambiar de tema,
pero como seguían insistiendo les aseguré de manera cortante que en la casa
reinaba día y noche la misma tranquilidad de siempre. Aun así, después de
despedirnos me volví un instante y los vi alejarse calle abajo poco
convencidos. </span><span style="font-family: "georgia" , serif; font-size: 13pt; line-height: 115%; text-align: right;"> </span></div>
</div>
</div>
Antonio de Castro Cortizashttp://www.blogger.com/profile/04484128643637850564noreply@blogger.com20tag:blogger.com,1999:blog-5379567218089975598.post-62042456869466135722012-09-30T18:26:00.004+02:002015-11-23T22:08:09.414+01:00LA GUERRA DE SIR AGRAVAINE<div style="text-align: justify;">
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Después
de luchar en Benwick a las órdenes del rey Ban, sir Agravaine embarcó de
regreso a Inglaterra, donde lo esperaban el rey Arturo y los caballeros de la
Tabla Redonda. Pero durante la travesía se desencadenó una tempestad que alejó
la nave hacia el norte, y al cabo de varios días la hizo encallar en una costa
desconocida. Sir Agravaine logró nadar hasta la playa, salió del agua y se
desplomó sobre la arena mientras las olas rompían contra su cuerpo. Miró a su
alrededor y comprobó que era el único superviviente. Se encontraba en una
tierra verde y montañosa, ante la que un mar agitado se perdía en la bruma del
horizonte sin otro litoral que lo interrumpiera ni vela alguna que lo surcara.
Sir Agravaine echó a andar hacia el bosque que bordeaba la playa, pero a pocos
metros de los primeros árboles un gigante surgió de la penumbra y se detuvo
frente a él bloqueándole el camino. Iba cubierto con pieles de animales y
llevaba una espada a la cintura, un carcaj a la espalda y un arco y una flecha
con la que apuntaba a sir Agravaine. Éste se detuvo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–¿Quién
sois? –preguntó el gigante.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–Sir
Agravaine, caballero de la Tabla Redonda. Mi barco ha naufragado frente a la
costa. Quiero saber qué tierra es ésta y que me proporcionéis los medios para
regresar a Inglaterra.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–A
ningún extranjero le está permitido desembarcar –repuso el gigante–. Marchaos,
si no queréis que os mate aquí mismo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Sir
Agravaine sonrió con desdén.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–Es
fácil amenazar a un hombre desarmado cuando se tiene un arma en la mano.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Irritado
ante aquella insinuación de cobardía, el gigante arrojó al suelo arco y flecha,
se desprendió de la espada y el carcaj y cargó contra sir Agravaine. Éste logró
sujetarlo por la cintura, su oponente asió sus hombros y forcejearon hasta que
sir Agravaine cedió y acabó cayendo. Corrió hacia donde estaba </span><span lang="ES-GT" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-GT; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">la espada</span><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">, se hizo con ella y se la
hundió en el pecho al gigante cuando éste se abalanzaba sobre él. Luego le cortó
la cabeza y de una patada la envió contra las olas. Guardó la espada bajo el
cinturón, recuperó el arco y las flechas y se adentró en el bosque. Después de
avanzar un trecho entre la espesura, se detuvo al borde de un claro y observó
pisadas sobre la hierba en dirección a la línea de árboles del otro lado. Las
siguió y pronto llegó a un prado en pendiente, interrumpido por un acantilado
sobre el que se alzaba un pequeño montículo cubierto de tierra. En lo alto
había una cruz a la que estaba atada una mujer. Sir Agravaine fue hasta ella y
cortó las ligaduras con la espada.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–¿Quién
sois? –preguntó.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–Me
llamo Ettard y soy hermana de sir Meliot de Logres –respondió la mujer–.
Navegábamos rumbo a Inglaterra cuando el piloto fue confundido por las hogueras
que los gigantes encienden en la costa e hizo encallar la nave. Todos nuestros
bienes se perdieron, y aunque mi hermano y yo logramos llegar nadando a la
playa junto con dos marineros, los gigantes los mataron en cuanto pisamos
tierra y a mí me retuvieron para cobrar un rescate de mis tíos, a quienes han
enviado un mensaje para informarles de mi cautiverio.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Sir
Agravaine la observó mientras hablaba. Cuando hubo terminado, le aseguró que
volverían a Inglaterra y él mismo la llevaría junto a sus tíos, a la vez que
pensaba en las posibilidades que tendría de gozar de ella tras haber
desembarcado en un puerto seguro. Decidió que si se oponía, la forzaría a
complacerlo y luego la haría desaparecer, ya que sus parientes ignoraban su
paradero, el camino sería largo y nadie podría identificar el cadáver de una
mujer degollada en medio de un bosque.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–Estamos
en una isla –siguió ella–. La playa de donde venís forma parte del territorio
ocupado por los gigantes. Estos luchan contra las mujeres que habitan un
reducido espacio de tierra al sur, donde sufren continuas incursiones. Si
conseguimos llegar hasta allí y les hacemos comprender que los gigantes son
también nuestros enemigos, tal vez puedan ayudarnos a escapar. Pero debemos
darnos prisa, los otros no tardarán en descubrir la muerte de su compañero.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">La
mujer indicó a sir Agravaine el camino a seguir. Descendieron el montículo, se
adentraron en el bosque y avanzaron con dificultad apartando ramas y arbustos,
mientras sus pies resbalaban una y otra vez sobre el manto de hojas húmedas que
cubría el terreno. </span><span style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">La
mujer se detuvo asustada y retrocedió unos pasos al oír un ruido cercano, pero
pronto vieron un ciervo, que se paró un instante frente a ellos y huyó monte
arriba. </span><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Vadearon
un río de poca profundidad, ascendieron un trecho rocoso y escarpado, salieron
del bosque y treparon hasta lo alto de una loma, donde se detuvieron agotados.
Desde allí podían avistar la playa en la que sir Agravaine había desembarcado y
aquélla, más cercana, hacia la que se dirigían. En la orilla estaba varada una
pequeña embarcación, pero no veían rastro de sus tripulantes.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–No
tardaremos en llegar –dijo la mujer.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Iban
a seguir adelante cuando varios gigantes armados con mazas, lanzas y espadas
dejaron atrás diferentes puntos del bosque y avanzaron hacia la loma. Sir
Agravaine desenvainó la espada.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–Es
el final del camino –murmuró la mujer a su espalda–. Nunca saldremos de la
isla…<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Los
gigantes rodearon la loma.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–¡Abridnos
paso! –exclamó sir Agravaine desde lo alto.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Pero
los gigantes no se movieron, aunque tampoco hacían ademán de seguir
aproximándose. Sir Agravaine aguardó a que subieran y se preparó para asestar
el primer golpe. Sin embargo, se sorprendió al leer la indecisión en sus
miradas: pese a su superioridad numérica, ningún gigante se aprestaba a tomar
una iniciativa que podría costarle la vida. Espada en mano, sir Agravaine
comenzó el descenso seguido de cerca por la mujer. Uno de los gigantes se
adelantó y sir Agravaine y ella se detuvieron.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–No
tenemos nada contra el caballero –dijo el gigante dirigiéndose a sir Agravaine
en tono conciliador–. Si nos entregáis a esa mujer, podréis seguir vuestro
camino.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">La
mujer se llevó una mano a la boca. Sir Agravaine no perdía de vista a sus
adversarios. Estaban bien armados, y aunque por el momento prefirieran evitar
el combate, en cuanto comenzara lo cercarían y terminarían cayendo sobre él.
Sin duda lograría matar a más de uno, pero eran demasiados y acabarían
venciéndolo. Sujetó por un brazo a la mujer y de un empujón la envió loma
abajo, haciéndola rodar hasta los pies del gigante. Éste la asió por los
cabellos, la puso en pie y se hizo a un lado para que sir Agravaine pudiera
pasar.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">–¡No
me dejéis aquí! –gritó ella–. ¡Os lo suplico, no me dejéis con ellos!<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">Pero
sir Agravaine seguía ya el camino hacia el sur de la isla ignorando sus gritos,
y no llegó a ver cómo la mujer trataba de huir y uno de los gigantes blandía la
maza, le descargaba un golpe en la sien y la derribaba con el cráneo
ensangrentado, y luego la arrastraban entre todos de regreso al interior del
bosque mientras ella movía débilmente los brazos y las piernas.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , "serif"; font-size: 13.0pt; line-height: 150%; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin: 0cm -0.05pt 0.0001pt 7.1pt;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "georgia" , serif; font-size: 13pt; line-height: 150%;">Sir
Agravaine descendió por un sendero que discurría entre los árboles y al cabo de
pocos minutos lo condujo directamente hasta la playa. Varios caballos que
trotaban por la orilla se alejaron asustados al verlo llegar. Sir Agravaine se
detuvo junto a la proa de la embarcación y la empujó hacia el agua. Mientras
avanzaba sobre la arena húmeda, se preguntó dónde se hallarían aquellas mujeres
y sonrió al pensar en que probablemente se ocultaran en algún lugar de los
gigantes, que pronto ocuparían también aquella parte de la isla. Cuando la
embarcación estuvo a flote subió a bordo, desplegó la vela, tomó la caña y se
alejó de tierra. Luego se volvió hacia la playa, y pudo ver a una mujer que lo
miraba desde la orilla. Sir Agravaine le hizo un gesto burlón de despedida con
el brazo. Iba a girarse de nuevo cuando varias mujeres armadas con arcos y
flechas salieron del bosque y se unieron a ella. Sir Agravaine las despidió con
una sonrisa irónica y una flecha lo alcanzó en el pecho. Las mujeres tensaban
los arcos. Sir Agravaine sujetó la flecha y consiguió partirla, pero cuatro,
cinco, seis flechas se clavaron al momento en su cuerpo. Sir Agravaine cayó a
un lado, tropezó con la caña y se desplomó sin vida al pie del mástil </span><span style="font-family: "georgia" , serif; font-size: 13pt; line-height: 150%;">mientras la embarcación cabeceaba
suavemente a merced del oleaje.</span></div>
</div>
Antonio de Castro Cortizashttp://www.blogger.com/profile/04484128643637850564noreply@blogger.com12tag:blogger.com,1999:blog-5379567218089975598.post-28555190669589350832012-06-24T18:10:00.006+02:002021-12-10T15:16:19.035+01:00Juegos de verano (Sommarlek, 1951), de Ingmar Bergman<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiHoY8FzRM6OkhXCI9bHoKm00KMa_Yp614-SOSyxPc59XAl_IesfZl8IPU5SmXPJO8JHaeRf8h2U1qhachBb45lwEVSkVtDKNEaXGghvKB2WwQ5C3gNjdysuuUfyCxQ8VFcV0iGA8gkXig/s1600/Sommarlek,+Bergman.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="246" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiHoY8FzRM6OkhXCI9bHoKm00KMa_Yp614-SOSyxPc59XAl_IesfZl8IPU5SmXPJO8JHaeRf8h2U1qhachBb45lwEVSkVtDKNEaXGghvKB2WwQ5C3gNjdysuuUfyCxQ8VFcV0iGA8gkXig/s320/Sommarlek,+Bergman.jpg" width="320" /></a><br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-right: -0.05pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Times New Roman", "serif"; font-size: large; line-height: 150%;"><i>Juegos de verano</i> narra un doloroso proceso de maduración que se inicia, como es habitual en el cine de Bergman, a causa del reencuentro de la protagonista con su pasado. Este pasado se nos muestra en la película a lo largo de varios <em>flash-backs</em> que se suceden después de que Marie, una bailarina de ballet cuya carrera artística conlleva un progresivo desgaste físico y emocional, reciba el diario de Henrik, su amante durante un verano que terminó con la muerte de éste. El presente de Marie es sórdido: el teatro es un lugar poblado por personajes frustrados y decadentes, la relación con David, su novio actual, es tensa y cansina, y detrás de la brillantez y el esfuerzo de cada representación están la fatiga y la pérdida de ilusiones de quienes las ejecutan. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-right: -0.05pt; text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-right: -0.05pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Times New Roman", "serif"; font-size: large; line-height: 150%;">El itinerario de presente a pasado se apoya en contrastes aparentes: a la suciedad y el estrépito del teatro, y a la tristeza del paisaje otoñal que Marie encuentra cuando el transbordador arriba a la isla en la que pasó aquel verano, se contraponen el silencio, la luminosidad y la belleza de ese mismo paisaje al comienzo del <em>flash-back</em> que coincide con el comienzo de dicho verano; la insolencia de David cuando entra por primera vez en el teatro contrasta de manera casi violenta con la timidez y la cordialidad que desprende Henrik en su primera aparición al aproximarse a Marie en el transbordador... Pero ese contraste resulta engañoso porque, en realidad, también el pasado dista de ser idílico: pronto vemos cómo detrás de la tristeza que asoma en todo momento al rostro de Henrik subyace la angustia causada por el abandono de su padre y el rechazo por parte de la tía con la que vive. La situación familiar de Marie es algo mejor, pero la cercanía de su tío permite intuir una amenaza que finalmente se materializará tras la muerte de Henrik. Por eso ya durante el verano, cuando ambos viven aislados del mundo exterior en la isla, Marie comienza a crear una suerte de máscara (en gran parte por medio de su dedicación al ballet) que resultará fundamental para su posterior instalación en ese mundo exterior. No sucede lo mismo con Henrik, y por ello es inevitablemente triste la secuencia de trasfondo sombrío en la que cada uno dice lo que va a hacer al cabo de pocos días, cuando el verano toque a su fin: Marie comenzará su carrera como bailarina y Henrik irá a la universidad, pero es fácil intuir que para ella esa carrera pasará a constituir una parte fundamental de la máscara tras la que se protegerá de un mundo despiadado, mientras que resulta significativo el inminente fallecimiento de Henrik, como si no hubiera lugar para él fuera de ese espacio y ese tiempo concretos. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-right: -0.05pt; text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-right: -0.05pt; text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span lang="ES" style="font-family: "Times New Roman", "serif"; line-height: 150%;">Lo que hace de <i>Juegos de verano</i> una película inolvidable es la manera perfecta en que esta historia sentimental, dolorosa y romántica cobra vida valiéndose de unas imágenes que se mueven con admirable fluidez y sin una sola caída de ritmo entre lo realista y lo simbólico. Las secuencias iniciales son ya un ejemplo modélico de la fluctuación de tonos que recorrerá toda la película: el ambiente del teatro y los diálogos entre Marie y David están mostrados de forma cruda y directa (a destacar la conversación que tiene lugar cuando caminan hacia el puerto, recogida por la cámara con un opresivo travelling en plano medio muy cerrado), pero en la travesía de Marie a bordo del transbordador –una breve sucesión de planos impresionistas del mar, el cielo y el costado de la embarcación relacionados por fundidos encadenados– hay un aliento poético que se corresponde con la melancolía que embarga a la protagonista, a la vez que anticipa el sentimiento de felicidad efímera que impregnará luego cada <em>flash-back</em> dedicado a sus encuentros con Henrik durante el verano. También son fundamentales las dos secuencias complementarias y casi abstractas que, concluidos los <em>flash-backs</em> y clausurada con ellos la vuelta al pasado que han supuesto, nos muestran las conversaciones en el camerino del teatro entre Marie y el profesor de baile (<span lang="ES" style="font-family: "Times New Roman", "serif"; line-height: 150%;">cuyo rostro, significativamente, está oculto tras una máscara)</span><span lang="ES" style="font-family: "Times New Roman", "serif"; line-height: 150%;"> y entre Marie y David, de modo que la primera conversación proyecta una luz nueva sobre lo vivido por ella hasta entonces, y al mismo tiempo será decisiva en la inmediata que mantendrá con David y en la relación entre ambos</span></span><span lang="ES" style="font-family: "Times New Roman", "serif"; line-height: 150%;">. </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-right: -0.05pt; text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-right: -0.05pt; text-align: justify;">
<span lang="ES" style="font-family: "Times New Roman", "serif"; font-size: large; line-height: 150%;">Pese a que, al contrario que en títulos posteriores, Bergman utiliza aquí un punto de partida característico del cine sueco de la época (el paralelismo felicidad de los amantes/verano, final de la misma/llegada del otoño), <i>Juegos de verano</i> es una película profundamente personal y una de las primeras obras maestras que jalonan la extraordinaria filmografía de su autor. </span></div>Antonio de Castro Cortizashttp://www.blogger.com/profile/04484128643637850564noreply@blogger.com12